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¿Qué es la Astropsicología Humanística?

El enfoque Holístico de los Tránsitos y de las Progresiones en la Carta Astral. Rudhyar y el Ciclo de las Lunaciones y la Psicosíntesis de Assagioli

El Enfoque Humanístico de los Tránsitos

Desde el inicio del tiempo mismo, el hombre midió su vida con los ciclos de los planetas -de alborada a alborada y de una Luna nueva a la siguiente computó su existencia con los cielos. En realidad, este conocimiento consciente del Tiempo es el que separa al ser humano de todas las demás criaturas vivas. De él es la aptitud para ver el tiempo como un continoum de pasado, presente y futuro -para el hombre sólo es el conocimiento consciente de que sus días están numerados. La astrología humanística es el primer enfoque de la astrología para usar el concepto de los ciclos como la base para la comprensión e interpretación de sus símbolos básicos: Casas, Signos, planetas y aspectos. Esto es más que una "técnica nueva" de interpretación; es un nuevo enfoque. Durante miles de años, la astrología se basó en una creencia, en la existencia de fuerzas cósmicas, rayos y vibraciones planetarias que influyen directamente sobre la vida de este planeta y obligan a los individuos a hacer ciertas cosas o experimentar ciertos acontecimientos. Aún hoy, a pesar de que el individuo detesta contemplarse como una víctima del universo, este sistema de creencia persiste en la mayoría de los astrólogos. Existe el intento de debilitar el determinismo inherente de la astrología con el clisé corrientemente popular: "Los astros no obligan, impulsan"; sin embargo, la diferencia entre "obligar" e "impulsar" es vaga en el mejor de los casos. Subsiste el sistema de creencia. En esta filosofía, la interrelación cíclica de los planetas no tiene significación, y tampoco la tiene el orden periódico del universo. Precisamente, ese orden periódico inherente a todas las interrelaciones cíclicas de los planetas es el que hace que su uso respecto de la vida humana sea relevante y significativo para el estudiante de la astrología humanística.
 
¿Qué es un Ciclo?
 
Un ciclo es una estructura formal del tiempo. Es el contexto en el que tiene lugar el cambio. Toda existencia es estructurada por el tiempo, y toda actividad tiene lugar en el tiempo. Un ciclo es el lapso de vida de cualquier entidad dada. Aunque un ciclo tiene un comienzo y un fin reconocibles, es erróneo interpretarlo como un punto perpetuo de partida: comienzo, fin y nuevo comienzo. Tal criterio sobre los ciclos astrológicos nos llevará a considerarlos como secuencias repetitivas de acontecimientos. Este no es un cuadro fiel de la realidad; pues aunque la pauta de su desarrollo desde el comienzo hasta el fin se repite, el contenido de un ciclo -los estados, acontecimientos o experiencias cambiantes dentro de un lapso- jamás se repite exactamente. Un día es un ciclo reconocible. Es una estructura temporal cuya forma es determinada por la rotación axial de la Tierra cada 24 horas. Concurrentemente, el día es una porción del ciclo de lunaciones descrito por las fases de la Luna y la medición de la relación Sol-Luna de la Luna Nueva a la próxima; y estos dos ciclos se circunscriben dentro de otros ciclos. Esta interrelación entre los ciclos es la que describe la unicidad total de cada momento y al mismo tiempo los vincula en un orden rítmico. Estos valores temporales revelados en el sistema solar -la Totalidad mayor de la que nuestra Tierra es una parte- actúan sobre los valores temporales del individuo. La astronomía nos provee datos con referencia a los procesos de la vida en la Tierra y, particularmente, dentro del individuo. Como un ciclo es una "totalidad de actividad", contiene tanto una mitad como un principio y un fin, y a medida que se desarrolla hay fases reconocibles de desarrollo. Tan pronto se identifica a un momento particular como parte de un ciclo, se relaciona inextricablemente tanto con el comienzo como con el final de ese ciclo. A cualquier momento específico dentro de un ciclo se le considera parte de la "mitad", un resultado del impulso que inició el ciclo, y se dirige hacia la consumación o finalidad, de ese ciclo. Así, todos los momentos dentro de un ciclo se extienden hacia atrás rumbo a la raíz cíclica y, al mismo tiempo, hacia adelante rumbo a la semilla cíclica. Este impulso simultáneo hacia adelante y hacia atrás abarca a cualquier momento particular con todos los demás momentos del ciclo. A esto Rudhyar lo llama "interpenetración temporal". Es la cuarta dimensión del tiempo. Rudhyar recalca el hecho de que tal interpenetración de raíz, semilla y todos los otros momentos de un ciclo significa mucho más que el concepto corriente de causa y efecto, que se basa en una rígida secuencia de separados momentos del tiempo. Todo momento del tiempo es parte, aspecto o fase de una realidad omniabarcante -la Totalidad, y tiene su significado esencial solamente con referencia a esta totalidad. Así, toda unidad aparentemente separada está envuelta y participa con toda otra unidad dentro del lapso de un ciclo. Esto es así porque en todo ciclo el efecto actúa también sobre la causa y todo momento presente es tanto arrastrado como empujado por el pasado. El ciclo entero está implícito en todo momento de él. La astrología como estudio de los ciclos se convierte, pues, en un estudio de las interconexiones de todos estos factores: entre el futuro y el pasado en todo momento presente; entre el macrocosmos universal y el microcosmos individual. El Mapa Natal es el punto de partida del ciclo vital del individuo. Se equilibra entre el pasado ancestral -las raíces kármicas; y el futuro potencialmente individualizado: la finalidad vital dhármica. Es la pauta o el plan de lo que Jung llamaba el proceso de individuación, que revela un lenguaje simbólico cómo cada persona podrá convertirse plenamente en lo que potencialmente es.

¿Qué es una Crisis?

Muchos tienen dificultad con el vocablo "crisis", confundiéndolo con "catástrofe". Estudian astrología en la creencia de que el conocer con antelación los aspectos "tensionados" les permitirá evitar las crisis. Sin embargo, una crisis no es una calamidad terrible. Deriva del vocablo griego "krino", "decidir", y significa simplemente tiempo de decisión. Una crisis es un cambio crucial, lo que precede al cambio. A fin de evitar una crisis, uno tendría que evitar su propio cambio, lo cual es una imposibilidad evidente. Aunque toda la materia, tanto viva como inanimada, está cambiando constantemente, sólo el Hombre tiene la capacidad para la decisión consciente. A fin de evolucionar, deberá abandonar la conducta instintiva que sólo sirve para la supervivencia o las compulsiones sociales en favor de la elección consciente. La barrera para la elección consciente es el "ego", aquello que la sociedad dijo que un individuo debe ser, en contraposición a la experiencia del Yo, que dice lo que él es realmente. Es de conformidad con el rol social que uno asume pautas habituales de conducta. Entonces, cuando llega un tiempo de decisión (crisis), uno permite que esas pautas determinen la elección, en lugar de utilizar pautas que broten de la propia verdad personal. Por desgracia, está siempre presente la tentación de evitar tomar una decisión con la esperanza de que esa necesidad desaparecerá y de que las cosas permanecerán en una cómoda "normalidad". A veces, esta técnica parece funcionar y parece que no se rompe el hilo del Status Quo; sin embargo, no importa cuán pequeña sea la decisión o cuán insignificante sea la crisis, este hecho de evitar es una derrota espiritual. Rehusar la decisión, o aguardar a que las circunstancias u otras personas tomen la decisión, no absuelve de responsabilidad al individuo. Cada vez que no se toma una decisión, se ahondan las pautas instintivas inconscientes. Lo que en la niñez fue una estría, después se convierte en un surco y finalmente en una tumba. Esta falta repetida de decisión consciente podrá hacer subir la tensión de una situación hasta que finalmente explote. Entonces, uno puede verse obligado a reaccionar ante circunstancias difíciles o dolorosas que podrían evitado si se hubieran afrontado las crisis primeras y menores con objetividad y valentía. La catástrofe resultante no es el resultado necesario de las crisis, sino de las decisiones que se evitaron. Así, los estudiantes orientados humanísticamente, las crisis no son acontecimientos externos, aunque acontecimientos externos las precipiten o condicionen su desarrollo. Las crisis, grandes y pequeñas, son esencialmente oportunidades de crecimiento -las únicas oportunidades que tenemos siempre realmente. Uno debe empeñarse continuamente en estar despierto y libre de las inconscientes pautas de los hábitos que obstaculizan el crecimiento espiritual. De esta manera, a las crisis se las podrá usar para las propias finalidades individuales. El desafío de las confrontaciones es interminable. Algunos de estos puntos cruciales son biológicos (como la adolescencia y la menopausia) y se encuentran en edades especificas, mientras que otros son individuales, y pueden ocurrir en cualquier momento durante la vida. El potencial de esto último es inherente al Mapa Natal, y la interpretación de efectos y respuestas dependerá de la edad de la persona en el tiempo de la crisis. Un estudiante podrá deducir la regulación temporal y la naturaleza de crisis potenciales futuras a partir de los tránsitos y las progresiones. Si se espera un tipo especifico de cambio, un periodo de transición o una crisis de crecimiento, uno se podrá preparar para afrontar esto conscientemente y con los ojos abiertos, y tal vez obtenga más de ello en términos de madurez personal y desarrollo espiritual. Tal conocimiento puede ayudar también a evitar decisiones demasiado precipitadas o presurosas. Asimismo, la sensación de desesperación que surge con frecuencia en medio de una crisis la podrá disipar la aptitud del estudiante para predecir el final del ciclo. Sin embargo, el conocimiento previo puede tener también efectos negativos. Anticiparse a una crisis inminente induce muy a menudo miedo y ansiedad: causas primordiales de todo mal. Idealmente, este enfoque negativo debería ser menos probable desde del punto de vista humanista, puesto que su objetivo es más bien el desarrollo espiritual que el enriquecimiento o la comodidad materialista. Además el estudiante humanístico debe saber que las crisis no son acontecimientos aislados, sino fases del crecimiento individual. Debe interpretarlas con referencia a los ciclos más pequeños o más grandes dentro de los cuales ocurren: como fases de esos ciclos. La fase a la que corresponde la crisis revelará su significado y finalidad del ciclo en conjunto. La astrología humanística podrá, en consecuencia, aportar un sentido de dirección, orientación y finalidad a cualquier crisis. La aptitud para considerar lo que podría y debería desarrollarse en el futuro (o sea, el objetivo y la finalidad del ciclo completo) aunque uno esté en medio de una situación caótica común no cuenta con el auxilio de la mayoría de los libros de texto sobre astrología. Esto deberá aprenderse afrontando las experiencias en términos de la cuarta dimensión del tiempo -o sea, viendo el ciclo total en todo momento vivo y enfocando ese momento presente de manera clara y consciente. Aunque la astrología humanística puede ayudar grandemente en la comprensión de las crisis futuras, este enfoque puede ser incluso más valioso en la comprensión de aquellas crisis que ya ocurrieron. Tal visión retrospectiva es la mejor preparación para afrontar constructiva y significativamente las crisis de crecimiento aún por venir. Empero, como toda técnica, su valor depende de la persona que la use: de su valentía, su sabiduría y su visión espiritual. Nadie podrá ver, en un Mapa Natal o en una persona misma, nada que esté más allá del alcance de su propia comprensión. Un estudiante sólo podrá sacar de un Mapa Natal lo que puso dentro de su propia vida.

Las Progresiones y los Tránsitos

El estudiante de astrología humanística debe usar tanto las progresiones como los tránsitos, pero los define como categorías distintas. Basta decir que, según el criterio humanístico, se refieren esencialmente a un proceso interno o subjetivo del crecimiento del potencial individual. Se ocupan de las transformaciones graduales que ocurren cuando la finalidad y el carácter del individuo revelados en el Mapa se concretan a través de los procesos de la vida misma. Las progresiones muestran cómo la estructura natal integra se desarrolla de por sí, según la necesidad y el ritmo individual de desarrollo, de modo que lo que es una identidad arquetípica abstracta al nacer puede progresivamente convertirse en una persona plenamente realizada e integrada. Aquí no hay presión externa implícita; eso lo proporcionan los tránsitos. Las progresiones se ocupan de las transformaciones del ritmo del Yo mismo, mientras que los tránsitos se refieren al impacto del medio ambiente como una totalidad sobre el Yo. Aunque uno no está en libertad de cambiar el propio potencial de la existencia (el Mapa Natal), un individuo está en libertad para decidir lo que hará con ese potencial. La realización de las posibilidades podría concretarse fácilmente si los seres humanos vivieran en vacíos individuales: aislados e independientes uno del otro. Pero como, de hecho, todos somos parte de un medio ambiente colectivo, nuestro triunfo individual en la realización de nuestro potencial individual, depende de lo colectivo. Las consideraciones planetarias, raciales, sociales, culturales y familiares ejercen presiones constantes y poderosas, especialmente en los primeros años; si bien suministran la materia prima para el crecimiento de la mente consciente y para el desarrollo necesario de un sentido del yo, también tienden a oscurecer, ahogar, deformar o adulterar el potencial de nacimiento. Estas presiones externas son medidas por los ciclos de tránsitos, que muestran cómo la mente consciente puede desarrollarse experimentando una multitud de impactos y relaciones. La autorealización debe ser un proceso consciente, y sólo a través del uso consciente de las confrontaciones reveladas por los ciclos de tránsitos que esto podrá lograrse. Sin embargo, estas confrontaciones producen también toda modalidad de tensiones, miedos, inhibiciones, ambiciones y deseos, que casi siempre contradicen el potencial de nacimiento y tienden a convertir al individuo en lo que en esencia él no es. Algunas confrontaciones pueden causar goce, felicidad o incluso exaltación; mientras que otras podrán causar dolor, aflicción y depresión. Cuando los tránsitos reproducen posiciones y aspectos planetarios contenidos en el Mapa Natal, tienden a fortalecer los factores básicos en la naturaleza esencial de esa persona. Por otro lado, cuando los tránsitos trastornan tan fuertemente a la pauta de nacimiento, las presiones pueden tender a desintegrar la personalidad. El potencial de nacimiento -la esencia arquetípica del Yo- sigue siendo lo que es durante la vida. Es el factor permanente de todo individuo -la forma seminal de su ser y su destino. Todo lo que rodea a ese individuo en la vida (descrito por el ciclo de tránsitos) tenderá a cambiar la cualidad de su ser esencial. Día tras día su integridad será exigida. Todos estos factores a los que se refieren los tránsitos le alejarán de la esencia de su verdadera identidad, sin tener en cuenta las motivaciones e intenciones. La mejor, la más elevada y más noble de estas fuerzas -incluso el amor- tenderá a cambiar la experiencia verdadera del Yo y su destino inherente. Sintetizando: las progresiones se ocupan del desarrollo interno de la personalidad, mientras que los tránsitos se refieren esencialmente al impacto externo de la sociedad y del cosmos sobre la personalidad. Ninguno de los dos debe considerase solo. Una persona nace como semilla potencial único, y esa semilla debe desarrollarse normalmente en la concreción de una personalidad realizada. Sin embargo, el universo no se detiene en ese momento del nacimiento. Todas las cosas que vienen de allí en más, en el universo, astrológicamente ejercerán también en forma de tránsitos influencias sobre esa personalidad en desarrollo y ésta deberá reaccionar ante ellas. Este es el modo eterno. El hombre no está atado por el hado. Surgen nuevas situaciones dentro del universo en cada momento sucesivo, pero ningún hombre está obligado a responder a ellas de modo predeterminado. Allí está su libertad, pero él deberá escogerla.

Son difíciles de evaluar el grado y la cualidad de resistencia que un individuo tendrá ante las presiones y fuerzas de su medio ambiente. Además de las tradiciones socioculturales, de las lealtades raciales o nacionalistas y de las órdenes sutiles o rudas de la opinión pública como se las expresa a través de los medios masivos de comunicación (especialmente en sus propagandas), una persona es bombardeada también por radiación solar y cósmica, presión atmosférica, la tracción de la gravedad, y mucha contaminación que respira e ingiere. Todos estas influencias se abaten sobre el individuo -golpean su piel, sus sentidos, su mente y su campo electromagnético (o aura) con fuerza inexorable. Mientras el individuo pueda resistir estos impactos vivirá como un organismo relativamente separado. Cuando la suma total de estas fuerzas agota su aptitud para resistirlas y se cansa demasiado para mantenerse separado de ese océano cósmico y social circundante, el individuo se deja ir. El océano irrumpe entonces en el vacío de su separatividad y se ahoga, enloquece o muere. La capacidad de valentía no puede medirla un Mapa Natal, y nadie puede conocer plenamente la hondura de su propia aptitud para resistir, y mucho menos la de otro. Y muy aparte de esta cualidad personal de resistencia, la presión puede aliviarse porque otras personas ayudan a que uno lleve sus cargas. Hay muchas anécdotas sobre una persona a la que el amor de otra salva de un accidente o hasta de la muerte. Sin embargo, tal ayuda es meramente una medida temporaria, y eventualmente puede hacer que la persona a la que se ayuda pierde su aptitud para ayudarse a sí misma. En última instancia, cada individuo deberá aprender a resistir solo. Existen ciertas contingencias que es imposible la predicción exacta de acontecimientos internos o externos sobre la base de tránsitos críticos únicamente. El hombre deberá ser atacado desde fuera (tránsitos) en un tiempo en el que esté débil dentro (progresiones) y de otro modo sin apoyo, si ha de derrumbarse su resistencia contra la presión constante de la sociedad y del universo. No debe olvidarse esta relación entre progresiones y tránsitos. No es menester que una persona siga alguna tendencia colectiva predominante debido a un tránsito a la sazón en vigencia, a menos que corresponda o le permita satisfacer alguna necesidad individual revelada por sus progresiones. Un individuo puede cambiar su vida conscientemente en cualquier tiempo como resultado de una decisión socialmente motivada. Así, los factores individuales y colectivos-sociales se interrelacionan constantemente; y como consecuencia, los estudiantes deben usar las progresiones y los tránsitos. Rudhyar advirtió que hay dos tipos de seres humanos, hay dos tipos básicos de estudiantes de astrología: extrovertidos e introvertidos. El extrovertido centra su atención y su interés en el mundo externo y sus relaciones interpersonales, mientras que el introvertido centra la suya en el mundo subjetivo del yo, dando máxima importancia a lo que ocurre dentro de su propio ser individual. En consecuencia, el estudiante extrovertido sería el que confía en el uso de los tránsitos, mientras que el introvertido recalcaría el uso de la progresiones. Esta diferencia de opinión es básicamente una diferencia de estructura psicológica y orgánica, y como resultado no puede resolverse en común consenso mediante mera discusión intelectual. Según Jung, estos dos tipos nunca podrán entenderse entre si completamente. No obstante, el estudiante humanístico deberá poder darse cuenta de que estos dos puntos de vista representan juntos las dos mitades de una verdad completa y deberán aprender a usar tanto los tránsitos como las progresiones. Además de esta predisposición psicológica individual inherente, en la civilización occidental en conjunto existe una proclividad hacia la extroversión. Los valores colectivos y el destino colectivo pesan mucho en cada individuo en una sociedad denominada "moderna", y especialmente en quienes viven en grandes ciudades, donde la dependencia casi total de una persona respecto de lo colectivo es un factor dominante en su vida. Una sociedad tecnológica está proyectada por y para los extrovertidos -para personas que, por naturaleza, acuerdan máxima significación a sus relaciones con el mundo externo. En consecuencia, no es sorprendente descubrir que la mayoría de los estudiantes ponen acento en los tránsitos y en la predicción de acontecimientos, puesto que primordialmente se les pide que se ocupen del mundo concreto y del triunfo o el fracaso externos del individuo -de todo lo que es caro para la mentalidad extrovertida. Empero, otra razón de la preferencia del estudiante contemporáneo por los tránsitos es el deseo de que la comunidad científica le reconozca. En estos, los tránsitos -con las posiciones reales, día tras día, de los planetas- representan datos astronómicos, en oposición a la naturaleza puramente simbólica de todas las formas de progresiones, y son más científicamente aceptables. Como el estudiante orientado hacia los acontecimientos es a menudo adherente de algún sistema "científico" de pensamiento, esta predilección por los tránsitos parece lógica, aunque una explicación científicamente aceptable de cómo el Mapa Natal sigue siendo una placa sensible capaz de registrar los impactos planetarios durante toda la vida continuará siendo siempre una dificultad casi insuperable. El estudiante holístico no estudia los cielos con la esperanza de encontrar modos de evitar situaciones indeseables. Al mismo tiempo, no podrá desestimar los tránsitos en la misma medida en que no podrá ignorar al mundo externo que aquellos representan. El estudio y desarrollo de la personalidad es un equilibrio sutil de progresiones y tránsitos -de lo externo y lo interno. El estudiante humanístico deberá entender y usar los tránsitos de un modo que sea fundamentalmente diferente de su colega orientado hacia los acontecimientos. Si bien aceptará el hecho de que todos estamos sujetos a las presiones constantes del medio ambiente externo, deberá postular que, como individuos, somos capaces de resistir a esa presión si interiormente somos lo bastante fuertes.

El Estudio de los Tránsitos

Como se la ve desde la Tierra, la pauta del sistema solar está cambiando constantemente. El término "tránsito" se refiere a esos cambios -los datos astronómicos en bruto que la astrología procura interpretar. Por definición, "tránsito" significa "moverse o pasar a través o de una parte a otra"; el Sol, la Luna y los planetas se desplazan todos a través del zodiaco y pasan a través de puntos de referencia específicos. En la práctica, los estudiantes consideran primordialmente a los tránsitos en su relación angular con las posiciones natales del Sol, la Luna, los planetas y los ángulos del Mapa Natal, aunque en el sentido más estricto, deben referirse solamente al pasaje de un planeta sobre una posición natal -por ende, a la Conjunción. El estudiante tradicional contempla al Mapa Natal como una estructura fija que permanece sin cambio durante toda la vida, y usa los tránsitos para explicar cómo cambia constantemente la vida a la que el Mapa Natal se refiere constantemente. Hace esto calculando el aspecto entre el planeta en tránsito y la posición natal, estipulando que el tránsito causa cambios en la operación de la función del planeta natal. La naturaleza de estos cambios es determinada supuestamente por el carácter del planeta en tránsito. Por ejemplo: cuando Mercurio en tránsito aspecta a un planeta natal, debe ocurrir una estimulación mental que acreciente las facultades racionales de esa persona. Un tránsito de Venus debe causar una intensificación de la naturaleza sentimental, mientras que se supone que Marte activa un planeta aspectado con energía (ira o agresión, si Marte es contemplado como "malo"). Un tránsito de Júpiter expandirá y aportará oportunidades de crecimiento y buena suerte, y un tránsito de Saturno debe inhibir o contraer (o aportar mala suerte o pérdida si se lo juzga maléfico). Un tránsito de Urano inspirará, transformará o aportará cambios radicales; mientras que un tránsito de Neptuno debe cubrir la experiencia en una niebla poética y aportar oscuridad; y se supone que un tránsito de Plutón causa la ruptura respecto de tradiciones pasadas. A esta altura, el estudiante puede preguntarse: ¿Por qué un planeta en tránsito debe "producir" necesariamente efecto alguno? La explicación tradicional de las "influencias planetarias" postula que dentro de cada individuo hay "puntos sensibles" o "centros" a los que corresponden las posiciones planetarias al nacer; estos puntos sensibles son activados de algún modo por los tránsitos (o por progresiones). Esta hipótesis es la quintaesencia de la astrología orientada hacia los acontecimientos. Aquí la tendencia es aislar cada aspecto en tránsito de los otros, el cual puede ser un procedimiento lógico si se buscan acontecimientos muy específicos. Sin embargo, los acontecimientos, así considerados, adquieren casi inevitablemente un matiz de predestinación, y los resultados de este enfoque pueden ser espantosos. Cuando un estudiante ve que un eclipse va a caer en su retorno solar, o que una Conjunción de planetas tradicionalmente "maléficos" hará Cuadratura a su Sol natal, les es difícil evitar manifestaciones de temor subconsciente, si es que no consciente. Casi todos los estudiantes, antes de tornarse de orientación humanística, aprendieron los rudimentos de la astrología de los libros de texto habituales y de maestros que recalcaron el concepto de la "influencia planetaria". Este concepto, aceptado por generaciones de astrólogos, persistirá en el nivel inconsciente. Aunque que uno sea atraído intelectualmente hacia el humanismo, en los niveles más profundos del sentimiento se estará aún sujeto a la noción de las "influencias". 

Así, cuando se notan tales tránsitos poderosos, y porque son manifestaciones objetivas y concretas de lo que puede verse en el cielo, se los juzga fenómenos fatídicos e inevitables, por más que uno pudiera resistir a ese sentimiento en el nivel consciente. Sea lo que fuere lo que se procura hacer para evitar el peligro proyectado, no podrá hacer que el tránsito mismo desaparezca. El tránsito tendrá lugar, y si uno "cree" verdaderamente en la astrología, entonces está obligado a ocurrir algún acontecimiento relacionado con significados establecidos. De otro modo, sería falsa la tesis astrológica de alguna forma de correspondencia entre planetas y hombres. La astrología puede tenerla en ambos sentidos. Cuanto más recalcan los astrólogos las razones científicas impersonales de las correspondencias astrológicas, mayor es el peligro psicológico potencial en el asesoramiento astrológico. Pero, ¿la doctrina de las "influencias planetarias" puede verdaderamente llamarse científica, cuando no tiene en consideración los hechos astronómicos en la interpretación de los tránsitos? Un tránsito se refiere a un cambio astronómico que tiene lugar literalmente en el cielo. Estos cambios nada tienen que ver íntimamente con nosotros como individuos; en realidad, tendrían lugar aunque en la Tierra no existiera vida. La presencia de los planetas como aparece en las efemérides corrientes en cualquier tiempo en un Signo dado puede, por tanto, referirse solamente a una tendencia general en efecto durante el tiempo de sus tránsitos. La duración de la tendencia varía según el lapso que un planeta dado permanece en un Signo dado. Asimismo, como todos los planetas se mueven continuamente a diferentes velocidades y aspectándose entre sí en el cielo, crean una completa pauta siempre cambiante que deberá interpretarse en conjunto. Por esta razón, la tendencia de los principiantes, de los libros de texto sobre astrología y de muchos astrólogos profesionales es aislar cada aspecto de cada planeta en tránsito respecto de cada planeta natal o ángulo, y estudiarlo separadamente nunca dará un cuadro de la realidad viva. Tal como la pauta celeste siempre cambiante es un hecho, así también es un hecho que un individuo es parte del mundo que le rodea, y que su destino individual es influido por las tendencias generales en cualquier tiempo dado. Debido a esto, un individuo deberá eventualmente ocuparse de los factores colectivos -del modo en que las personas en general tenderán a pensar, sentir y actuar. Cuando los planetas en tránsito aspectan su Mapa Natal, solar o lunar, esa persona es agitada por una tendencia general; y le guste o no, está sujeta a las presiones de lo colectivo. Lo que ocurre como resultado no se relaciona directamente con su destino vital individual -no es la exteriorización de una fase de desarrollo individual, aunque pueda cambiar su vida individual. Esta última posibilidad es más probable que ocurra cuando las progresiones y los tránsitos apuntan en la misma dirección. Los tránsitos llaman la atención sobre el hecho de que los individuos no viven en un vacío. Uno no puede aislarse del universo. Está obligado a responder del mismo modo a todos los cambios del mundo social, cultural y político, lo mismo que a todos los cambios de la biosfera. La tarea del estudiante humanístico es responder al universo -a los tránsitos- de manera individualizada. Nadie está obligado a seguir pasivamente alguna tendencia colectiva predominante debido a un tránsito en vigencia en ese tiempo. Los resultados dependerán, pues, de su condición subjetiva y de su capacidad para resistir a las presiones externas. Por esta razón la astrología humanística recalca el principio de que no es menester considerar que un tránsito supuestamente "tensionado" denote el impacto de una fuerza externa al hombre. Aunque la situación astrológica se relacione o sea sincrónica con un acontecimiento que tenga una causa externa -un accidente de tráfico, asalto a un avión, o verse involucrado en un disturbio callejero, o perder el trabajo por quiebra de la empresa- no deberá darse por hecho en su aspecto externo. El estudiante humanístico considera que la configuración astrológica se refiere a lo que tiene lugar dentro del individuo. Lo importante es la respuesta interna, cualquiera sea el acontecimiento externo. La predicción exacta no es lo importante, sino más bien la creación dentro de uno mismo de una actitud positiva, valiente y consciente frente a una experiencia necesaria para el propio desarrollo psicológico y espiritual. Cualquier sea la crisis externa, deberá entendérsela como una fase necesaria del crecimiento. A menudo la situación externa no podrá cambiar, de modo que lo que importa es cómo se la enfrenta y qué significado se da a la experiencia. La única libertad verdadera existe en la aptitud del individuo para dar a sus crisis el significado de crecimiento y realización, o el significado de desesperada frustración y desintegración. Nosotros -no los planetas- somos responsables de los resultados de todas las confrontaciones vitales. En consecuencia, la tarea del estudiante no consiste en erigirse en una especie de oráculo, sino más bien en ayudarse a sí mismo a entender mejor su potencial natal y alcance su plena estructura como ser maduro que irradia espiritualidad. Es psicológicamente importante que uno debe evitar acentuar cualquier tránsito simple, particularmente los denominados "tensionados". En el enfoque humanístico se estudia más bien tendencias que acontecimientos -más bien las fases cíclicas que aspectos agudamente definidos. El humanismo se dirige más bien a la totalidad del ciclo vital que a un resultado particular considerado fuera del contexto de la vida total. Practicar de este modo la astrología no hará de uno un adivino asombroso, y eso es esencial si uno quiere ayudarse a sí mismo.

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Los Ciclos Genéricos

Enteramente aparte de los aspectos que los planetas en tránsito hacen a los planetas y ángulos de un Mapa Natal, un estudiante podrá también aislar un planeta especifico y estudiar su ciclo individual, relacionando el planeta en tránsito a su posición natal. Cada "retorno" de un planeta en tránsito a su posición natal simboliza un nuevo comienzo de acuerdo con la naturaleza de ese planeta. Habiendo absorbido las lecciones del ciclo anterior, el retorno es un escalón arriba en la escalera del desarrollo hacia un nivel nuevo y superior. Sólo cuando se aprendieron las lecciones del ciclo anterior, o cuando el desarrollo necesario no tuvo lugar, el nuevo ciclo es una repetición de sí mismo. Estos se llaman los ciclos "genéricos" porque se relacionan específicamente con el género homo, que significa "hombre"; y las crisis que describen son las comunes a todos los seres humanos en virtud del hecho de que llegaron a una edad especifica. El punto de partida de un ciclo genérico es la posición natal; y en el curso de una vida de 84 años, todos los planetas, excepto Neptuno y Plutón, efectuarán por lo menos un circuito completo del Mapa Natal y retornarán a su posición natal. Los ciclos genéricos no describen acontecimientos externos, sino más bien las etapas de un proceso interior de crecimiento, desarrollo y decadencia específicamente relacionados con la naturaleza de los planetas. Aunque las crisis que describen son generalmente dolorosas -físicamente como en el caso de cuando nacen los primeros dientes, o emocionalmente, como en la experiencia de la adolescencia, no sólo son fases naturales sino necesarias del desarrollo. Estas son las crisis de las que la gente más se queja y que menos controla; pues ni siquiera con medidas extraordinarias hay modo con que un individuo pueda evitar experimentarlas, excepto muriendo.

El Ciclo de los 40 años

Considerando los ciclos de los planetas transpersonales que nos afectan entre los 38 y los 43 años, se describe los desafíos y la apertura de horizontes que acompañan la tan temida "crisis de los 40". Todo lenguaje simbólico nos ayuda a traducir un concepto y encontrar un significado para una experiencia. De la misma forma, la astrología se apropia del símbolo para descodificar los fenómenos que ocurren entre el cielo y la Tierra. El Mapa Natal, siendo una estructura de espacio y tiempo, puede ser vista como una semilla, que ya contiene en sí todo el potencial de vida futura. A través de la observación de los tránsitos y progresiones de los planetas, el Mapa puede indicar los ciclos de desarrollo individual; el tiempo en este contexto no es sólo matemático y lineal, sino "cualitativo". Este estudio aborda, bajo el prisma astrológico, un período bastante complejo de desarrollo humano que ocurre cerca de los 40 años, frecuentemente llamado como la "crisis de la mitad de la vida". De acuerdo con astrólogos y psicólogos, este período se caracteriza por una crisis de identidad, en que la falta de sentido va influyendo de diferentes maneras la vida de muchas personas. Los objetivos profesionales, la importancia de la familia y de las relaciones, las creencias y valores religiosos, todo puede quedar temporalmente como inmerso en un vacío existencial. En la faja de los 40 años, la pérdida de resistencia y de belleza física genera una ansiedad que va minando la autoestima, creando en algunos personas comportamientos compulsivos y hasta patéticos. La sensación de "última oportunidad" o de "necesito recuperar el tiempo perdido" puede tener un efecto positivo para algunos, si se toma como un desafío para adentrarse en una vida más plena y rica. Inadvertidamente, para otros ese proceso puede transformarse en una desestructuración de valores que puede tener consecuencias peligrosas. Al respecto dice la astróloga Liz Greene: "No debe sorprender que los cambios sincrónicos en la psique del individuo durante la crisis de la mitad de la vida sean tal vez los más importantes que él experimentará. Una vez superadas las fronteras de Saturno, estamos en el reino del inconsciente colectivo -fuente de las imágenes arquetípicas- y de impulsos que no tienen nada que ver con tendencias de la personalidad, más bien muchas veces son contrarios a ellas". Por ejemplo, un empresario exitoso que, al cumplir 41 años, tomó algunas decisiones típicas de esta disconformidad: dejó a su mujer que tenía su edad, compró una moto y dio inicio a una verdadera maratón sexual con mujeres más jóvenes. Un resumen de toda esta intoxicación juvenil: un nuevo casamiento deshecho en apenas ocho meses, un hijo, declive profesional y un inevitable stress con algunas consecuencias desastrosas para su salud. En verdad, existen varias situaciones posibles en que tanto un hombre o una mujer pueden radicalizar sus actitudes en una búsqueda desenfrenada por la juventud que obviamente no llegará. Tiranizados por los medios y creyendo poder mantener una forma física siempre jovial, acaban por cultivar un mundo de apariencias, en que no miden esfuerzos para obtener resultados, casi siempre, poco convincentes. Está bien que una pasión arrebatadora es muy deseable, pero no nos salvará de nada ni tampoco de nosotros mismos. Asistir al envejecimiento de la propia generación y adquirir la conciencia de que no se es inmortal se torna un gran desafío, especialmente para aquellos anclados a un tiempo que ya pasó. En esta fase, estamos impactados por tres fuertes y largos ciclos, que son los tránsitos de Urano, Neptuno y Plutón, que generalmente comienzan a actuar (con variaciones), a partir de los 38 años, extendiéndose hasta los 42/43 años. Estos tránsitos son catalizadores de conflictos, crisis y rupturas que llevan, invariablemente, a grandes transformaciones. Podemos decir que ésta es una época de evaluaciones, en que se mira al pasado teniendo en cuenta al futuro; eso implica una reflexión y una gran valorización del presente. Eso de dejar para después, ya no funciona más. Hay una crisis con el paso del tiempo, y el desconocimiento de uno mismo implica una sensación de perplejidad.

Urano Oposición Urano

En sentido psicológico, Urano trae una gran inquietud, un tono de alta electrificación que acelera el ritmo de la vida, empujando a la persona hacía lo nuevo. Este tránsito aparece bajo la forma de explosiones de ideas, proyectos que van a subvertir y quebrar aquellos patrones condicionantes. Es un proceso de oxigenación en el mundo mental, que tonifica el espíritu, obligando a la persona a desatarse a sí misma; hay un poderoso deseo de libertad. En un primer momento, ese ciclo tiene un efecto desintegrador, y la vida parece estar al revés. Los primeros síntomas son: los ideales del pasado pierden sentido; los amigos hablan una lengua incomprensible; el trabajo se transforma en sinónimo de resignación. A veces, hasta el matrimonio, que antes era un lugar seguro, pasa a ser visto como una prisión de obligaciones sin fin. Urano nos torna más lúcidos e inquietos; los cuestionamientos explotan: "¿Dónde fueron a parar la magia de las antiguas pasiones y los descubrimientos?" "¿Años de trabajo e dedicación sólo para esto?" "¡Mi vida es un tedio, basta de seguridad!" Frustraciones, amores de juventud y sueños no realizados vienen a nuestro encuentro, pidiendo atención. No quieren justificaciones, quieren espacio y experiencias reales. La alarma suena: ¡atención, vas a crecer! Se observa, próximo a los 40 años, un creciente cambio de intereses y de propósitos. Muchos hombres vuelven al lado más femenino de su naturaleza, dando más importancia a los sentimientos, a las relaciones íntimas o a la propia familia. Se tornan más receptivos, necesitando de un mayor contacto con su subjetividad, su mundo interior. El éxito social y profesional ya no satisface como antes; evidentemente esa percepción causa una cierta incomodidad. Por otro lado, en esa edad, la mujer cuya identidad estaba, muchas veces, proyectada sólo en la función materna y familiar, proveyendo y educando, comienza a buscar un movimiento contrario al del hombre. Precisa extrovertir sus intereses, ir hacía el mundo, buscar allá afuera otras referencias, una nueva identidad. No es el peso de 20 años de casamiento lo que torna a las personas infelices, sí lo es entrar en la medianía de edad en una sociedad de culto a la juventud con la falsa expectativa de que los papeles y reglas, los sueños y los ideales que pudieron haber servido para la primera mitad de la vida pueden ser adecuados para la segunda. No lo serán, ni pueden serlo. La segunda mitad de la vida debe tener su propio significado. De otra forma, será poco más que una patética imitación de la primera. El descubrimiento de Urano, en 1781, coincidió con la época de dos grandes cambios políticos en un mismo período, las revoluciones francesa y estadounidense, ambas transmitiendo ideas de igualdad y libertad. Coincide también con el inicio de la Revolución Industrial, que comenzó la era tecnológica del siglo XIX. Surgieron nuevos impulsos que cambiaron la conciencia humana, ampliando posibilidades tanto en el sector social como en el político y científico. Urano es el segundo planeta situado más allá de la órbita de Saturno, quien representa las estructuras definidas y el universo organizado. Urano es la utopia, lo que vendrá; representa progreso, y todas las formas de tecnología que descubren los complejos más misteriosos de la naturaleza. Tiene como función romper las barreras del pasado e innovar, acelerando y desafiando las barreras de las tradiciones. Se le asocia a la ciencia y la tecnología, las conquistas espaciales, la física cuántica, la rapidez y eficiencia de los medios de comunicación, la informática e Internet. Las crisis uranianas traen la constatación de que ya no somos tan jóvenes como nos gustaría; nos falta disposición física, y es preciso reconocer los límites que el tiempo impone. Si un tipo de trabajo, filosofía de vida o relación personal está bloqueando nuestra evolución personal, habrá circunstancias externas que, de una manera u otra, nos obligarán a cambiar. Eso en el caso que haya una resistencia a los cambios inminentes, pues un hecho es cierto: ellas ocurrirán. Roberto Assagioli, fundador de la Psicosíntesis, lo llamó "colaboración con lo inevitable", o sea, intentar aprender y usar esos períodos con más creatividad, aceptando tanto la luz como la oscuridad de esos momentos. Es siempre importante dar una expresión creativa a esa incomodidad, pues toda crisis sugiere una oportunidad de crecimiento y, sea en el plano que fueren, es necesario que ocurran rupturas. Es hora de movilizar los recursos internos disponibles para ese giro. Buscar otro tipo de trabajo o hobby, alimentación, hábitos más saludables, estudiar algo que siempre uno quiso y adecuar el tiempo y placer para uno mismo son salidas positivas para atravesar este período.

Neptuno Cuadratura Neptuno

Neptuno es el planeta de los sueños, de los sentidos psíquicos, de la música, las drogas, y de todo aquello que produzca un estado alterado de conciencia, permitiendo mayor sensibilidad y un alejamiento de la realidad concreta. Él es el principio de la ausencia de formas, el radar para contactar con el mundo invisible, representa el impulso para la transcendencia. El tránsito de Neptuno nos pide la disolución de nuestro ego y, así, va lentamente minando y apagando las barreras y los límites entre nosotros y los demás. Esas fronteras se deshacen, dando lugar a nuevas impresiones o sensaciones que antes estaban dormidas en el inconsciente y que ahora emergen hacia la conciencia. Son frecuentes en esta fase los sueños con el mar, agua en movimiento, formas indefinidas y los mensajes ambiguos. O sea, aquello que antes estaba proyectado de una forma definida o rígida -sea un trabajo, un ideal o un punto de vista, todo parece perder su forma original o importancia. Confusos acerca de lo que realmente somos, ya no sabemos lo que queremos de la vida. La derrota del ego es una experiencia humillante. A medida que Neptuno va realizando tránsitos importantes en nuestro Mapa Natal, frecuentemente nos descubriremos en situaciones en las cuales no queremos estar, pero acerca de las cuales nada podemos hacer. Podemos enojarnos con dios, por tales problemas, o podemos orar, pidiendo su ayuda. Es innecesario decir que la seguridad y la autoconfianza serán eliminadas de la vida psíquica por algún tiempo. La duda y confusión internas son incómodas y tienen un efecto paralizante en la vida de las personas. Algunas sienten como si estuviesen pasando por una calle sin señales o conducen con neblina al final de la tarde. "Solo sé que nada sé" es la tónica de la crisis neptuniana. La sensación de pérdida de control es real; hay una fuerza desconocida actuando veladamente: nuestro mundo mágico lleno de ilusiones comienza a desmoronarse, la distancia entre los sueños y la realidad se hace cada vez más visible e inevitable. Naufragio a la vista: aquello que nos daba identidad, tanto a nivel personal, afectivo o profesional, se va hundiendo en los mares de Neptuno. ¿Qué hacer? La respuesta es: ¡nada! Hay un período en que se está a merced de la vida y ella nos pide un sacrificio, un abandono, una entrega, pues no hay una actitud correcta. Al desistir de la búsqueda se crea en la psique un nuevo espacio y, a partir de ahí, la posibilidad de que aparezca algo que nos ayude a salir del impasse, pero en el momento indicado. Luchar contra el destino solo complica aún más profundamente a la persona. Como un animal atrapado en una red, cuanto más se debate la fiera, más apretado es el lazo que la amarra. No tenemos escapatoria cuando luchamos contra nosotros mismos. Muchas personas quieren cambiar, pero este cambio debe comenzar por la autoaceptación. La vida no es estática; está constantemente evolucionando o involucionando. No es preciso hacer nada para crecer. El crecimiento se da natural y espontáneamente cuando la energía está disponible. Abandonarse y rendirse a una situación es muy difícil, en especial para la mente competitiva del hombre moderno. Pero esa es la gran aventura, el gran desafío de los tránsitos de Neptuno: dejar que ocurra, dejarse llevar, tener fe en lo desconocido. Observar las imágenes internas, aquietar la mente, contemplar la naturaleza, trabajar con la tierra, nadar, danzar o pintar, todo puede ayudar en este proceso de decantación del inconsciente. Neptuno en tránsito sensibiliza y refina los sentimientos básicos de las personas y su sentido de valores. En el plano transpersonal, él es la sabiduría del alma humana que emana de lo divino a través del amor, de la compasión, de la generosidad y la serenidad, trayendo la bienaventuranza. Neptuno fue descubierto en 1846; en esa época, se daban en Europa las primeras experiencias con la hipnosis para el tratamiento de la histeria y se descubrían los analgésicos. Asistimos también al inicio de la exploración del inconsciente humano. El estudio del lenguaje de los sueños dio comienzo a los primeros postulados de la llamada psicología profunda. Se fundó la Sociedad Teosófica en Europa, y creció el interés por filosofías y religiones orientales como el budismo, el hinduismo y el espiritualismo en general. En astrología, Neptuno representa la inspiración, los ideales místicos, el inconsciente, la sensibilidad psíquica y la compasión; la capacidad de imaginar es típicamente neptuniana. Neptuno era el dios de los mares (Poseidón) en la mitología griega; los océanos también representan las aguas del inconsciente colectivo que abrigan las emociones profundas, el gran útero de la Madre Naturaleza donde emerge toda vida.

Plutón Cuadratura Plutón

La llave para comprender la naturaleza de los ciclos plutonianos es percibir que ellos se manifiestan siempre en términos de opuestos, trayendo experiencias de alegría y dolor, luz y oscuridad, ampliando la conciencia y haciéndonos más completos. En la mitología griega, Hades o Plutón era el soberano de las profundidades de la Tierra. Como analogía simbólica es el señor de nuestro inconsciente profundo: allí moran las memorias de la infancia, los complejos emocionales, los instintos básicos, los miedos y las frustraciones. Están también nuestras "riquezas" y talentos desperdiciados, potenciales de vida aún no desarrollados, rasgos positivos de nuestra personalidad que, como piedras preciosas, precisan ser descubiertas para luego ser pulidas. El ciclo de Plutón tiene como función y propósito la eliminación o la muerte de todo lo que está viejo y estancado o que es tóxico dentro de la psique o el cuerpo. Es como un volcán dentro nuestro, que entra en erupción, lanzando afuera todo lo que estaba inconsciente, enterrado o reprimido por la acción del tiempo o el olvido. Este proceso puede ocurrir de diferentes formas: es muy perceptible en cuestiones de salud porque libera las toxinas o abscesos acumulados que salen a la superficie para limpiar el organismo. También en cuestiones de relaciones íntimas encontramos la efervescencia plutoniana. Podemos vivir pérdidas o separaciones con personas muy próximas que "despiertan" en nosotros sentimientos bestiales de rabia, destructividad y venganza aterradores. Los complejos emocionales quedan al desnudo y las defensas caen: quedamos impotentes y desamparados. En el mito, Hades rapta a Perséfone y la arrastra consigo bajo tierra. En tránsito es como si él nos empujase hacia dentro del inconsciente, en un "impulso regresivo de depresión, de apatía, de pérdida de energía vital, que las tribus de África llaman la pérdida del alma". Son comunes, en estos casos, los sueños en que aparecen sótanos, pozos, selvas oscuras, túneles, aguas oscuras, dragones, figuras opresivas, incendios y hasta la propia muerte. El planeta Plutón fue descubierto en 1930, cuando se obtuve por primera vez la liberación de la energía de la materia a través de la fisión nuclear. Este hecho coincidió con la ascensión del Tercer Reich en Alemania y con la eclosión de gobiernos autoritarios y guerras en toda Europa. El final de la Segunda Guerra Mundial se dio bajo el terror y el impacto de la explosión de la bomba atómica en 1945, cuyo poder de destrucción hasta entonces era desconocido. En mitología, Plutón (Hades) era el guardián de los mundos subterráneos, donde moraban las almas de los muertos. Era su poder el que propiciaba la germinación y el desarrollo de las semillas bajo la tierra, se lo adoraba en la Grecia antigua como el dios de la fertilidad. En una definición esencial, diríamos que este planeta representa el poder en diferentes formas: poder de regeneración, de coraje, de curación, de sexualidad, del potencial invisible de la naturaleza. Es el planeta ligado a los misterios de la magia, de la energía atómica, la psique colectiva. Plutón representa el arquetipo del incesante ciclo de muerte y renacimiento, creación y destrucción, presente en todas las formas de naturaleza. Presenciamos esto todo el tiempo en los ciclos de las cuatro estaciones del año. Todos estos hechos históricos hablan de una relación o de una reciprocidad entre el alma universal y el alma humana. Jung llamó a este proceso "constelación de imágenes arquetípicas latentes". En términos psicológicos, las constelaciones del cielo son donde los arquetipos del inconsciente colectivo aparecen proyectados, de tal forma que, en contraste a los mitos, cuentos de hadas y otras elaboraciones del arquetipo, su cualidad de tiempo también es considerada. El arquetipo está constelado y se torna un poder realizador teniendo efectos reales, solamente cuando una actitud específica de la conciencia prevalece.

El Ciclo de Quirón 

La primera Cuadratura de Quirón: Si la primera Cuadratura de Quirón con su emplazamiento natal se produce muy temprano en la vida, antes de la primera Cuadratura de Saturno con su emplazamiento natal, es probable que esté marcada por situaciones traumáticas e infelicidad; entonces, es frecuente que la aceleración del crecimiento psicológico que todo ello resulta se establece por mediación de una enfermedad física. Los aspectos tensionados en el Ciclo Quirón-Quirón suelen corresponderse también con una apertura a lo transpersonal que hace que realidades espirituales más vastas pesen fuertemente sobre nosotros. Por consiguiente, cuanto más temprana sea la primera Cuadratura de Quirón, más difícil será digerir e integrar estas experiencias, ya que a menudo en ellas subyace la vivencia de una profunda herida. Positivas o negativas, estas experiencias transpersonales pueden permanecer latentes durante muchos años antes de que la persona pueda aproximarse conscientemente a su núcleo y entender su significado íntimo, quizás en espera de la Oposición de Quirón con su emplazamiento natal, o del tránsito de un planeta exterior por una parte clave de la configuración de Quirón. Durante los siguientes tránsitos del planeta, sobre su propio emplazamiento o sobre los de otros planetas, la persona puede volver a pasar por la misma enfermedad o encontrarse en la vida con situaciones similares; los mismos ingredientes psicológicos se congelarán de diferente manera, pero serán portadores del mismo significado.

La primera Oposición de Quirón: Con frecuencia, la primera Oposición Quirón-Quirón señala muy claramente algo referente al propósito y el significado de la vida de una persona, y muchas veces se hace eco de acontecimientos vitales e incluso de síntomas físicos provenientes del periodo de la primera Cuadratura del planeta a su emplazamiento natal. Tanto la Oposición como la segunda Cuadratura también pueden ofrecer oportunidades de sanar heridas infligidas a la naturaleza instintiva. Con frecuencia, los tránsitos de Quirón van acompañados de una reconexión con la sexualidad y con la vida de los sentidos; esto proporciona una oportunidad de reequilibrar las partes "superiores" e "inferiores" de nuestra naturaleza, y a hacerlo, de mitigar la unilateralidad que puede que puede haber ido desarrollándose a lo largo de la vida o que quizá sea intrínseca a nuestra naturaleza.

La segunda Cuadratura de Quirón: La última Cuadratura de Quirón con su emplazamiento natal es, potencialmente, una época muy creativa, ya que para entonces es probable que tengamos más madurez y comprensión de nosotros mismos y más sentido de cuál es nuestro lugar en la vida. Sin embargo, si hemos vivido principalmente en el marco de estructuras saturninas heredadas y/o colectivas, sin tomar en serio la vida de nuestra propia alma, ésta puede ser una época dolorosa. Es probable que tengamos que hacer el duelo por pasadas traiciones a nosotros mismos y no pensar más en ello; quizá necesitemos enfrentarnos interiormente con nuestra apatía, nuestra intransigencia y nuestra falta de responsabilidad por nuestro ser interior. Con frecuencia, la respuesta a este dolor es empezar seriamente el intento del descubrimiento del tiempo perdido y de las oportunidades desperdiciadas.

El Retorno de Quirón: Con el retorno de Quirón a su emplazamiento natal, si ya no lo hemos hecho antes, empezamos a orientarnos hacia la muerte, el término de nuestra vida física sobre la Tierra. El punto medio de la vida ha pasado. Las mujeres ya no tendrán más hijos; generalmente, unos pocos años antes habrán pasado por la menopausia y las exigencias de su papel de madres habrán cambiado a medida que los hijos iban haciéndose más independientes. El retorno de Quirón nos plantea la cuestión de qué es lo que vamos a hacer en la última parte de la vida. Con frecuencia volverá a emerger algún material relacionados con puntos anteriores del ciclo Quirón-Quirón, para ser reelaborado y vuelto a situar de otra manera en la estructura global de la vida. Una vez más, pueden producirse enfermedades, depresiones y una confrontación interior con nosotros mismos; esta vez, todo ello suele tener como objetivo la integración de la totalidad del ciclo, una revisión y una reestructura interiores, para que la esencia de todo pueda ser incorporada en la parte final de la vida. Si todavía no se ha hallado un sentimiento personal de conexión con lo luminoso, es probable que la negación y el miedo de la muerte susciten la vivencia, insidiosa y agotadora, de la falta de sentido. Sin embargo, para muchas personas el retorno de Quirón aporta una sensación muy real de participación en el proceso global de la vida como tal, que trae como resultado un compromiso consciente con su propia individuación y con la vida espiritual. El retorno de Quirón nos invita a aceptar de esta manera el reto de la vida. Si todavía no se ha reconocido y sentido plenamente el resentimiento, la cólera o la culpa por el dolor causado por anteriores situaciones hirientes, esos sentimientos pueden hacer erupción ahora en forma de amargura, enfermedad, desesperación y depresión. Sin embargo, es frecuente que haya fuertes motivaciones para renovarse en este periodo; tal vez tengamos la sensación de que es la última oportunidad, para decirlo con la profundidad de Gibran, también ésta plantea sus dificultades, ya que; "No, no será sin un herida en el alma que dejaré esta cuidad. Largos fueron los días de amargura que pasé dentro de mis muros, y largas noches de soledad; ¿y quién puede despedirse sin tristeza de su amargura y de su soledad?". Durante este periodo puede ser beneficioso asegurarnos de contar con la soledad suficiente, con tiempo para reflexionar sobre el término del ciclo de Quirón -quizá para hacer un duelo por este final- y para dar la bienvenida a los últimos años de nuestra vida, y procesar y digerir el pasado en la medida suficiente para convertirlo en una especie de mantillo que asegure la fertilidad del periodo siguiente. Quizás sea preciso sacrificar las esperanzas y los sueños que ya no pueden ser satisfechos en su forma original, ya que pueda tener lugar la renovación.

¿Cuando llegará la Luz al final del túnel?

¿Como sobrevivir a un período tan penoso, de situaciones tan drásticas y paralizantes? ¿Cuando llegará la luz al final del túnel? Repito, son importantísimas la aceptación y la entrega. Según la terminología junguiana, cuando la confrontamos, la sombra es liberada, tornándose una energía extremadamente creativa. A través de la aceptación, de la contención y el trabajo sobre nuestros complejos infantiles, nos ligamos otra vez a parcelas de nosotros mismos que habíamos reprimido. Considerando que esos complejos reaparecen inicialmente en una forma negativa, la energía que contienen, al principio negada pero ahora reclamada, se hace finalmente disponible para ser integrada de vuelta a nuestra psique de manera más constructiva. Liberaremos no solamente la energía aprisionada en nuestros complejos, sino que también ganaremos para nuestro uso, toda la energía que empleábamos para reprimirlos. Este salto a lo desconocido, la comprensión profunda de esa confrontación entre luz y sombra es el gran misterio de la vida y la muerte, constituyen el lado luminoso de los ciclos de Quirón, Urano, Neptuno y Plutón. En estos estados de desorientación psíquica precisamos un apoyo extra que puede durar algunos años. Psicoterapias, deporte, trabajos con la sensibilidad y la creatividad, meditación, Yoga, entre otros, tienen una función positiva, pues pueden renovar y redireccionar la energía psíquica, superando viejos patrones de pensar y sentir. Es preciso liberarse de culpas y resentimientos del pasado, perdonar y creer que la vida nos devolverá en una misma proporción alegría, espontaneidad y nuevos propósitos creativos, una vez que se está renaciendo para la segunda mitad de la vida. No podemos a veces cambiar una situación externa, pero es posible cambiar la manera como se observa y cómo se enfrenta un obstáculo. El evento en si no siempre es tan importante, pero si la reacción interna y la relación profunda que establecemos con ello. A despecho de la "calidad" de la experiencia que se pasa es vital encontrar un sentido o propósito para aquello que tenemos que enfrentar. La transitoriedad de la vida, los vínculos, los lugares, lo que somos o dejamos de ser es nuestra única gran certeza de la existencia. Convivir con este hecho y aceptarlo, así como el envejecimiento y la muerte, son los grandes desafíos que surgen a los 40 años. Pero está en camino un sutil y poderoso cambio de percepción. Del mismo modo que el desapego no es apatía, la indiferencia no es alienación. En la segunda mitad de la vida crecemos internamente, nos hacemos menos apegados y menos necesitados de apreciación ajena, somos más sabios en relación a la naturaleza humana. Dejamos de estar atorados y subyugados por preocupaciones inocuas por los errores del pasado o por las inquietudes sobre el futuro. Los ciclos de Quirón, Urano, Neptuno y Plutón traen cambios profundos en la psique, posibilitando una "verticalización" de la conciencia. La crisis de los 40 es una iniciación, un verdadero ritual de pasaje, donde exorcizamos ilusiones, vanidades tóxicas, apegos, resquicios de inmadurez. Finalmente nos emancipamos en el amplio sentido de la palabra.

Alexander Ruperti "Ciclos del Devenir".

El significado de los Tránsitos en los Cuadrantes 

Cuadrante "Intuición":
Casas 1, 2 y 3

Nota clave: Crecimiento del ser esencial, del significado y uso esenciales del planeta en la vida de la persona. Impulso a usar la función planetaria de un modo nuevo como resultado de experiencias en el ciclo anterior.

Cuarto de Invierno: El periodo durante el cual un planeta transita a través de las Casas 1, 2 y 3 del Mapa Natal es un tiempo de subjetividad máxima. Tal como una semilla parece estar dormida en el invierno, el nuevo impulso, nacido del ciclo precedente de la experiencia, parece dormir. Deberá experimentarse todo lo que se logró o experimentó durante el ciclo que acabó de pasar, y especialmente en las experiencias sociales externas que marcaron su última mitad. El crecimiento es interno y subjetivo, y en la superficie tal vez no se patentice nada. Debajo, en las bases del viejo ciclo, se prepara un nuevo poder, nuevas facultades y un nuevo ciclo del destino. Ahora debe usarse más conscientemente la función planetaria bajo la luz del propio desarrollo personal -para iluminar y aclarar el sentido individual de quién y qué es uno realmente. Esta es la exigencia básica de un tránsito a través del primer cuadrante.

Cuadrante "Sentimiento": Casas 4, 5 y 6

Nota clave: Crecimiento de la capacidad de la persona para usar eficientemente la función planetaria en la vida. Uso decisivo de la voluntad para hacer del nuevo impulso una realidad concreta. Necesidad de romper con el pasado en los niveles físico, social y mental. Crisis en acción.

Cuarto de Primavera: Cuando un planeta cruza el Imum Coeli y se desplaza a través de las Casas 4, 5 y 6, el accionar interior de su función vital se adapta a las necesidades nuevas y presentes de la personalidad y del destino. Ahora empiezan a mostrar resultados externos. Lo que era subjetivo se vuelve ahora objetivo, tal como las semillas que germinaron a través del invierno brotan y crecen en la Primavera. Se descubren, aprenden y dominan nuevos modos de usar esa función planetaria. Estas son las herramientas que después le permitirán al individuo manifestar plenamente esa función vital. Además de la manifestación en los niveles biológicos y psicológicos internos y puramente personales, la nueva expresión de la función vital afectará también a los niveles sociales. Ahora, la función planetaria debe usarse en una exteriorización siempre en expansión.

Cuadrante "Sensación": Casas 7, 8 y 9

Nota clave: Crecimiento del funcionamiento. Poner en acción el funcionamiento planetario de la acción y eficiencia social. El impulso hacia un nuevo tipo de actividad debe ahora volverse realización consciente y objetiva y en una realidad concreta, a menos que la actividad constructiva de la Cuadratura creciente afronte el fracaso o la persona no pueda romper bastante limpiamente con el pasado.

Cuarto del Verano: Cuando un planeta se desplaza a través de las Casas 7, 8 y 9 del Mapa Natal, las nuevas aptitudes que se desarrollaron a lo largo del cuarto precedente del ciclo de tránsitos cristalizan claramente a través de la acción social. La persona tiene las herramientas y debe emplearlas ahora con aptitud y eficacia siempre crecientes. Como el individuo las usa en su relación con el mundo objetivo, se dará cuenta con claridad creciente del papel que el planeta representa dentro de su propia personalidad. Podrá usar conscientemente esta función para fomentar su destino externo. Su actividad social debe volverse cada vez más clara y personalizada. La culminación de este proceso de crecimiento se alcanza cuando el planeta en tránsito llega al Medio Cielo.

Cuadrante "Pensamiento": Casas 10, 11 y 12

Nota clave: Crecimiento de la influencia. Reconocimiento público, para bien o para mal, del uso de la función planetaria de la persona. Juicios de los frutos buenos o malos, de este uso. Decidir la dirección del nuevo ciclo futuro del planeta. El esfuerzo para exteriorizar, demostrar o publicitar cuanto se construyó desde del principio del ciclo, tiende aquí a suscitar críticas y antagonismo. Necesidad de consolidar la propia posición, enfrentar la oposición, aclarar las propias ideas, formularlas mejor. Reorientación.

Cuarto del Otoño: Este es el tiempo de la cosecha. Después que se alcanza el Medio Cielo natal y el planeta en tránsito se desplaza a través de las Casas 10, 11 y 12, la operación social externa de esta función planetaria es reconocida públicamente. Este reconocimiento aportará beneficios sociales o retribución para el usuario. Ahora se cosechará, sea lo que fuera, lo que se sembró mediante empeño personal (o falta de esfuerzo), durante las precedentes fases del ciclo. Juzgándose y premiándose los esfuerzos de acuerdo con la valorización de la sociedad de esa época. En este cuadrante se afrontan y deberán aceptarse los resultados de las acciones pasadas, a fin de extraer el significado esencial del triunfo y del fracaso. Cualquiera que sean los frutos -positivos o negativos- decidirán la dirección que tomará el nuevo ciclo. Aquí se forma la semilla del ciclo futuro. Cuando se alcanza el Ascendente, se experimenta una suerte de "día del Juicio". Se siembra la semilla del nuevo ciclo y se fija la dirección y el significado al nuevo ciclo. Consciente o inconscientemente, en libertad o esclavitud ante el pasado, empieza el nuevo ciclo.

La Astrología, una técnica para el estudio de los Ciclos Vitales

La astrología se puede definir como una técnica para estudiar los ciclos vitales. Su principal propósito es establecer la existencia de estructuras regulares en la secuencia de los hechos que forman parte de la experiencia adquirida interior y exteriormente por el hombre; además, sirve para utilizar el conocimiento de estas estructuras para poder controlar o darle un significado a estas experiencias. Una persona adquiere el dominio conforme va aprendiendo a controlar el génesis, el desarrollo y la periodicidad de sus experiencias. Esta es la meta que pretende alcanzar el "adepto" o el científico, una meta que consiste en cronometrar con precisión las acciones y saber ajustarse a las reacciones inesperadas. Por otra parte, conforme le da el hombre significado a sus experiencias, remitiéndose a sus propios ciclos personales e individuales o a los ciclos colectivos en general, va desarrollando una actitud consciente e inclusiva hacia la vida, adquiriendo así comprensión y sabiduría, las metas del filósofo. Desde luego, se puede decir que el estudio de los ciclos, es decir, de las actividades periódicas en la naturaleza (ya sean humanas o de otra índole), es la raíz de todo conocimiento importante y significativo, ya sea de tipo científico y filosófico. Y el estudio de los ciclos es ni más ni menos que un estudio del tiempo. Ha existido mucha confusión innecesaria en lo que se refiere a la naturaleza del tiempo. Y la confusión se origina principalmente en el no saber diferenciar entre el tiempo "genérico" y el tiempo "individual". El tiempo genérico o lo que es lo mismo, el tiempo objetivo, es el tiempo que se mide por el calendario y por los relojes; es el tiempo que hace que el campesino pueda arar la tierra y recoger la cosecha y el tiempo que establece el ritmo normal y natural de las funciones biológicas en los cuerpos humanos. Es el molde que condiciona las actividades de los seres humanos. Al igual que las actividades sociales y las reacciones cotidianas que tiene cualquier persona hacia la vida se ven condicionadas por las tradiciones culturales y religiosas y por las leyes de su país, igualmente, las actividades genéricas del hombre y su sentido objetivo del tiempo están estructurados por los ciclos celestiales, en un nivel todavía más básico. Esto último no sólo sirve para "medir" el tiempo; es la sustancia misma del tiempo genérico. Y la característica fundamental de este tiempo, que salta a la vista perfectamente, es que es cíclico, y lo es porque viene establecido por los cambios periódicos que ocurren en el entorno cósmico de la humanidad, es decir, establecido por las actividades ordenadas de las totalidades cósmicas, de las cuales nuestro mundo es sólo una parte muy pequeña. Además de este tiempo objetivo, válido para todos los seres humanos, existe un tiempo individual que todos los seres humanos experimentan como una duración subjetiva. Se experimenta como un sentimiento psíquico orgánico, normalmente inconsciente y totalmente personal, que depende del ritmo más o menos individualizado del que lo experimenta y de las condiciones particulares de cada uno que no pueden duplicarse. La duración subjetiva es un resultado o un producto del estado de la totalidad orgánica. Es la expresión del ritmo particular de un todo orgánico particular funcionando realmente como un todo y no solamente como parte de una totalidad mayor. Si observamos el nivel de la vida estrictamente animal, veremos que en él la duración es más una expresión del ritmo de la especie entera que del ritmo de un espécimen particular; el motivo de esto es porque las características individuales residen en la especie entera y no en los organismos individuales que manifiesten las características biológicas de la especie. Sin embargo, en el caso de los seres humanos, conforme empiece a operar el proceso de individuación y conforme desarrolle un hombre o mujer particular características cada vez más individuales (por tanto relativamente únicas), biológicas y sobre todo psicológicas, el tiempo "individual" empieza a sentirse y a notarse. Sentido al principio de la manera poco definida y casi conmovedora en la que los primeros anhelos de la adolescencia alcanzan la conciencia, esta sensación de duración subjetiva se hace cada vez más aguda cuanto más funcione el ser humano como individuo independiente. En los momentos de gran tensión emocional, en los que uno se siente vivir o "morir" intensamente, es cuando despierta este hecho latente; pero también se han ideado deliberadamente técnicas para inducir y acelerar dicho desarrollo interior. El Yoga hindú es un ejemplo típico de ese esfuerzo consciente de individualizar el tiempo. El resultado se obtiene mediante el control de las energías orgánicas y también mediante un nuevo enfoque del ego.

La coexistencia del tiempo objetivo y la duración subjetiva en la conciencia del individuo produce en cierto momento de la evolución personal un profundo conflicto interior. Este conflicto es paralelo a, y a la vez constituye, una función de la lucha entre los factores colectivos e individuales de la personalidad; entre el deseo de seguir o de tomar parte en las estructuras colectivas y sociales, y el querer expresar la identidad personal de uno mismo; entre la comprensión innata de que uno es una parte de un gran todo (sociedad o humanidad) y el sentimiento más íntimo de que uno es un todo, único e independiente. La astronomía y todas las ciencias exactas tratan solamente del tiempo objetivo, el tiempo cronometrado regulado por un criterio universalmente aceptado. Este criterio es fundamentalmente el día sideral, es decir, el periodo entre dos vueltas sucesivas de una estrella al meridiano, o el tiempo necesario para que se efectúe una rotación completa diaria de la tierra alrededor de su eje. La astrología, por estar basada en datos astronómicos, también trata del tiempo objetivo y de sus ciclos. Pero la astrología no es sólo un estudio de ciclos celestiales en sí mismos; se trata de una técnica de interpretación del significado de estos ciclos en referencia a las posibilidades de crecimiento de los individuos. No tiene por meta solamente el decir qué pasará en un momento determinado del tiempo objetivo. Su motivo esencial, cuando es fiel a su función más elevada y verdadera en los asuntos humanos, es indicar las posibilidades para el desarrollo individual inherente a los puntos decisivos que forman parte del ciclo de una vida humana. No trata ni deberá tratar de las obligaciones que nos impone el destino cósmico y genérico, sino de las oportunidades que tiene el individuo para emerger del molde del tiempo objetivo que le estructura rígidamente a la libertad creativa de la duración subjetiva. La astrología puede entenderse como una técnica para descubrir la estructura individual de la forma de ser de cada uno. Y esta estructura es el cimiento de la inmortalidad individual, porque la inmortalidad le da a cada uno el poder de vivir el mundo creado por cada persona y el poder de mantener intacta la estructura de ese mundo (además de tener los poderes mentales creativos firmemente establecidos), incluso contra el trauma de la desintegración del organismo biológico, lo que nosotros llamamos muerte. La inmortalidad es la victoria de la duración subjetiva sobre el tiempo objetivo. Es el triunfo de la conciencia de ser un todo con una identidad única sobre la conciencia de ser meramente una parte de la raza humana, sujeta a las estructuras genéricas y sociales de vida y de comportamiento. La Carta Natal individual erigida para el momento exacto en que comienza la existencia independiente como órgano viviente (o sea, el primer aliento o inspiración) es un símbolo cósmico de la estructura individual de la persona, pero el estudiante tiene que ser capaz de reconocer ese hecho como tal. Si piensa en la Carta Natal como si fuera una mera lectura del reloj del tiempo objetivo de un momento particular, si suma las posiciones del Sol, la Luna y los planetas como un hombre, que mirando a un reloj, lee la hora, los minutos y segundos; entonces, lo único que descubre el estudiante es la suma total de los impulsos que debe afrontar el recién nacido según las leyes de acción y reacción de su naturaleza humana genérica. Entonces, en ese caso, el recién nacido es visto meramente como una combinación de energías naturales, de tendencias ancestrales y de alianzas inevitables con las estructuras del entorno. Si, por otra parte, el estudiante puede visualizar la Carta Natal completa como una estructura individual e indivisible que revela el potencial de manifestación de una identidad única y original, que crea su propia duración subjetiva y que puede establecer el comienzo de su propia era, punto en que nace su inmortalidad, entonces el estudiante puede realizar una función espiritual. Evocará la imagen de la totalidad de Carta Natal, esto es un acto espiritual, porque el espíritu trata sólo con totalidades. El espíritu es el todo de toda totalidad viviente; y es, al operar, aquel que siempre tiende a restablecer la totalidad, el equilibrio, la armonía, la integración, la salud, la plenitud del ser, dondequiera que esté la conciencia de la carencia, de la necesidad, de grandeza que todavía no se ha llevado a cabo, de plenitud todavía por alcanzar... y, a la vez, la fe que sola puede abrir las puertas de la estructura vacía a la corriente rápida de la abundancia espiritual. El tiempo objetivo establece limitaciones y coloca fronteras para los seres humanos porque es el producto de las actividades de grandes cuerpos cósmicos celestiales realizadas en los campos electromagnéticos de los cuales un hombre aparece como una parte de lo menos importante. La posición del Sol o de la Luna o de cualquier planeta en una Carta Natal representa, por tanto, el tipo particular de subordinación que experimenta la persona en relación con las energías naturales simbolizadas por el movimiento cíclico de este mismo cuerpo celestial que produce el tiempo objetivo. De la misma manera en que un niño nace en una cierta familia que pertenece a cierta clase social, este hecho indica su subordinación al tipo particular de prejuicio social o primacía que está asociada con esta clase. Es un hecho que limita a la persona. Nacer el 30 julio de cualquier año es un hecho que también limita. Este dato establece el modo particular en  que cada uno se ve subordinado al factor de vitalidad solar, el tipo de reacción Leo a esta vitalidad solar. Sin embargo, si la Carta Natal se ve como un todo, como si fuera el "nombre" del individuo que se está haciendo, la totalidad de ello representa el potencial particular de libertad de la persona respecto a las energías naturales y prejuicios sociales que tienden a cronometrar sus reacciones a la vida. Ver la Carta Natal como un todo significa verla como una relación compleja entre los muchos factores que contiene: planetas, cúspides, Nodos, partes, etc. Una suma-total no es una relación. Sumar las indicaciones dadas por factores separados tiene valores estadísticos, pero no tiene ningún significado espiritual. El significado espiritual es una expresión de afinidad. Igualmente, un tono producido por un gran músico con un violín es una entidad compleja compuesta de muchos armónicos, cada uno de los cuales tiene una frecuencia particular, intensidad dinámica, fase, etc. Cuando oímos el tono, oímos una síntesis orgánica de todos estos sonidos-vibraciones componentes, y lo que llamamos "el timbre", la cualidad conmovedora, la carga emocional del tono, son los resultados de la afinidad de todos estos sonidos y vibraciones. Este es el "carácter" del tono; y de esta misma manera, el carácter de un individuo es una expresión de la afinidad de todas las partes que constituyen todo su ser. Y el carácter es la libertad para crear.

Los dos tipos básicos de los Aspectos y los Ciclos astrológicos

Lo que he mencionado anteriormente constituye una introducción filosófica al estudio de lo que se llama "aspectos". Si una persona nace con el Sol en el grado primero de Aries y la Luna en el grado primero de Cáncer, el estudiante dice que la persona nació bajo una "Cuadratura" del Sol y de la Luna. Lo que quiere decir con esto, en términos de análisis intelectual y geométrico, es que las posiciones tomadas en longitud zodiacal del Sol y de la Luna formaban un ángulo de 90 grados con respecto al centro de la tierra. Si hubiera medido el ángulo 120 grados, el aspecto se habría llamado un "Trígono"; si 60 grados, un "Sextil"; si 45 grados, una "Semicuadratura". Si los dos cuerpos celestes están uno a cada lado de la tierra (en lo que se refiere a sus longitudes) y, por tanto, en dos puntos opuestos del zodíaco, el aspecto que se forma entre ellos es una "Oposición". Y si los dos cuerpos se encuentran en el mismo punto del zodíaco, se dice que forman "Conjunción". Estos, por supuesto, son conocimientos astrológicos -astronómicos- básicos y elementales. Todo estudiante de astrología sabe también que cuando a la relación angular de dos planetas le faltan o le sobran unos pocos grados de diferencia para llegar a alcanzar los valores exactos antes mencionados, aún es necesario considerarlo como un aspecto. Si el Sol estuviera en el grado primero de Aries y la Luna a los 27 grados de Géminis o a los 7 grados de Cáncer, se encontrarían todavía "dentro del orbe" de la Cuadratura, orbe que esté permitido dependiendo más que nada de la velocidad a la que se mueven los distintos planetas. Sin embargo, lo que no tienen muy claro las personas interesadas en la astrología es la diferencia que existe entre las indicaciones derivadas de 1) la posición zodiacal o domiciliaria de un planeta y 2) los aspectos entre dos o más cuerpos celestes. Las indicaciones del primer tipo tratan de momentos particulares en el ciclo del movimiento del cuerpo celeste tomado en consideración, estudiándose este ciclo con respecto a un factor terrestre estático. Decir que una persona nació con el Sol en el grado primero de Libra significa que el Sol había recorrido hasta ese momento la mitad de la distancia necesaria para moverse cada año de un equinoccio vernal al siguiente; y el equinoccio vernal es el comienzo convencional, con respecto al plano del ecuador terrestre, del ciclo anual del movimiento aparente de! Sol en el cielo. De la misma manera, la posición de un planeta en la Casa 7 de una Carta Natal significa que este planeta ha descrito la mitin circuito diario en el cielo desde el momento en que se elevara sobre el horizonte oriental, o lo que es lo mismo, el comienzo convencional de este tipo de ciclo celeste. El ecuador y el horizonte son factores terrestres y están considerados como círculos fijos de referencia. Las posiciones zodiacales o domiciliarias se refieren, por tanto, a los movimientos cíclicos de un cuerpo celeste en acción con respecto a un círculo fijo de referencia en la tierra. Este círculo fijo de referencia puede representar a la humanidad en general (usando el ecuador terrestre) o a un ser humano en particular (el horizonte de un lugar de nacimiento particular); y por lo tanto, la posición de un cuerpo celeste en movimiento representa el efecto que este cuerpo tiene sobre la humanidad, o sobre una persona particular, en un momento particular de su ciclo completo. Si el ciclo anual del Sol "cronometra", por decirlo así, al desarrollo periódico de las fuerzas vitales básicas que actúan todos los años sobre la especie humana como un todo, el nacimiento con el Sol en el grado séptimo de Leo significa que el organismo humano que alcance la existencia independiente (es decir, el primer aliento) bajo tal posición zodiacal del Sol, tendrá sus fuerzas vitales básicas operando según el ritmo característico inherente a este momento particular del ciclo anual del Sol (o sea, el que corresponde al final de julio). Sus fuerzas vitales básicas estarán condicionadas por este momento del ciclo del Sol; este condicionamiento lo impone el tiempo objetivo y genérico. Si, por otra parte, consideramos un Trígono formado por dos cuerpos celestes, el Sol y la Luna, esta indicación de Trígono se refiere, no a las posiciones que ocupan el Sol y la Luna dentro de sus ciclos respectivos, sino a la relación angular entre los dos cuerpos móviles. No adquirimos ninguna información especial con respecto a las posiciones zodiacales del Sol y la Luna diciendo que forman un Trígono, o una Cuadratura o una Conjunción. Sólo sabemos que hay una relación concreta entre estas posiciones, cualesquiera que sean. Tales aspectos, por tanto, pertenecen al campo de la afinidad. Tratan de la relación entre dos o más cuerpos móviles celestes cuando esta relación toma como punto de referencia al centro de la Tierra. Aquí, sin embargo, debo inmediatamente darle fundamento a las declaraciones anteriores añadiendo que la astrología utiliza dos tipos diferentes de aspectos, y desde luego dos tipos distintos de ciclos. Tenemos que distinguir entre lo que son los ciclos de posiciones y lo que son los ciclos de relaciones. Un "ciclo de posición" es el que trata de las posiciones sucesivas de un objeto móvil con respecto a su punto de arranque. Si el movimiento es periódico, el objeto alcanza al final del ciclo exactamente la misma posición de la que partió. La rotación de la Tierra alrededor de su eje produce un ciclo como éste, ya que, si definimos el periodo del día sideral que crea trazando el movimiento aparente de alguna estrella, nos encontramos con que una estrella que estaba en el meridiano al comienzo de ese día se encontrará otra vez en el meridiano al final del ciclo. Los periodos siderales de los planetas constituyen ciclos de posiciones; y el ciclo de la "Luna Progresada" a través del zodíaco, desde su posición natal hasta la misma posición más de 27 años más tarde, tiene el mismo carácter. Se puede ver a un cuerpo celeste móvil formando aspectos a su posición original o natal, o a cualquier otro punto que permanezca fijo mientras que el cuerpo celeste sigue en movimiento. Lo que miden tales ciclos de posición es el curso tomado por cualquier impulso dinámico desde su comienzo hasta su final. Aquí ya no se habla de afinidad. Lo que se estudia es la serie de efectos que resultan de una causa dinámica inicial. Es como si se observara a una semilla que se va convirtiendo en una planta adulta, y esta planta, a su vez, produce una nueva semilla mientras que se van desintegrando las hojas y el tallo, transcurriendo todo este desarrollo cíclico en vacío sin interferencias ni nada que le contribuya en algo. Obviamente, tal imagen de crecimiento en vacío es una pura abstracción. No corresponde a la realidad.

Ningún impulso puede desarrollarse sin que su curso se vea modificado por otros factores. Y esto se ve simbolizado en la astronomía y en los ciclos de los cuerpos celestes. Por ejemplo, hablamos del año solar como cl ciclo de los retornos sucesivos del Sol al equinoccio vernal; y este ciclo (que en realidad es el fundamento del zodíaco astrológico) considerado como tal es un ciclo de posiciones. El grado primero de Cáncer es el punto del zodíaco que está en una relación angular de 90 grados con respecto a la posición inicial del Sol en el grado primero de Aries; el grado primero de Leo es el punto del ciclo zodiacal que dista 120 grados -o 4 meses- de este mismo equinoccio de primavera considerado como un punto fijo de referencia. Sin embargo, realmente el punto de origen del equinoccio de primavera no es fijo. Se mueve hacia atrás siguiendo un ciclo todavía mayor, aquel de los casi 26.000 años, el de la "precesión de los equinoccios", causado por otro tipo de movimiento celeste o terrestre. La combinación de estos dos ciclos es lo que realmente tenemos que considerar, si queremos ser fieles a los hechos fruto de la experiencia y no tratar meramente con abstracciones. Las últimas mencionadas tienen gran valoren lo que se refiere al análisis intelectual, y apenas podríamos estar sin ellas; sin embargo, no constituyen la sustancia de la realidad. Igualmente, el concepto de causa y efecto es una herramienta de lo más útil para analizar el comportamiento de los fenómenos, y en un sentido abstracto y limitado esto es verdad, como lo son las leyes de Newton (ahora retadas por Einstein); a pesar de todo, sólo se trata de un concepto. En realidad, lo que experimentamos no es una simple secuencia de causas y efectos, sino más bien una situación compleja en la que un número grande de secuencias de acción y reacción (o "líneas mundiales") se interpenetran, actúan unas sobre las otras y hacen imposible que alguien pueda aislar una relación particular de causa y efecto, a menos que sea seccionando una parte del universo, una parte de la realidad total de la experiencia humana, y se observe en una probeta intelectual. Esto significa, dicho de otra forma, que toda totalidad es una parte integrante de una totalidad mayor. Del mismo modo, un ciclo es siempre el subciclo de una secuencia de tiempo mayor, y aunque existe una relación teórica de causa y efecto entre ciclos menores sucesivos operando en un nivel, sin embargo, también hay una acción constante de los ciclos mayores sobre los menores que los componen, una acción constante ejercida por el todo sobre las partes. La única realidad que se experimenta es una afinidad múltiple, proteica, y multidimensional entre todo lo que existe. Así, todos los ciclos verdaderamente reales son ciclos entre dos o más factores, siendo cada uno activo, móvil y siempre cambiante. Todos los esquemas fijos de referencia existen solamente con el propósito del análisis intelectual. El mundo de la realidad para los seres humanos es por tanto un mundo de afinidad creativa y, a nivel biológico, la afinidad creativa es ante todo la sexualidad. Mientras que la vida sólo se puede manifestar a través de la multiplicación, por medio de la sucesiva segmentación de una célula original, no será posible el progreso. Las obligaciones que impone el destino serán inevitables donde la propagación opere sólo en una línea de familia. Las posibilidades de variaciones evolutivas sólo aparecen donde dos o más líneas de propagación concurren; es decir, donde las entidades masculinas y femeninas, cada una con su herencia, mezclen sus energías proyectadas en el acto sexual. Este acto hace surgir lo que en la física moderna se llama "el coeficiente de indeterminación". Crea un misterio irracional. Produce la potencialidad de libertad, ya sea, constructiva o destructiva. Polariza en la tierra la actividad del espíritu, que es una actividad creativa pura y espontánea, siempre original y "libre". Donde existe el contacto sexual entre entidades masculinas y femeninas, ocurren variaciones impredecibles y se rompe el determinismo del tiempo objetivo. En ese momento los ciclos dejan de ser producidos por el desarrollo progresivo de un impulso que se va propagando por un vacío abstracto. Parten con una relación, y lo que mide el ciclo es el despliegue de esta relación más factores. Por lo tanto los "ciclos de relación" son ciclos que comienzan con la Conjunción de dos cuerpos celestes móviles, alcanzan su culminación con la "Oposición" entre estos cuerpos móviles, y llegan a un fin al formarse una nueva Conjunción. Esta nueva Conjunción no ocurre en el mismo punto exacto del cielo en que se formó la anterior, porque ninguna relación es estática. Tiene que ser o bien progresiva o bien regresiva. El sexo, sin embargo, como productor de un ciclo de relación entre dos unidades polares, sólo es el comienzo del trabajo del espíritu universal. El sexo es la conjunción de dos líneas de evolución con el fin de hacer surgir nuevas variaciones biológicas y psicológicas. Pero con el tiempo, esta unión de dos líneas no es suficiente. Muchas más líneas deben alcanzar un estado de confluencia. Al ocurrir esto, se alcanza un nivel más alto de libertad, de indeterminación y de expresión espiritual. Este es el nivel de las verdaderas "Hermandades espirituales", el nivel en el que "confluyen" las entidades individuales humanas que han alcanzado su libertad, pudiéndose separar de la presente vibración de la masa humana, uniéndose en una corriente caudalosa; un grupo vasto de seres humanos que son capaces de crear el "siguiente paso" en la evolución humana. Pero también es el nivel de todas las actividades verdaderamente "orgánicas", las actividades del cuerpo humano, o de una personalidad, con su polifonía de funciones actuando simultáneamente.

La Carta Natal astrológica, vista como un todo, es el símbolo y la representación efectiva de esta actividad armónica y polifónica de grupo. Así, todo planeta actúa como si fuera un cantante dentro del coro de la personalidad. Cada uno tiene su propio ritmo, ciclo y función dentro de la riqueza polifónica de la personalidad. Cada uno constituye un centro orgánico incluido en todo el organismo del hombre fisio-psicológico. Cada uno tiene su propio ciclo de posiciones, si uno quiere analizarlo como un factor separado que se incluye en el esquema fijo de las Casas natales o del zodíaco; sin embargo, estos ciclos de posiciones son sólo entidades abstractas con la única finalidad de servir para el análisis. La realidad de la Carta Natal es la confluencia de los ciclos de todos los planetas, de la que nace el "acorde de la personalidad". Define la estructura de su individualidad y su ciclo de desarrollo. La humanidad funciona esencialmente en dos esferas. Nos referimos a ellas como la esfera de la "vida" y la esfera de la "identidad individual". Al decir "vida", me refiero a la capacidad instintiva inherente a todo ser de producir otros seres iguales que él con características orgánicas similares siguiendo un molde genérico común a muchos de tales seres. Y yo defino la identidad individual como la capacidad de un organismo de retener su estructura única e individual como entidad propia y de perpetuarla simbólica o realmente, a través de una serie de manifestaciones producidas conscientemente. Existe la perpetuación simbólica en el caso del artista, el inventor o el estadista quien se refleja a sí mismo y proyecta a su personalidad a través de algún logro social que dure eternamente. Esto es "la inmortalidad social", existente dentro del proceso de civilización. La inmortalidad se convierte, sin embargo, en un hecho real si el individuo tiene la capacidad de retener la plena conciencia y la estructura de su propia identidad individual incluso después de que la muerte desintegre su organismo físico; y para esa finalidad se idearon originalmente todas las prácticas espirituales. Dicho de otra forma, los seres humanos viven siguiendo dos tipos básicos de impulsos. Las personas obedecen al primer tipo cuando buscan, instintivamente y bajo la compulsión emocional y orgánica, reproducir sus características raciales en una progenie física. Se sienten incitados por el segundo tipo de impulso cuando buscan conseguir la responsabilidad y fama social, o algún tipo de inmortalidad individual. La línea divisoria entre los dos tipos se encuentra muy lejos de estar claramente definida, sin embargo, existe a pesar de todo, y sirve para definir las dos esferas de la actividad humana y las dos categorías esenciales de metas humanas. El poder de la "vida" opera en el inconsciente; pero el afán de perpetuar la "identidad individual" de uno mismo implica una actividad consciente y unas decisiones tomadas deliberada e individualmente. Por una parte, el instinto vital es de naturaleza compulsiva, es exclusivo en sus operaciones y arraigado en la actividad orgánica y glandular. Por otra parte, el logro de la inmortalidad individual exige el reconocimiento de la libertad individual y la aceptación de la responsabilidad asumida conscientemente dentro de los límites impuestos por la estructura mayor de la humanidad vista como un todo, cualquiera que sea la manera en la que el individuo se imagine mentalmente esta "estructura mayor" según su filosofía o religión. Se puede decir que la Carta Natal revela la semilla potencial de la propia inmortalidad. Pero sólo lo hace si el esquema celeste entero del nacimiento se toma como el principio de un ciclo nuevo y complejo, como el comienzo de una era individual. Si cada cuerpo celeste se estudia solamente en relación al lugar que ocupa dentro de su propio ciclo de revolución zodiacal, entonces no se está hablando de ningún comienzo individual real, sino meramente de un momento entre una infinidad de otros momentos dentro de la extensión eterna del tiempo objetivo. En ese caso, además, la persona que se ve representada a través de la Carta Natal es considerada como un ser humano entre los millones que nacen y mueren como partes de la especie humana, sin poder para perpetuar sus propias identidades aún inmaduras. Todo nacimiento humano puede ser el "comienzo de una era", en lo que se refiere a la duración individual subjetiva, para la persona que nace; de lo contrario, sólo es un instante efímero y fugaz dentro del ciclo vasto del tiempo objetivo que empuja a todos los seres humanos hacia alguna meta distante. La astrología puede funcionar siguiendo una u otra de estas posibilidades; pero obviamente, sólo el estudiante que conoce bien su propia "identidad individual" puede interpretar plena y perfectamente una Carta Natal con su totalidad reveladora de lo espiritual. Sin embargo, decir esto no deberá disuadir al estudiante de astrología en sus esfuerzos hacia tal meta más de lo que deberá hacerlo el hecho del fracaso que sufre la medicina al querer entender las operaciones complejas de la fuerza vital en el organismo entero (e incluso en la célula más simple) pare a un médico cuando intenta curar a los enfermos... ¡porque no es un Cristo! Lo importante es darse cuenta de que el espíritu en un hombre sólo se manifiesta dentro y a través de la integridad individualizada de su persona entera, es decir, dentro de la afinidad de todas sus funciones y de todas sus facultades. Ninguna función es espiritual, ni el opuesto de lo espiritual. Ningún impulso, facultad, o poder psicológico es espiritual de por sí. El espíritu es la consagración que alcanza la totalidad de un ser. Es la "identidad" de este ser, su carácter de único y excepcional, su capacidad de ser el origen de un ciclo de duración subjetiva; y por tanto, de ser creativo y original.

La Luna y el Sol en el Ciclo de las Lunaciones

Para poder impregnarse con el espíritu e incorporarse a éste, uno debe empezar a trabajar con aquello a través del cual el espíritu se manifiesta. Uno debe empezar a pensar y a sentir en términos de afinidad y de totalidad individualizada. Uno tiene que tratar, astrológicamente hablando, con los ciclos de relación más que con los ciclos de posiciones. Y el más característico entre los primeros, el que está impreso más profundamente sobre la experiencia cotidiana de la humanidad es el ciclo de las lunaciones, visible gracias a las fases de la Luna. Este es un ciclo de posiciones en que el movimiento aparente del Sol se remite a la línea de base que une los dos equinoccios, tomándose esta línea como un factor fijo que, sin embargo, en realidad no lo es. El zodíaco es el arquetipo de todos los ciclos planetarios de posiciones en la astrología y el molde en que se vierte la mayor parte de los significados astrológicos. Sin embargo, el tema del ciclo de las lunaciones, el arquetipo de todos los ciclos planetarios simples de relación. Sin duda, es debido al conocimiento universal de las fases de la Luna que el concepto más antiguo de "aspectos planetarios" se fuera formando en la mente de los hombres. Y también como consecuencia del estudio del ciclo de las lunaciones, se desarrollaron factores astrológicos tales como los "Nodos" y la "Parte de la Fortuna". Con el ciclo de las lunaciones entramos en el terreno de la afinidad, un terreno en el que la mente humana ha sido muy lenta al explorar. Es relativamente fácil entender la acción de un péndulo que se mueve de un lado para otro después de que se le haya empujado en una dirección. De sus oscilaciones regulares deducimos el concepto de causa y efecto, y de equivalencia de acción y reacción. El ciclo anual del Sol es ejemplo de este mismo movimiento pendular, a la vez que observamos los sitios donde sucesivamente sale y se pone. El Sol permanece igual en apariencia durante este ciclo, del mismo modo en que lo hace la bola del péndulo mientras oscila de un lado para otro. Un objeto es impulsado por alguna fuerza desconocida y nosotros observamos el resultado. Esta es la base de la física clásica y de la metafísica racionalista desarrollada en la India durante su gran Era de la Filosofía, y más tarde en la Grecia clásica. Por otra parte, al considerar el ciclo de las lunaciones, nos encontramos con una situación completamente distinta, que sin duda debería de haber parecido muy misteriosa y mágica a la mente del hombre primitivo. La lunación es un ciclo de transformaciones. La Luna, que se mueve rápidamente, no sólo cambia de lugar en el cielo, sino que cambia de aspecto hasta el punto en que durante una parte del ciclo desaparece totalmente de la vista. En ese momento, ocurre la Luna Nueva, y en todos los pueblos esto se ha considerado un periodo desafortunado, un momento en el que no se debía ejercer ciertos tipos de actividades y funciones sociales, incluso  tener ciertos tipos de pensamientos. ¿Qué causa esta desaparición misteriosa de la Luna todos los meses? La mente primitiva asoció rápidamente los fenómenos lunares con el ciclo mensual de las funciones generativas de la mujer, y correlacionó con rapidez el comportamiento misterioso de la Luna con el también desconcertante comportamiento de las mujeres. Los hombres se trasladaban en sus actividades de la casa a los campos, pero en general, se comportaban igual dondequiera que trabajaran, de la misma manera en que el Sol permanece igual tanto si su curso diario se dirige hacia el Sur en el otoño o al Norte en primavera. Pero las mujeres eran criaturas tan extrañas. Su actitud en general podía cambiar muy radicalmente. Ellas experimentaban esas cosas inestables y peculiares llamadas "sensaciones", que eran muy difíciles de comprender para los hombres. En un momento dado, la mujer estaba "presente" en todos los sentidos; sin embargo, acto seguido, desaparecía, sumiéndose en un mundo remoto de misterio, al igual que la Luna. Y al ser la astrología un intento para traer orden al caos aparente de las experiencias humanas, el astrólogo quiso explicar, o más bien trazar, el comportamiento misterioso del elemento femenino en la naturaleza, relacionándolo con los movimientos y fases de la Luna. También debemos darnos cuenta de que la astrología antigua, basada en el enfoque egocéntrico del universo, consideraba al Sol y a la Luna como "luminarias" más que como "cuerpos" celestes. El cielo entero se concebía como un campo de fuerzas cuya interacción, que afectaba al núcleo mismo de todas las vidas orgánicas, se podía simbolizar mediante los ciclos de movimiento complejos de los puntos celestes o discos de luz que los hombres adoraban con temor reverencial. El Sol era la "luz del día", la Luna, la "luz de la noche", y el término solar y lunar sirvieron naturalmente para referirse a esas actividades humanas relacionadas respectivamente con el día y con la noche, con el trabajo en los campos y con el amor y los sueños que llenaban las horas transcurridas en el hogar. Sin embargo, el punto que quiero destacaren mi estudio presente es este: cuando consideramos la Luna en astrología tenemos que tener cuidado a la hora de distinguir entre dos puntos, el factor de posición zodiacal y el dejase. El ciclo de las lunaciones es un ciclo de fases y se refiere al "periodo sinódico" de la Luna (el que transcurre entre una Luna Nueva y la siguiente) que dura, por término medio, 29 días, 12 horas y 44 minutos. Pero además de este ciclo de relación entre el Sol y la Luna, también hay que considerar el "período sideral" de esta última, que mide una revolución zodiacal completa de la Luna y corresponde a un ciclo de posiciones. Este periodo sideral de la Luna dura 27 días, 7 horas y 43 minutos. Todo planeta tiene un periodo sideral y un periodo sinódico, el primero calculado con respecto a la vuelta periódica del planeta a un punto fijo en el cielo, y el segundo con respecto a las sucesivas conjunciones del astro con el Sol, que también se mueve. Pero en el caso de la Luna, el fenómeno de las fases (o el cambio de aspecto) es tan sorprendente que hay que concederle una importancia especial. El ciclo de las fases de la Luna se convierte legítimamente, por tanto, en el arquetipo de todos los ciclos de relación. Pero no revela su significado básico a menos que se deje bien claro que lo que mide el ciclo de las lunaciones no son los cambios en la Luna en sí, sino los cambios en la relación Sol-Luna. Las fases de la Luna no nos dicen nada sobre sí misma ni de su posición en el ciclo. Sólo se refieren al estado de relaciones entre el Sol y la Luna. Este punto y sus implicaciones más importantes no se encuentran lo suficientemente claros en las mentes de muchos estudiantes de astrología. Como resultado, el ciclo de las lunaciones no resalta como debería en la teoría astrológica aunque lo hace en la práctica. La causa de esto se encuentra en la dificultad que tienen la mayoría de las personas a la hora de tratar con el factor de relación en sí. Observamos a la Luna recorriendo el cielo y presentando un aspecto que cambia constantemente. Pensamos, entonces, que algo le ha pasado a la Luna que forma parte del carácter lunar el que cambie su aspecto a lo largo del mes. El motivo de este cambio parece enigmático, y, así hablamos del "misterio de la Luna". Pero el misterio se desvanece, o por lo menos cambia bastante de carácter cuando nos damos cuenta de que lo que se altera es la relación Sol-Luna, más que la Luna misma. La Luna sólo refleja en su aspecto los cambios en la relación.

Podríamos aclarar este punto mucho más si dijéramos que el ciclo de las lunaciones simboliza una relación básica entre un hombre y una mujer. La relación tiene un ciclo propio: constituye, desde luego, una entidad dinámica que va aumentando, madurando y marchitándose, y luego quizá rehaciéndose en sí misma para formar un ciclo nuevo, o por el contrario, desintegrándose completamente. Obviamente, no es independiente de la mujer y el hombre como individuos: sin embargo, el hombre y la mujer, individualmente, se ven cogidos en el momento del ciclo de su afinidad, una vez que la relación ha comenzado en serio. Forma parte de la naturaleza masculina (por lo menos teóricamente hablando) el no ser afectado estructuralmente por la relación. Puede notarse inspirado y contento o deprimido y reprimido; sus actividades pueden verse reforzadas u obstaculizadas por la relación. Pero el hombre no cambia básicamente de aspecto, como lo hace una mujer; porque el reflejar en su propia estructura orgánica y psíquica los resultados de la relación hombre-mujer forma parte de la naturaleza esencial de la mujer. Su aspecto físico cambia, al manifestarse en ella, poco a poco, el fruto de la relación biológica; y su carácter, en apariencia, sin duda registra un cambio similar visible para el que pueda verdaderamente "ver" ese cambio. Es un hecho muy conocido el que entre la gente primitiva (incluso entre los amerindios de hoy día) la mujer apenas relaciona su embarazo con el contacto sexual con el hombre. Ella reacciona ante este hecho de una manera curiosamente fría e impersonal, del mismo modo en que se toma la venida de una tormenta, o de una helada que pueda producir o destruir la cosecha que es vital para la existencia misma de la tribu. El hombre y la mujer viven cada uno en su propio mundo. Estos mundos se conectan por demostraciones instintivas, sociales o ritualistas; sin embargo, permanecen básicamente separados, e incluso a menudo, hostiles entre ellos. Pero es que también entre las personas más "civilizadas" la "guerra de los sexos" sigue inconsciente, cuando no abiertamente. A pesar de ello, sin embargo, la guerra es una expresión negativa de la afinidad. Es la actividad del espíritu que se vuelve destructivo. El espíritu actúa creativamente sólo cuando se le concede a la afinidad un significado básico como factor dinámico con su propio ritmo cíclico; y mientras la evolución espiritual en el hombre se encuentra polarizada por la necesidad de tener la plena conciencia de él mismo como ente independiente, se deduce que vivir espiritualmente es vivir consciente de la relación. Esto significa que es esencial que los seres humanos entiendan la naturaleza cíclica y las leyes cíclicas de la relación; porque sólo a través de tal entendimiento pueden crecer los individuos espiritualmente y ajustarse a la experiencia que transmite la relación. La psicología intenta proporcionar a los individuos confundidos de hoy en día una comprensión profunda que incluya los valores del significado de la relación; y ésta, también deberá ser la meta de la astrología. Como expuse anteriormente, hay dos niveles básicos de relación; el de la relación entre dos personas compenetradas, que comienza con el sexo y crece a través de muchas octavas de armónicos, y el nivel de la operación orgánica y múltiple en grupo, que en el terreno espiritual más elevado, se convierte en una relación de grupo de individuos inherentemente libres y condicionados espiritualmente, agrupados en una Hermandad espiritual o "pleroma". La relación entre dos personas compenetradas se ve simbolizada por el ciclo de las lunaciones; en ella el terreno de la vida alcanza su culminación. Esta relación bipolar, inconsciente en los reinos vegetal y animal, se hace consciente en el hombre. Y al hacerse consciente, al transformarse el sexo compulsivo en algo sublimado y transfigurado en amor individualizado, libre y claro, el principio de afinidad alcanza su primera etapa de realización. El espíritu se realiza a través de una dualidad esencial. Se realiza a través de la multiplicidad orgánica en el cuerpo humano que funcione perfectamente, que cuando se encuentra en el nivel más alto de la conciencia, se convierte en el místico Cuerpo de Cristo, la "humanidad del último día" perfectamente organizada, en el cual todos los individuos actúan por y según el espíritu, irradiando el poder del espíritu de la misma manera en que las estrellas irradian luz. Y el ciclo como un todo, y sus constelaciones, son los símbolos astrológicos de esta consumación. Cuando me refiero al sexo con respecto a la relación Sol-Luna, no me estoy refiriendo a los órganos ni a los sentimientos psicológicos definidos que se identifican con el deseo de realización sexual y los medios para conseguir esta realización. Estos órganos o factores psíquicos están representados específicamente en la astrología por los planetas Marte y Venus. Son los agentes a través de los cuales opera la "vida". Son los mecanismos usados por esa gran energía para reproducir las características orgánicas de otra particular en una progenie. La relación entre el Sol y la Luna, sin embargo, se remite a la esencia misma de la vida; no a los agentes utilizados por la energía, sino a su naturaleza misma. Esta relación es el espíritu en acción cuando se encuentra al nivel de dos personas compenetradas; el espíritu tal como podría expresarse en un universo dualístico. En verdad es de lo más significativo saber que el disco de la Luna y el del Sol tienen casi el mismo tamaño en nuestro cielo. Esta coincidencia (¡desde luego, extraordinaria!) se hace posible gracias al hecho de que la gran diferencia en masa real de los dos cuerpos celestes esta casi compensada por la diferencia de sus distancias respectivas a la Tierra. La Luna es mucho más pequeña, pero también está mucho más cercana a nosotros; por lo que aparenta ser del mismo tamaño que el Sol, un hecho que posibilita los eclipses totales del Sol y la Luna. El diámetro medio del disco solar, sin embargo, es levemente mayor que el de la Luna Llena, hecho que también es importante. En términos de medición objetiva, las dos fuentes de la "iluminación" del hombre son, por tanto, casi iguales; pero con respecto al carácter y calidad de su luz el Sol y la Luna son inmensamente diferentes. La luz del Sol deslumbra con su brillantez, y su calor penetrante se imparte a los organismos que buscan sacar la energía necesaria para su crecimiento del nivel gravitacional de la superficie terrestre. La luz de la Luna es distante y fría. Se asemeja a la imagen de una lámpara reflejada en un espejo, su brillo nos dice con bastante precisión lo que son las cosas, sin embargo, no sale para traemos la esencia vital y el calor de estas cosas, como lo hace la luz de la lámpara misma.

La Luna -según los antiguos astrólogos- refleja el semblante del Sol, en cierto sentido, como lo hace un estanque al reflejar el disco solar. Igualmente, la mujer, cuando se identifica estrechamente con un hombre, normalmente refleja el carácter espiritual-mental, la "luz", de aquel que fecunda su cuerpo y su psique. La mujer convierte en objetivo y concreto el poder fecundador del hombre. Cuando está desarrollada mental y psíquicamente, ella también ayuda a dar sustancia y liberar para poder conseguir la objetividad, a la visión espiritual-mental de su inspirador; ¿o debíamos decir "in-espirituador"? El Sol es captado por los animales y por el hombre primitivo, no como un objeto de cierta forma particular, sino más bien como la fuente de una actividad que es regular y que impone respeto. Una fuente no es un "objeto"; hay que entenderla mejor como un "lugar" donde sale de la tierra oscura el agua que da la vida. La criatura ordinaria, cuya vida ha sido posible gracias a la actividad creadora del Sol, no le mira directamente, ya que eso sería casi un sacrilegio, y fácilmente podría originar la ceguera. Adora esta fuente y la llama "dios". Al Sol no se le debe mirar, sólo los iniciados pueden hacerlo; hay que vivir bajo su autoridad con una actitud de devoción y gratitud y, si es posible, hay que imitarle, dentro de los límites de potencialidad que tiene el hombre para convertirse también en una fuente de actividad radiante y creadora. Pero la Luna, cuando está en su fase de Luna Llena, sí se le puede mirar a pesar de que algunos pueblos pensaban que eso podía suponer determinados peligros. En su tibio disco nos revela la luz y la forma atenuada del Sol. Ella convierte la actividad solar en algo objetivo, claramente perceptible; lo transforma en algo que se puede analizar. Por lo tanto, la Luna también es un símbolo de intelecto humano, ya que es la función del intelecto el objetivizar y analizar las efusiones radiantes del espíritu del hombre. Pero, por otra parte, para analizar aquello que en sí no se puede afrontar cara a cara sin peligro de ceguera, es necesario acercarse a la realidad radiante, por decirlo de alguna manera, indirectamente: es decir, desde muchos ángulos, cada uno de los cuales revela sólo un pequeño aspecto (o fase) de la actividad total del espíritu. El investigador debería estar satisfecho de conocer un "nombre" de dios, Creador de todo, tras otro; una fase del espíritu  interior tras otra. La investigación intelectual es, por necesidad, un proceso gradual, un proceso "lunar". Por lo tanto, las fases de la Luna representan el incremento gradual en la percepción intelectual, el proceso de gestación mental que objetiviza y le da sustancia a la iluminación solar directa, cosa que ninguna mente que no este preparada para ello podría soportar cara a cara. La actividad creadora del Sol-espíritu se convierte al llegar la Luna Llena en un concepto claro y consistente en la mente del Hombre, quien constituye el cerebro de nuestro planeta, la Tierra. El concepto de la "Luna Llena" es un concepto racional, completo y bien formado; es, desde luego, una imagen distanciada, fría y resplandeciente de la realidad espiritual, sin embargo, es sólo una imagen. Para el astrólogo-ocultista, la mente es solamente una imagen objetivizada del espíritu en el hombre; y la Luna es esencialmente su símbolo celeste. Y al decir "mente", me refiero a esa parte del ser total del hombre que sirve de intermediario entre el espíritu y la naturaleza físico-instintiva del hombre; aquella parte que hace posible que el hombre común capte conscientemente y establezca contacto con el Sol interior, el espíritu creador divino. Sin embargo, no el "concepto" ni el "contacto psico-lunar" llevan a la identificación directa del hombre con su fuente solar creadora. Se dice que ocurre tal identificación sólo a través de la "iniciación", una transferencia directa de energía "solar" (o Logos) desde el iniciador al iniciado. Por lo tanto, hay que considerar el camino solar como un modo indirecto de logro espiritual. Es el camino espiritual posible dentro de un universo dualista; la forma de ser de una esfera del ente en el que el espíritu sólo puede funcionar a través de la dualidad, a través del tipo de relación existente entre dos elementos compenetrados, a través de los conceptos y de la objetividad, a través de la forma y del conocimiento. Es una forma de iluminación progresiva de revelación por fase, de percepción gradual, fase tras fase de la realidad. Y después de que se haya conseguido la máxima revelación posible se pasa al periodo de descarga y de diseminación de lo que se ha aprendido, hasta que la mente y el alma vacía (o confundida) se carguen de nuevo, paso a paso, con una consciencia creciente de una imagen particular de la realidad, y así sucesivamente, ciclo tras ciclo, imagen tras imagen. Estas "imágenes" de la realidad son emanaciones solares espirituales de las "ideas-semillas". También son lo que un filósofo francés llamó idées-forcés; ya que, al igual que las semillas, contienen tanto la estructura arquetipo del futuro organismo como la fuerza, que activada por los rayos caloríficos solares y humedecidas por el agua, transformarán el arquetipo en un verdadero organismo viviente. Estas ideas son, por tanto, entidades del terreno espiritual. Son emanadas por el espíritu cuando sea necesaria su existencia; ya que el espíritu siempre y solamente opera respondiendo a una necesidad. La expresa simbólicamente el organismo material o personalidad tres días antes de la Luna Nueva (la llamada "Luna Balsámica"); y la liberación solar ocurre en la Luna Nueva, en la hora más oscura del periodo lunar. Se necesita, por lo tanto, las dos semanas de la Luna creciente para que se desarrolle la idea-semilla solar, o imagen, dentro de la matriz lunar de la "mente" (o terreno psicomental); y en la Luna Llena deberá ocurrir la revelación, siendo por tanto satisfecha la necesidad orgánica personal.

El esquema del ciclo de las lunaciones tal como se ha perfilado, no le da importancia, sin embargo, a un factor muy fundamental. Este factor, implicado, aunque no se le haya tenido en cuenta lo suficiente, es: la Tierra. Cuando hablamos del ciclo de las lunaciones, o de cualquier ciclo de la relación, damos por hecho siempre, que la base es la existencia de la Tierra. Las sucesivas Conjunciones y Oposiciones de los dos cuerpos celestes sólo existen con referencia al centro de la Tierra (es decir, mientras que tratemos de la astrología tradicional, que es geocéntrica). Por tanto, el dualismo del ciclo Sol-Luna está producido realmente por una triple relación: Sol-Luna-Tierra. El factor básico en el ciclo (le las lunaciones no es ni el Sol fogoso, radiante y liberador de semillas, ni la Luna fría y objetiva, constructora de conceptos o desarrolladora de cuerpos; en realidad es la Tierra cuya necesidad exige la interacción cíclica de las actividades solares y lunares. Y la astronomía moderna y heliocéntrica explica esto diciéndonos que la Luna es el satélite de la Tierra. Ella es el satélite o sirviente de la Tierra en la medida en que ella satisface las necesidades de la Tierra de la única manera en que la Tierra puede aceptar tal cumplimiento. La Luna administra a los organismos terrestres y a las personalidades humanas las ideas-semillas solares y potencial solar de la manera en que puedan recibirlas estas entidades condicionadas por la Tierra. Y pueden recibir el flujo solar sólo a través de una corriente intermitente, oscilatoria y alternativa. Las criaturas terrestres deben tener la noche y el día, periodos de sueño y actividad; y también tienen que ser cargadas en lo más profundo de sus estructuras vitales a través del proceso oscilatorio representado por el ciclo de las lunaciones. Diciéndolo de un modo coloquial, no es culpa de la Luna si su luz tiene que crecer y menguar en el cielo. Lo hace así porque es el modo en que tienen que ser alimentadas normalmente las criaturas terrestres con el poder solar reflejado. La Luna es la mediadora entre el Sol y la Tierra. Es, según la terminología psicológica moderna, el Anima que sirve como eslabón entre el ego consciente del hombre y el espíritu que lo envuelve todo, el dios interior. De la misma manera, no se le puede culpar a la mujer si su vida y sus sentimientos se ven perturbados porque el óvulo deba crecer, desarrollarse y desprenderse de cierta manera. La especie humana en la Tierra todavía no tiene de una manera innata el poder para asimilar directamente la fuerza solar del espíritu y para crear directamente con él, sin la necesidad de hacerlo mediante la semilla fisiológica; por lo tanto, ya que existe este destino condicionado por la Tierra tiene que haber un ciclo lunar y de las lunaciones, y debe existir el sexo tal y como lo conocemos. Tiene que haber dos "Luminarias", una estable y otra que cambie constantemente. Debe haber un dualismo, pero simplemente porque un tercer factor necesita que intervengan estas dos "Luminarias" y la corriente alternativa producida por su relación. El ciclo de las lunaciones, como todos los ciclos de relaciones, es un ciclo que involucra a dos factores que se mueven con diferentes velocidades y en planos distintos, y cuya relación produzca algunos resultados definitivos (o "semillas") sobre un tercer factor, la Tierra. Cualquier relación cuya finalidad no sea la de satisfacerla necesidad de un tercer factor no tendría significado en absoluto. El espíritu es afinidad; y esto es así porque el espíritu es aquél que satisface todas las necesidades. El espíritu constituye un otorgamiento incesante de dones, una liberación cíclica de semillas y de Logos. Hay una liberación de semillas donde existe lo que llamamos "vida" o dualismo de energías: Hay una liberación de Logos en el terreno de las relaciones "polifónicas" múltiples, el campo de la pleroma espiritual o "Eucaristías Creativas". El ciclo de las lunaciones trata de la "vida". Como conclusión, déjenme resumir lo discutido anteriormente de la siguiente forma: El ciclo de las lunaciones es el ciclo de las fases de la Luna. Estas fases están formadas por los diferentes aspectos que periódicamente presenta la Luna al hombre, sobre la Tierra. Representan, no los cambios acaecidos en la Luna misma, sino los cambios en la relación angular existente entre la Luna y el Sol tomando como referencia el centro de la Tierra. El estudiante interpreta estos hechos astronómicos como símbolos del proceso de evolución universal (o de manifestación de la vida) en el que tres factores son fundamentales. La Tierra representa la necesidad existente de materiales dispersados y desintegrados que se encuentran al final de todo ciclo. Esta necesidad de integración renovada produce una efusión creadora del espíritu divino, simbolizado por el Sol. La energía solar, sin embargo, sólo la puede usar y asimilar los caóticos materiales terrestres si se libera gradualmente durante un proceso de despliegue orgánico es iluminación reveladora de conceptos, simbolizados por la Luna creciente. El periodo menguante de la Luna representa la diseminación de lo que ha alcanzado la integración lunar en la Luna Llena. Por consiguiente, la Luna es un medio para alcanzar un fin. Es la mediatriz, madre o Musa, cuya función es abastecer a las necesidades de las unidades en evolución que constituyen colectivamente la sustancia del ciclo. Ella distribuye el potencial solar (por ejemplo, el alimento y la energía espiritual) a través de los agentes orgánicos y psicológicos que ella construye para que satisfagan las necesidades de las unidades materiales en evolución, ya sean células o personalidades. Por lo tanto, ella es la sirviente de tanto la Tierra como el Sol. Ella libera la luz del Sol y al hacerlo, sirve a la necesidad de vida orgánica y psíquica de las criaturas terrestres.

La Estructura del Ciclo de las Lunaciones

La relación entre la Luna y el Sol sigue un esquema ondular de aumento y disminución de luz, o de separación de ida y vuelta al Sol. El ciclo empieza con la Luna Nueva, cuando la Luna se ve perdida en el brillo del Sol. Un día o dos más tarde, el fino creciente de la Luna aparece en el cielo occidental tras la puesta de Sol. Al llegar al "cuarto creciente", la Luna está a su mitad y se eleva en el Cenit en el momento de ponerse el Sol. La distancia zodiacal entre las dos Luminarias sigue aumentando mientras la Luna también se ve incrementada en tamaño y luz, llegando así al punto en que la salida de la Luna en el Este coincide con la puesta del Sol en el Oeste. Los rayos del Sol poniente recorren la superficie de la Tierra para reflejarse en el espejo lunar. Por el hecho de estar completamente distante y sin embargo, cara a cara con el Sol, la Luna se ha convertido realmente en un ente de su "misma categoría". Ella puede liberar la plenitud del Sol durante la noche a las criaturas terrestres que ahora pueden recibir la "idea-semilla" solar en su perfección, que pueden estar en comunión con el Sol asimilando la plenitud de la eucaristía lunar. Entonces, como si a causa de su regalo a la Tierra, la Luna, gradualmente desposeída de su luz, parece hacer más lento su movimiento para poder acercarse más al Sol, ansiando su resplandor. En la fase del "cuarto menguante", se la ve en el Cenit a la vez que el Sol va saliendo. La atracción hacia el Sol, cada vez más fuerte, la obliga a salir cada vez más tarde cada noche, hasta que, aproximadamente tres días antes del final del ciclo, ella sale a la vez que la aurora empieza ya a darle color al cielo oriental. Durante los días siguientes ya no se le ve, perdida en la luz exaltada del Sol. Ella está en comunión con el Sol, para ser una vez más abastecida de la potencia de la luz, para que pueda hacer otra vez de ella un regalo para las criaturas terrestres. Esta historia poética y simbólica de la lunación puede ser resuelta, en términos geométricos, en una serie cíclica de valores angulares. Esta relación Sol-Luna puede medirse en términos de grados y minutos de arco, y esto nos da las frías matemáticas de los aspectos astrológicos. Los términos "aspectos" y "fases" son intercambiables, ya que a ambos se les puede dar un significado o bien sensorial o bien abstracto y algebraico. El diccionario define "fases" como: "los distintos aspectos luminosos presentados por la Luna y varios de los planetas siendo denominadas como fases las varias extensiones de superficie visible desde la Tierra". Y el significado abstracto surge como el siguiente: "en el movimiento uniformemente circular o en un ciclo de cambios periódicos, "fase" define el punto o etapa en el periodo hacia el cual ha avanzado la rotación u oscilación, considerado en su relación con respecto a una posición reconocida o con el instante supuesto del comienzo". El ciclo de las lunaciones es un "ciclo de cambios periódicos" pero, recordemos, de cambios en la relación Sol-Lunar, y no en la posición de la Luna con respecto a un punto teóricamente estático (tal como podría ser una "estrella fija"). El "instante supuesto del comienzo" del ciclo de las lunaciones es la Conjunción del Sol y la Luna, en cuyo momento la distancia en longitud entre los dos cuerpos celestes es de cero grado. El instante de distancia máxima entre ellos (180 grados) es la Oposición. La Luna aumenta simultáneamente su luz, su superficie aparente y su distancia con respecto al Sol durante su periodo creciente, desde la Conjunción hasta la Oposición, luego decrece igualmente durante el periodo menguante, desde la Oposición hasta la Conjunción. La Oposición constituye la cresta del esquema ondular Sol-Lunar; la Conjunción indica e seno. Entre estas dos fases, los aspectos físicos más típicos de la Luna se conocen por los nombres de "Luna creciente" y "cuarto creciente y cuarto menguante" de la Luna. Tienen lugar tanto en el periodo creciente como en el menguante. La Luna creciente se ve de modo más característico aproximadamente dos días después de la Luna Nueva. Lo que le da más importancia a esta fase creciente es el hecho de que se puede ver normalmente (en cielos despejados) una tenue imagen del disco entero de la Luna como una continuación de la forma creciente. Por tanto, la media Luna o Luna creciente (expresión que proviene de la raíz etimológica que significa "la que crece") nos da, por decirlo así, una promesa de la Luna Llena, una anticipación de la plenitud de la luz que tiene que venir. Sin embargo, esta luz, en la fase creciente, es luz solar reflejada por la Tierra sobre la Luna. Es el "brillo de la Tierra". Hablando simbólicamente, esta luz es la luz que Ie llega hasta el adolescente desde los ideales o propósitos colectivos (genérico-culturales) de su raza. No es el espíritu directamente "solar" (es decir, individualizado), sino el espíritu mientras alcanza la conciencia individual a través de un doble reflejo. Es el espíritu como revelación colectiva inconsciente inherente a la "naturaleza humana".

En el periodo menguante de la Luna, la imagen creciente es invertida (esta vez mirando hacia el Este), y al punto alcanzado a esta imagen típica, por sustracción de la luz, en esta ocasión, se le ha dado el nombre, en las escuelas alquímicas de astrología; de "Luna Balsámica", un término cuya derivación no se conoce. Esta fase de la Luna menguante simboliza en cierto sentido, la liberación final de la semilla del ciclo que está a punto de finalizar. También representa la entrada de la Luna en el santuario del reino solar, y al entrar, ella le trae al Sol, por decirlo así, las nuevas "necesidades" de la tierra. Ella es la madre, o querida, que le suplica al espíritu divino en nombre de las criaturas terrestres confundidas y que se están desintegrando. Ella es la penitente pidiendo piedad, la monja ofreciendo sus oraciones por el bien de la humanidad perdida en el pecado. Ella es el incienso u oración que se eleva al Sol, pidiendo una nueva revelación, un nuevo Mesías, una nueva efusión de espíritu y de luz a través de una nueva estructura lunar, un nuevo cuerpo, una nueva imagen de la realidad, un nuevo concepto para resolver las dudas e incertidumbres del hombre que siempre se repiten. Durante las fases crecientes, la Luna dista entre 18 y 36 grados del Sol. El punto central del periodo consiste en la relación de 30 grados entre la Luna y el Sol: un aspecto de Semisextil. Este aspecto importante representa, en el periodo creciente, el fin del periodo subjetivo del ciclo de las lunaciones y la entrada definitiva en el terreno de la manifestación objetiva. Este terreno es también uno de conflictos y luchas, ya que una nueva estructura concreta o un nuevo concepto mental sólo puede manifestarse en un campo que ha sido despejado de los restos de las estructuras o conceptos previos. La fase de 45 grados de la Luna aún no se refiere al proceso mismo del despeje, sino más bien al primer impacto que causa descubrir el mundo objetivo. Es entonces cuando el nuevo concepto y la personalidad joven se ven confrontados con los conceptos previos que ocupan la mente, o con las muchas personalidades en el mundo que aparentemente son extrañas y potencialmente antagonistas. La Semicuadratura y el aspecto de 60 grados que siguen en el ciclo de las lunaciones, no producen, sin embargo, unas imágenes lunares fácilmente reconocibles. Son pasos transitorios que conducen a la fase de "cuarto creciente". La curva interior que va aumentando en la Luna creciente se ha convertido en una línea recta que produce una apariencia semicircular característica; y es sólo en estas dos fases donde la forma de la Luna incluye una línea recta. El significado sugerido es aquel de escisión, de corte, también de dualidad o de división en dos partes. Claramente, las fases crecientes y menguantes son símbolos de crisis. El cuarto creciente representa una crisis en la acción; el cuarto menguante, una crisis en la conciencia. Ambos pretenden enfocar la cualidad misma del cambio. Son momentos en los que se hace hincapié, cuando el carácter dinámico (y también inquieto) del proceso cíclico entero de crecimiento y diseminación orgánica aparece en revelación gradual, o asimilación, de la imagen o concepto liberado en la Luna Nueva. Y la razón de esto estriba en la incapacidad que tienen las criaturas terrestres para estar directa e instantáneamente en comunión con el espíritu solar. Si el hombre pudiera identificarse a voluntad y de forma inmediata con el espíritu no habría necesidad de que la Luna sirviera de mediatriz, de constructora de estructuras orgánicas o intelectuales transitorias. La fase de cuarto creciente de la lunación obliga a la personalidad creciente a que afronte su subordinación al tiempo, su incapacidad para estar en comunión con su Fuente solar (su dios) en un "Ahora Eterno". Es un momento de insatisfacción básica consigo mismo, sin embargo, también es un tiempo de reto para uno mismo. El hombre, obligado a darse cuenta de que sólo es "humano", de que está atrapado en la Rueda del Cambio, de que este es "su" camino, o crece positivamente hacia la madurez de la revelación particular que la futura Luna Llena le promete, o es incapaz de despejar el terreno de su mente aún atestado de cascarones de las estructuras pasadas. La Cuadratura de la Luna y el Sol (durante el periodo creciente de la Luna) puede, por consiguiente, interpretarse, tanto como un signo de un repudio bien definido hacia el pasado, como de un símbolo de la construcción de nuevas estructuras orgánicas o mentales necesarias para recibir la "semilla" solar liberada en la Luna Llena. Puede significar cualquiera de los dos tipos de acción; y puede y debe significar ambos simultáneamente. Sin embargo, si el repudio hacia el pasado no es lo bastante definido y la construcción de nuevas funciones y órganos prosigue sin entusiasmo, entonces, se establece una respuesta negativa a la oportunidad de crecimiento e iluminación ofrecida por este ciclo de lunación particular. La vacilación mental y una confusión básica de valores minan la facultad de actuar o construir. Lo que quiera que está establecido durante esta "etapa crítica" de la lunación sigue desarrollándose, para bien o para mal. Después de la Cuadratura (90 grados), viene el Trígono (120 grados) y la Sesquicuadratura (135 grados), que hacen la misma función que la Semicuadratura (45 grados) y el Sextil (60 grados) en la primera mitad. Estas fases son conocidas como la Luna “Gibosa". Por último, se alcanza la Luna Llena, la Oposición (180 grados) de la Luna y el Sol. Si ha prevalecido durante la mayor parte del periodo creciente una actitud positiva de crecimiento y de liberación de los restos del pasado, la Luna Llena trae al organismo terrestre (en el nivel de lo físico o psicomental) algún tipo de satisfacción, iluminación o revelación.

La nueva imagen solar, el nuevo mensaje del espíritu creativo, la recibe una conciencia clara y objetiva. Asume un estado de concreción; es decir, de perceptibilidad total o de lo plenamente inteligible, según el caso. Este estado implica algún tipo de contraste, un dualismo blanco y negro, claro y oscuro sin el cual ninguna comprensión objetiva de la forma sería posible para el hombre. Esto significa, en la práctica, que a algún nuevo factor se le da un valor alto, y que, como consecuencia, se repudia o se contrasta un viejo valor con el nuevo. Esto, a su vez, puede producir una reorientación concreta de las acciones cotidianas o de una nueva declaración de finalidad, la "finalidad" de un hombre, algo que es el resultado de la naturaleza y calidad de su respuesta (positiva o negativa) a las imágenes liberadas en él por el espíritu o "Sol". Sin embargo, si el individuo ha afrontado el periodo creciente de la lunación (y sobre todo la fase de cuarto creciente) con una actitud vacilante o enteramente negativa, se puede esperar que la Luna Llena traiga un conflicto orgánico serio y quizás profundamente destructivo, o un dilema mental para el cual no parece posible ninguna solución integradora. Las fuerzas solares y lunares se cristalizan, por decirlo así, en dos órdenes o clases de vida. Esto lleva a un choque mental y muy posiblemente físico también. La personalidad es desgarrada por dos fuerzas opuestas y puede ocurrir la esquizofrenia, un desdoble de la personalidad, al menos, temporalmente. El hecho de que la Luna y el Sol representan dos órdenes de vida totalmente antagonistas e irreconciliables es la gran ilusión. Es el espejismo de separación que enfrenta la mente (la Luna) con el espíritu (el Sol), el ego (una estructura psíquica cuya finalidad evolutiva es desarrollar una claridad objetiva de la conciencia a través de las diferencias individuales) con lo espiritual en cada uno (un poder de integración que busca la mayor inclusividad posible). Esta ilusión de separación destruye la esencia vital de la relación, aunque permanezcan las formas externas como caparazones. Es la negación de la afinidad. Y la mente que se impregne de ello sólo puede ver al Sol y la Luna como si fueran dos factores extraños, separados y siempre conflictivos, cada uno con su propio "ciclo de posiciones" independiente en vez de considerarlos como co-participantes en un verdadero "ciclo de relación", la lunación. Este tipo de "visión" o creencia constituye el primer paso en el camino hacia la desintegración y destrucción, donde el odio viene a reemplazar al amor, donde el ego establece en sí mismo una corriente de fuerzas que a la larga hace que se corte la conexión entre el ego y uno mismo, entre el intelecto y la mente espiritual. Este es el llamado camino "negro"; porque este camino destruye a ambas Luminarias... separándolas. Convierte en ineficaz la energía solar, y hace que las estructuras construidas por el ego-mental lunar se queden espiritualmente sin vida. Lo que está sin vida espiritualmente es como un oscuro abismo. Se dice que "la Naturaleza odia a lo vacío"; y la verdad es que algunas clases de energías pronto se arremolinarían, invadiendo, atraídas por y hacia este vacío, las energías que representan la decadencia de una sustancia terrestre privada de luz, a menos que un agente protector superior establezca un estado aséptico. Podríamos añadir aquí que existe una práctica astrológica que aísla completamente, con fines de análisis, a los varios elementos de una Carta Astral y sólo considera a los "ciclos de posiciones", en vez de concederle importancia a los "ciclos de relación" que constituyen la única realidad vital; estas prácticas nos proporcionan un símbolo de intelectualismo destructivo a la larga. Es, en realidad, un tipo de astrología "lunar". El estudiante que, por el contrario, proceda desde el punto de vista del espíritu, comienza y termina usando la afinidad de todos los factores contenidos en la Carta Natal, con la imagen total y "holística" de la unidad. Visualiza el "Nombre" de la persona o situación cotidiana en un acto de percepción intuitiva y no se dedica a deletrear meramente letras que no se pueden conectar. Sin embargo, al decir esto, no pretendo separar los valores solares de los lunares, la percepción holística de la disección intelectual, la síntesis en el significado de la diferenciación a través del análisis. Simplemente señalo una condición que ilustra la distinción básica entre las aproximaciones positivas y negativas al conocimiento. Es en las simbólicas "Lunas Llenas" de la evolución humana donde se ven estas dos aproximaciones en el contraste más claramente posible. Pero a este contraste no hay que considerarlo como una glorificación del Sol y una depreciación de la Luna, oponiendo lo solar a lo lunar, en el sentido de que haya una enemistad irreconciliable entre los dos. El acercamiento negativo es aquel que cree en esta enemistad irreconciliable entre las fuerzas lunares y solares, e incluso más en la absoluta falta de relación entre ellas. El acercamiento positivo, por otra parte, le da constantemente más importancia a la afinidad entre el Sol y la Luna dentro del marco de su relación (el ciclo lunario), además de intentar construir en el hombre (psicológicamente hablando) la facultad para relacionar siempre el carácter lunar de las estructuras psíquicas de la conciencia (egomental) con el poder solar de la voluntad y finalidad espiritual de uno mismo. Sólo es como resultado de tal relación el que el significado creativo se desarrolle dentro de la persona realmente individualizada e integrada. El desarrollo del "significado creativo" ocurre simbólicamente durante el periodo menguante de la lunación. La Luna Llena le trae a la personalidad del hombre, condicionado por la Tierra, una visión nueva, una revelación, un sentido de cumplimiento y de finalidad renovada, por supuesto, si se le afronta de una manera positiva. Pero la nueva imagen y la nueva realización orgánica de la vida no son fines en sí mismos. Sólo representan la culminación de un proceso; pero el proceso en si, como ya vimos, sólo es el medio para conseguir un fin, un fin creativo. Al nivel fisiológico este fin creativo es la liberación de una semilla biológica que perpetúa la vida. Al nivel psicomental, la meta es la diseminación de la idea concebida, de la imagen contemplada. Es la incorporación del "significado" de la idea y la imagen al lienzo de la sociedad y de la civilización.

Este es el deber del hombre. El Sol libera su emanación espiritual en la Luna Llena; pero esta palabra creadora no la pueden usar directamente las colectividades humanas. No se trata de una estructura concreta. Sólo es una vibración, un impulso rítmico, un "tono". A lo largo de la mitad creciente del ciclo de las lunaciones este "tono" se encarna progresivamente en estructuras lunares; y en la Luna Llena brilla con una gloria tibia en el cielo nocturno de la conciencia humana, dominando con su brillo a las estrellas distantes -al igual que los conceptos intelectuales dominan a las intuiciones espirituales radiantes, aunque muy remotas, de la mente primitiva. Cae bajo la responsabilidad del individuo hacer de la imagen de esta Luna Llena la suya propia. El tono solar se convierte en una realización vital sólo en el hombre al mismo tiempo en que el individuo consigue integrar el ritmo polar del Sol y la Luna, del espíritu y la mente. Pero esto no es el final. Es sólo el principio del período humano del ciclo. Durante la última mitad de la lunación, el hombre tiene que hacer conscientemente lo que ha conseguido hacer el espíritu en la oscuridad inconsciente de la fase de la Luna Nueva. El hombre, como individuo consciente, tiene que fecundar a la sociedad. Tiene que diseminar la semilla de la futura civilización. Tiene que construir el estado del mañana. Ahora él es la Luna iluminada por el Sol, la relación creadora y compenetrada entre dos entes. Tiene que desprenderse de su luz para satisfacerla necesidad de su gente, su raza, la humanidad en conjunto. Al menguar la Luna en el cielo, desaparece el individuo iluminado para formar parte de su progenie espiritual. La luz del civilizador está siendo absorbida por el lienzo de la nueva civilización, la nueva Tierra. Todos los ciclos de relación se dividen en dos hemiciclos. El hemiciclo creciente es un periodo de actividad emanada del espíritu o genérico-instintiva que presencia el triunfo de la "vida". El hemiciclo menguante es un periodo de liberación de significación creadora, individual, consciente y controlada por el hombre, o puede ser, por el contrario, en un sentido negativo, un periodo de desintegración gradual de los vehículos materiales. El significado clave de la primera mitad del ciclo es que la acción es espontánea e instintiva; el significado clave de la segunda mitad es el crecimiento consciente de la significación y del carácter inmortal, y el único tipo verdadero de crecimiento consciente implica el compartir la significación y la valía con los demás a través de la formulación adecuada, ya que ningún individuo puede conseguir la inmortalidad verdadera (personal o social) a menos que sea como participante en la actividad de alguna entidad inmortal y global. Así entendido, tanto la Luna Nueva como la Luna Llena representan, por tanto, comienzos. La Luna Nueva es el punto que inicia el terreno de la "vida", la Luna Llena abre el terreno de la "identidad espiritual" y de la inmortalidad individual del hombre. Contando desde la Luna Llena, tomándola como punto de inicio, los valores angulares de la relación Sol-lunar son los mismos que interpreté cuando se tomó a la Luna Nueva como el punto de inicio. Pero ahora los aspectos computados a partir de la Luna Llena representan los valores humanos y conscientes, mientras que los que eran calculados a partir de la Luna nueva se referían a un proceso que intentaba formar la toma de conciencia aunque procedente del "tono" inconsciente liberado por el Sol. Vimos que la fase de cuarto creciente cronometraba una crisis en acción, cuando la energía expansionadora de la relación vital tenía que expresarse tanto como un repudio del pasado (y de los actores ajenos a la relación) como a través de la construcción de agentes, organismos o facultades nuevas y concretas. La fase de cuarto menguante simboliza un momento de crisis en la formulación y también representa el compartir la significación y la valla con otros seres humanos. En el sentido negativo, sin embargo, esta fase de cuarto menguante es una época de desintegración crucial, un desglose de "tono" de la relación. Este tono es un factor sustentador a través del ciclo, yen cualquier caso su energía gradualmente se agota durante la quincena menguante de la Luna; pero donde la iluminación de la Luna Llena se ha recibido positivamente y se ha asimilado por el individuo, aparece una nueva clase de facultad, la facultad de la significación creadora y de un propósito de voluntad consciente. Esa facultad se desarrolla como contrapunto a la energía menguante de los instintos. El "tono" se hace cada vez más débil, pero la energía que proporciona la visión bien fundada y asimilada se extiende al ámbito de la amistad del individuo (o "grupo" espiritual) que, a su vez, sostiene (financiera, social, psicológica) al individuo. Por consiguiente, estamos realmente confrontados en el ciclo de las lunaciones, y en cualquier ciclo de relación, con dos tipos de energía: la energía del instinto y la energía de la conciencia creadora. Los aspectos, o fases, dcl hemiciclo creciente son pasos en el proceso del crecimiento orgánico e instintivo; aquellos del ciclo menguante son pasos en el proceso consciente de liberación creadora a través de la cual el individuo iluminado por la  Luna Llena gana como mínimo una pequeña porción de inmortalidad. Sin embargo, el tipo tradicional de astrología no reconoce esta distinción entre los tipos de aspectos, como, de la misma manera, hace una mención muy vaga de la diferencia entre los aspectos producidos por los "ciclos de posición" y los formados por los "ciclos de relación". En otras palabras, los astrólogos dan como norma general el mismo significado a una Cuadratura de "cuarto creciente" que a una de "cuarto menguante". Si la Luna está a un grado de Cáncer mientras que el Sol esta situado a un grado de Aries, la Cuadratura así formada es una Cuadratura creciente; pero si la Luna estuviera a un grado de Capricornio, formaría una Cuadratura menguante con el Sol. Sin embargo, prácticamente todos los astrólogos les conceden a estas Cuadraturas la misma importancia como tales. Por otra parte, si el Sol está a un grado de Aries, y la Luna está a un grado de Piscis, cada vez acercándose más a la Luna Nueva, el astrólogo dice que la Luna y el Sol forman un Semisextil (aspecto de 30 grados). Sin embargo, la Luna se está acercando al final del ciclo de las lunaciones, pasada su fase "Balsámica". Se le puede ver en el cielo como una "vieja media-luna" a punto de desaparecer en el resplandor del amanecer, y no como una "nueva Luna creciente" emergiendo del ocaso, como serla el caso si la Luna estuviera a un grado de Tauro y el Sol a un grado de Aries, una distancia también de 30 grados. Esto significa que la astrología normalmente considera la distancia angular (aspecto) entre dos planetas como un hecho en sí mismo, como un factor separado no relacionado con el ciclo de relación entre estos planetas. Sólo ve y estudia a los aspectos como factores espaciales o angulares, y no como productos de un movimiento autentico en un tiempo real y experimentable. Esta es una distinción muy importante, ya que, como ya hemos visto, la visión que tiene el hombre del tiempo define esencialmente su actitud básica hacia la vida y el espíritu, hacia sí mismo y hacia "dios". Lo que hace ordinariamente el astrólogo es retratar una sección representativa de la corriente eterna y universal de actividad que experimentamos como "el mundo", y analizar la estructura compleja de puntos y líneas marcados en la fotografía como si estos fueran factores estáticos.

Disecando así el transcurso del tiempo, el estudiante analiza la muerte y deja que escape la vida, al igual que lo hacen los científicos frecuentemente en sus experimentos de laboratorio y en sus disecciones. Hoy en día, el estudiante no maneja la experiencia que tienen los hombres en la vida cotidiana sobre lo referente al cielo y los movimientos cíclicos de los cuerpos celestes. Trabaja con estructuras-espaciales estáticas, no con funciones dinámicas; trabaja con formas, más que con fuerzas; con partes en vez de con enteros; con las obligaciones exigidas por el "tiempo objetivo" y no con la liberación que otorga la "duración subjetiva". Sólo son en casos contados donde se Ie dan a los aspectos entre planetas en una Carta Astral moderna, distintos valores según los ciclos reales de movimiento y las velocidades relativas de los planetas componentes. En la astrología horaria se le da una destacada importancia ala distinción existente entre los aspectos "que se forman" y los "que se separan", es decir, entre que planeta de los dos es el más rápido y, por tanto, el que supere al otro, aventajándolo. Pero a esta distinción no se le da un sentido lo suficientemente amplio, porque no tiene en cuenta realmente al ciclo completo de la relación formado por los movimientos de estos dos planetas. El astrólogo horario dirá que si la Luna está a 28 grados de Acuario y el Sol a un grado de Aries, el Semisextil existente entre los dos se está "formando", mientras que si la Luna está a tres grados de Piscis y el Sol a un grado de Aries, el Semisextil es un aspecto "que se está separando". Pero esto sólo es una vista parcial de la situación. Lo que habría que hacer es diferenciar categóricamente los dos tipos de Semisextiles representados por una Luna en Piscis y una en Tauro en relación con el Sol en Aries, o entre el tipo de Cuadratura que constituye un aspecto "creciente" y otro "menguante". Y esto se aplica no sólo a los aspectos entre la Luna y el Sol, sino también a los aspectos formados por cualquier pareja de planetas, especialmente por dos planetas que tienen una relación polar determinada (tales como Marte y Venus, Júpiter y Mercurio). Tal distinción necesita que el estudiante se acostumbre a pensar en términos de ciclos de relación más que en términos de relaciones angulares estáticas en las que el orden de los planetas relacionados pueda ser invertido sin alterar la relación. Sin embargo, como ya indiqué al comienzo de esta primera parte de nuestro estudio, la experiencia humana y la duración subjetiva que constituye su "alma" no son reversibles. Sólo el tiempo matemático y abstracto es reversible: y es un símbolo de muerte. La inmortalidad espiritual no se alcanza haciéndose uno abstracto; es la realización y la semilla de un ciclo que se ha realizado creativamente. Es la individualidad perpetuada por uno mismo o la "quintaesencia" de un ciclo completo de duración subjetiva, y no un escape a la atemporalidad del tiempo objetivo y sus obligaciones. La astrología moderna le concede una importancia considerable al día de nacimiento de la persona, de la que se estudia la vida y carácter. Las revistas astrológicas, que tienen que depender de datos simplificados y generalizados para poder alcanzar un gran número de personas, han sido responsables en parte de este énfasis exagerado de lo que se le llama el "Signo solar" de una persona. Como regla general, todos sabemos en qué día del año hemos nacido, y ese día -el cumpleaños- calcula dentro de un límite de pocos grados la posición del Sol en el zodíaco. Así, se ha desarrollado entre las personas interesadas en la astrología, incluso muy superficialmente, la costumbre de decir: "Soy Aries", o "Soy Virgo", etc. queriendo indicar que, en el momento de su nacimiento, el Sol estaba situado en el Signo zodiacal de Aries o de Virgo. Tal identificación del "yo" con la posición zodiacal del Sol tiene sin duda una validez muy real; sin embargo, a pesar de que al Sol se le puede considerar como el factor más básico de una Carta Natal, no es el único factor de importancia fundamental, y la posición del Sol en el zodiaco no es la única manera de caracterizar su significado particular en el Mapa Natal de un individuo. El zodíaco como ya se dijo, es un ciclo de posiciones que registra el movimiento anual aparente del Sol desde el equinoccio vernal (el punto designado como cero grado de Aries), es decir, desde que cruzó el plano del ecuador en dirección Norte. Sin embargo, el zodíaco registra el camino del Sol como si nada existiera ni se moviera de un lado para el otro exceptuando este autócrata celeste espléndido y magnífico, el Sol, nuestro "rey". De la misma manera en que la mayoría de las personas consideran a su "yo" también como tal figura regia y grandiosa que vale por si sola en su pequeño universo, es natural que quieran identificar el carácter esencial de su propia persona con la posición zodiacal del Sol. Se entiende que el Sol es aquel que existe por sí mismo y que de él fluye toda vitalidad y energía. Se dice que se remite al "propósito" básico de la vida, a la "voluntad" del hombre "verdadero". Estos factores solares no se encuentran inherentemente afectados por cambios o por relaciones; es la naturaleza terrenal la que, al orientarse a sí misma de manera diferente ante ellos, les hace parecer ser diferentes. Sin embargo, en la astrología geocéntrica la Tierra no tiene parte alguna en las relaciones celestes; sólo es el recipiente de las influencias espaciales, el objeto sobre el que actúan los cuerpos celestes. Las relaciones astrológicas se refieren únicamente a los movimientos de dos o más cuerpos celestes, y la relación entre el Sol y la Luna es normalmente la primera en ser considerada, siendo desde luego, algo absolutamente básico.

La relación cíclica entre la Luna y el Sol es lo que produce el ciclo lunar, y cada instante del mes y del día puede verse caracterizado significativamente por su posición dentro de este ciclo lunar Por tanto, una persona puede decir: "Soy Libra". A los seres humanos se les puede dividir en tipos según el significado simbólico de los periodos más importantes del ciclo lunar además de dividirlos según los Signos del zodíaco. Pero cuando se hace esto, el factor básico que se usa como fundamento para clasificación no es el Sol solamente, sino la relación Sol-Luna; y la clasificación se refiere a un aspecto o nivel del ser humano total en la que el elemento de afinidad es de suma importancia. Si se describe al hombre y se clasifican a los tipos humanos en lo que se refiere al propósito arquetipo de su vida (es decir, de la "idea" de dios de lo que debería ser o en lo que deberá convertirse el hombre), entonces la posición zodiacal del Sol en el momento del nacimiento es una indicación simbólica lógica y suficiente. Pero el hombre no es sólo una entidad unitaria que se encuentra en un aislamiento espléndido o que tiene un carácter que incluye una altivez trascendente con respecto a todas las relaciones. El Sol brilla por una finalidad, digámoslo así: pero el cumplimiento de esa finalidad incluye otros factores además del brillo solar. Incluye a intermediarios y agentes distribuidores que vinculan a la emanación del espíritu solar y los materiales caóticos de la Tierra, dentro de las estructuras adecuadas. Estos agentes operan en el hombre en dos campos básicos: el campo de la dualidad y "vida" bipolar, representado por la relación Sol-Luna (es decir, el ciclo lunar), y el campo de la integración múltiple, representado por el sistema solar como un todo cósmico, con sus múltiples ciclos interplanetarios. En estos estudios estoy exclusivamente interesado en el primer campo citado, en el proceso básico según el cual la necesidad de la Tierra y sus criaturas convocan desde el corazón del Sol un nuevo impulso o vibración que se puede asimilar y usar gracias a las varias estructuras u órganos concretos que construye la Luna. La finalidad solar por si sola significaría poco sin las formas y medios necesarios para convertir esta finalidad en algo real. El impulso más espiritual es algo bastante vano, a menos que uno descubra un método y unos agentes adecuados para hacer que funcione. El impulso solar debe ser explotable, este es el primer paso. En el tiempo debido, tiene que revelar su propósito a la conciencia, la cual puede transformar entonces la impulsión instintiva y ciega en un tipo consciente, significativo y creador de actividad humana, este es el segundo paso. El primer paso describe la primera mitad creciente de la lunación, mientras que el segundo se refiere al periodo menguante de la misma. Aquí debo hacer hincapié una vez más en el hecho de que a las "fases de la Luna" no se le pueden considerar como factores lunares. Son los resultados de la relación Sol-Luna. El Sol se desplaza de la misma manera en que lo hace la Luna. El ciclo lunar es la combinación de sus movimientos periódicos. Así, si decimos de un hombre que es del tipo "cuarto creciente", no lo evaluamos desde un punto de vista lunar, sino en términos de un factor Sol-Luna. A este hecho hay que darle énfasis porque, obligados por la circunstancia obvia del cambio de aspecto de la Luna, los hombres han creído implícitamente que durante el periodo lunar, la Luna misma experimenta cambios. Pero la Luna no cambia. Su luz sí lo hace, y su luz es su ofrenda de los productos de la relación Sol-Luna a las criaturas terrestres. El "aniversario lunar" de un individuo es, por tanto, la fase particular de la relación Sol-Luna que operaba en el momento de su nacimiento, de la misma manera en que su cumpleaños oficial (en términos del ciclo del año solar) representa, aproximadamente, el punto alcanzado por el Sol en su viaje zodiacal anual. Mediante lo último, podemos descubrir la naturaleza de la energía primaria y del propósito arquetipo básico de un ser humano; a través de lo primero aprendemos cómo opera el proceso de la vida en el individuo, y cuál es su actitud característica al resolver los problemas reales de la vida que surgen de las relaciones y al resolver de forma concreta y práctica el propósito arquetipo revelado por el grado zodiacal del Sol natal. El primer tipo de señal que manifiesta el aniversario lunar depende de si ocurrió durante el período creciente o menguante de la lunación. En el hemiciclo- le concede mucha importancia a la facultad de crear estructuras orgánicas; en el hemiciclo menguante a la facultad de liberar significación creativa, o de derribar estructuras anticuadas que ya no pueden satisfacer las "necesidades de la época". Y si aplicamos esta clasificación muy general a unas cuantas personalidades públicas de nuestros tiempos, veremos de una ojeada lo útil que puede ser la señal al "colocar" al individuo y al caracterizar el trabajo de su destino entre los hombres con los que establece relaciones. Típico es el caso de José Stalin que, hablando en un sentido práctico, fue uno de los constructores de estructuras más acertados de la historia. Nació durante una Conjunción de la Luna y Saturno (que representa el principio de la estructura) al comienzo de Aries, justo después de una Cuadratura "creciente" con el Sol en Sagitario a los 29 grados. Es, por tanto, una persona de "fase creciente". Y ha demostrado su capacidad para usar exactamente el tipo de energía expresado por este periodo del ciclo lunar: un periodo de Crisis en acción, uno que deberá presenciarla construcción de estructuras orgánicas, mientras que el suelo sobre el que se encuentran se está limpiando de restos sin vida del pasado, Stalin demostró, llegando hasta el punto de eficacia e implacabilidad más extrema, la habilidad tanto para repudiar a las viejas lealtades, como para formar las nuevas. El era el típico "constructor de imperios", con todas las características desagradables que esto implica inevitablemente. Como contraste, encontramos que tanto Lenin como Trotsky nacieron durante la fase de cuarto menguante de la relación Sol-Luna. Fueron, en cierto sentido, revolucionarios profesionales que simbolizaban la desintegración de una civilización; y por otra parte, fueron hombres que se concentraban sobre la tarea de descubrir y enseñar una significación nueva, un acercamiento nuevo a la sociedad. La energía que utilizaban era la polaridad contraria al que empleó Stalin. Por lo que, cuando llegó el momento de construir estructuras nacionales fuertes, Lenin murió y Trotsky fue derrotado. Como telón de fondo de estos tres hombres se sitúa, por decirlo así, Karl Marx, nacido exactamente durante la Luna Nueva (también un eclipse); y fue él quien dio el impulso inicial que liberó a las idées-forcées, que fecundaron las mentes de los dirigentes rusos. Con Franklin D. Roosevelt, tenemos el ejemplo de un nacimiento a menos de tres días antes de la Luna Llena (la Luna a 7 grados de Cáncer y el Sol a 12 grados de Acuario). Aquí tenemos también a un personaje capaz de manejar la facultad de construir estructuras sociales "orgánicas"; pero se acerca más que Stalin a la iluminación de la Luna Llena. Su país había pasado ya por parte del periodo de construcción de estructuras sociales cuando él llegó para conducirlo hacia la realización, en lo relativo a la conciencia y a las relaciones mundiales, del propósito solar de vuelta a su base. Estados Unidos tuvo su nacimiento ideológico en la época de la Declaración de la Independencia; y esto ocurrió durante el periodo menguante de la lunación. Por otra parte, cuando Washington llegó al poder el 30 de abril de 1789, y así comenzó la tarea real de construcción de un organismo nacional concreto desde los proyectos (arquetipos) de la Declaración y de la Constitución, la luz de la Luna aumentaba (la Luna a los 17 grados de Cáncer y el Sol á los 11 grados de Tauro). En los casos de un pensador científico como Benjamin Franklin, un poeta como Walt Whitman y un filósofo como Ralph Waldo Emerson, nos encontramos con personalidades que han construido con palabras y con fe. Fueron hombres que se encontraban en la cresta de la ola de una vida nacional llena de vida instintiva y apasionada de la estructuración de nuevas organizaciones, formas y facultades. Nacieron durante el periodo creciente. Pero con Richard Wagner y Victor Hugo, nos enfrentamos con personalidades que llegaron al final de un largo ciclo de cultura, y que volvieron a los mitos y leyendas antiguos de las primeras épocas de esa cultura, empeñados en darles una nueva formulación, un nuevo significado, que pudiera hacer surgir en el futuro nuevas energías vitales. Estos dos hombres nacieron en el momento en que menguaba la luz de la Luna. El siguiente paso lógico en la determinación del aniversario lunar se toma al dividir el ciclo lunar en 4 periodos básicos: desde la Luna Nueva hasta el cuarto creciente, desde el cuarto creciente hasta la Luna Llena, desde la Luna Llena hasta el cuarto menguante, desde el cuarto menguante hasta la Luna Nueva. Encontramos, por otra parte, que los puntos medios de cada uno de estos periodos son momentos de confrontaciones significativas en la relación y también de liberación de energía (constructiva o destructiva). Esto nos da la siguiente estructura, que es cíclica, y por tanto, repetida sin cesar:

1) Desde la Luna Nueva hasta el Cuarto Creciente

Este es un periodo de actividad instintiva, juvenil, esencialmente inconsciente e indomable. La conciencia que pueda existir es básicamente subjetiva, con una tendencia a no distinguir con precisión entre los deseos, sueños o sentimientos internos y las verdaderas realidades del mundo externo. La persona nacida durante este periodo de la lunación querrá, sobre todo, descubrir cómo es; es decir, en este nivel de experiencia personal, hasta dónde puede expandirse mediante la liberación de sus energías vitales y el "tono" (o energía solar) que está obligando la formación de sus energías vitales y el "tono" (o energía solar) que está obligando la formación de nuevas estructuras orgánicas y facultades psíquicas nuevas en su esencia. Son características de esta época la impulsividad y la espontaneidad; pero también en sentido negativo, la confusión de valores y la falta de equilibrio rítmico a la hora de liberar el flujo de la vitalidad, fisiológica y psicológica. Esta es la fase de media-Luna de la Luna creciente, y finaliza cuando la Luna y el Sol distan 45 grados uno del otro. Esto ocurre durante el cuarto día del ciclo lunar, en el momento en que la Luna se desplaza aproximadamente a una velocidad media de trece grados y medio por día; avanzando, además, el Sol aproximadamente un grado por día. La fase de "semi-cuarto" ocurre, por tanto, cuando la Luna pasa justo por encima de los 48 grados tomados a partir de la posición zodiacal de la Luna Nueva. En este punto empieza a aparecer un estado de tensión de un carácter más o menos agudo. El momento de la voluntad de expansión Sol-lunar es más fuerte que nunca, en el sentido de que opera a través de agentes biopsicológicos (lunares) mejores organizados; pero la resistencia que ejerce el mundo externo contra él aumenta de manera cada vez más acuciante, y la actividad nacida del contacto Sol-Luna en la Luna Nueva se ve contenida por otras actividades. Esto comienza un proceso de transformación en las estructuras lunares, y desde entonces en adelante, se desarrolla en serio una conciencia objetiva. Lo "nuevo" se enfrenta a lo "viejo" sobre la base de una lucha entre las voluntades; y de esta lucha (que puede ser un choque) se desarrollan emociones, complejos y desviaciones fisiológicas. La "vida" genérica se ve modificada cada vez más por un tipo de acentuación individualizada. Comienza la individualización. Aumenta hasta que se, alza la fase de cuarto creciente.

2) Desde el Cuarto Creciente hasta la Luna Llena

Como ya hemos visto, la fase creciente simboliza una crisis en la relación, una crisis accional que incluye, tanto el repudio a lo que no armoniza con la vida creciente, como la construcción deliberada de nuevas estructuras y facultades que harán posible que la iluminación de la Luna Llena futura se retenga y se asimile. En el periodo que sigue la fase de cuarto creciente se deben superar los obstáculos, y afrontada la enemistad del viejo mundo. La actividad voluntaria está en su culminación en el punto medio de este segundo periodo de la lunación, cuando la Luna y el Sol forman un aspecto de 135 grados (Sesquicuadratura). Se puede decir que este aspecto está formado por la suma de una Semicuadratura (45 grados) y una Cuadratura (90 grados). Pero mientras que la Semicuadratura establece una confrontación, cuyo impacto es de tipo agudo y a veces devastador para el organismo que no está preparado para ello, la Sesquicuadratura representa un tipo deliberado de lucha, en la cual el organismo viviente o personalidad fuerza su propio destino por el bien de una meta individual clarificada gradualmente. En la mayoría de los casos, se puede decir que en la fase de 45 grados del ciclo Sol-lunar, el mundo exterior ataca al organismo en expansión, mientras que en la fase de 135 grados, es el individuo quien deliberadamente quiere aplastar a cualquier obstáculo en su camino. Sin embargo, si el intento no tiene éxito, puede desarrollarse, entonces, algún problema de tipo orgánico-psíquico, siendo un ejemplo característico la consunción. Al acercamos cada vez más a la Luna Llena, las indicaciones de madurez personal y de ilustración se hacen cada vez más fuertes. Con semejante aniversario lunar, el individuo deberá alcanzar algún tipo de realización, entendimiento objetivo o iluminación.

3) Desde la Luna Llena hasta el Cuarto Menguante

El periodo menguante del ciclo comienza con la Luna Llena, ya he hablado extensamente sobre los significados positivos y negativos de esta fase. Revela o bien una culminación de la relación o bien la imposibilidad de seguir adelante con esta. En el primer caso, esto inicia el proceso de desarrollo de los frutos de la relación. Este "tono" dinámico de la Luna Nueva se convierte, al llegar la Luna Llena, en una "imagen" concreta, una visión simbólica dentro del entendimiento. El contraste existente entre los factores lunares y solares se percibe como un "claroscuro" que realza el elemento de la forma ,ya que la percepción de la forma implica una oposición entre la luz y la oscuridad, entre el negro y el blanco. La forma, revelada en un momento de percepción lúcida durante la fase de la "Luna Llena" de cualquier ciclo de relación, libera gradualmente su significado (o significación) al disminuirla luz de la Luna. El periodo menguante de la lunación es, por lo tanto, un periodo de crecimiento para la energía activa de la consciencia. La conciencia, una vez formulada, puede compartirse con los demás, y así puede afectar y transformar  activamente a los demás. Como resultado, la visión de la finalidad del ciclo como un entero puede llegar a incorporarse en la sustancia de la sociedad humana. Con respecto al lado negativo, este periodo es testigo de la cristalización progresiva, y más tarde, de la desintegración de las estructuras orgánicas. La energía que posee el tono solar liberado en la Luna Nueva y que sustenta al ciclo entero se apaga gradualmente. No obstante, se puede reponer, hasta cierto punto, con la nueva clase de energía producida al compartir la finalidad y la voluntad entre un grupo organizado de seres humanos. Esta forma de compartir está simbolizada por todo tipo de rituales auténticos y, quizás, el que más claramente lo simboliza de todos, sea la Musa Cristiana y el sacramento de la "comunión" y en general, es la ceremonia de la "partición del pan", que, de una manera o de olmos prácticamente universal. Así, la energía social le da vigor a la conciencia y a la mente, que a su vez mantienen unido alorganismo cuya energía biológica va menguando. Y a la vez, la energía social es, en cierto sentido, energía solar; pero también es algo más que eso. Es la energía solar enfocada sobre la conciencia de un ser humano. Es la energía proveniente de la semilla, mientras que la energía solar liberada durante la Luna Nueva tiene su origen en la raíz. El punto decisivo de este periodo que va desde la Luna Llena hasta el cuarto menguante es la fase producida por una relación de 135 grados entre la Luna y el Sol. Esta Sesquicuadratura, sin embargo, es ahora un aspecto menguante, y esto la diferencia del aspecto de Sesquicuadratura encontrada en el hemiciclo creciente de la lunación, ya descrita. Esta diferenciación ni se reconoce ni se aprecia por la astrología enseñada y practicada hoy en día; y esto, creo yo, representa una verdadera laguna en la teoría astrológica. Es cierto que una Cuadratura sigue siendo una Cuadratura, y un Trígono un Trígono, no importa si pertenecen al periodo creciente o menguante del ciclo Sol-Luna o de cualquier otro ciclo significativo de relación. Pero sus significados reales se ven profundamente modificados o coloreados por el lugar que ocupan con respecto al ciclo entero. De nuevo, el punto en juego es este: si se le puede dar a cualquier factor astrológico (en este caso, un "aspecto') la consideración como entidad aislada y separada, o solamente como parte integrante de un entero mayor. El entero mayor al que pertenece cualquier aspecto es el ciclo de relación; y cualquier ciclo de este tipo tiene un flujo menguante y creciente. La energía y carácter de una marea que va bajando son distintos de los de una marea que va subiendo. Y es más importante saber si la marea avanza o retrocede que anotar con precisión el nivel (es decir, el aspecto) que está alcanzando en la orilla en cualquier momento particular. La fase menguante de 135 grados del ciclo lunar es vista por los astrólogos de hoy en día como algo que meramente indica el hecho de que la Luna y el Sol distan entre sí 135 grados. Lo que es igual de importante es que en un momento así, se ha alcanzado un punto en el ciclo lunar tan lejos de la Luna Llena como lo está la Semicuadratura en el periodo creciente de la Luna Nueva. Tanto la Luna Nueva como la Luna Llena pueden interpretarse como "comienzos". Existe para el hombre -permítanme recalcarlo de nuevo- un comienzo en la oscuridad del instinto (es decir, la inconsciencia), y existe un comienzo a plena luz de la inteligencia consciente. Existe un comienzo en la escasez y en la necesidad, y también la posibilidad de un nacimiento a partir de la plenitud y de la visión despejada. Esta es la posibilidad ignorada por el análisis corriente de los aspectos Sol-lunares, y esta omisión caracteriza desde luego de manera significativa nuestra civilización y sus creencias. Esta fase nos revela la salida de la conciencia y de sus formulaciones desde el campo de la iluminación subjetiva para llegar hasta el campo de la aplicabilidad objetiva. Dicho de otra manera, el individuo ya no disfrutará de los ideales como si fueran posesiones subjetivas maravillosas; tienen que ser compartidos y transformados en algo objetivamente explotable. La fase menguante de 135 grados de la relación Sol-Luna es una fase de demostración de una conciencia empeñada en llevar a cabo la visión de la "Luna Llena". Esto exige una conciencia cada vez mayor de participación objetiva dentro de un Todo mayor. Con respecto a las finalidades básicamente sociales, produce un sentido creciente de responsabilidad; pero, por otra parte, si la configuración opera negativamente, ocasiona un sentimiento de derrota o de ¿de qué sirve?, y el individuo afectado puede perderse fanáticamente en grandes movimientos religiosos, ahorrándose así la molestia de afrontar a sus más importantes preocupaciones.

4) Desde el Cuarto Menguante a la Luna Nueva

Esta fase de cuarto menguante es, de la misma manera en que lo es la de cuarto creciente, un momento de crisis y de repolarización; pero ahora la crisis incluye problemas de conciencia y de formulación, más que de asuntos que traten de la construcción de estructuras orgánicas. El elemento conflictivo es fuerte, por lo menos a nivel ideológico; y si consideramos al periodo menguante del ciclo como una marea menguante de energía biológica-cultural, encontramos que el derribo de todos los ídolos e imágenes que suelen existir tiende a crear crisis fisiológicas y sociales, enfermedad y revolución. Las fuerzas catabólicas existentes en el cuerpo aceleran su ritmo. Desde el punto de vista social, los revolucionarios natos (como por ejemplo, Friedrich Engels, Lenin y Trotsky) se elevan sobre la marea descendente, retando a las viejas estructuras sociales estableciendo una exigencia de nuevo poder, el poder "virgen" de las colectividades sumergidas. También existe una habilidad "constructiva" en conexión con este tipo de Cuadratura menguante; pero es el tipo de constructividad demostrada notablemente por Lenin, es decir, esencialmente la construcción de grupos de hombres cerrados y totalmente consagrados que deben ser las "semillas" del orden del orden futuro. Las semillas poseen una superficie muy resistente, y su principal atributo externo es que no se pueden modificar. Se crean sobre el principio de la necesidad extrema y de la fuerza intransigente e inflexible que se perpetúa a sí misma. Al alcanzarla relación Sol-Luna de 45 grados y poco después, la llamada Luna Balsámica cuyo significado ya se ha descrito, entramos en el terreno de la siembra de la semilla, y del sacrificio personal. El personaje simbólico que concentra sobre el drama social y el mártir pueden bien nacer durante estos días que preceden a la Luna Nueva. Son la incorporación de la necesidad que tiene su colectividad de un nuevo nacimiento del espíritu. Ellos hacen bajar al espíritu creador, convocan el futuro, aunque sea mediante su propia muerte.

Al alcanzar así las 4 fases básicas del ciclo lunar, que se convierten en 8 cuando consideramos las divisiones creadas por los aspectos de 45 grados y de 135 grados, tenemos el bosquejo de un esquema cíclico que puede servir de base para definir 8 tipos humanos. Esta clasificación de tipos según el aniversario lunar es totalmente tan válida y significativa dentro de sus límites adecuados, como una clasificación basada en la estación en la que nace una persona. Ultimamente ha habido bastantes intentos "científicos" y estadísticos de establecer esta clasificación estacional de seres humanos, y dentro de los límites resultantes del tipo de información usada como base, esta clasificación consiste en los 12 tipos zodiacales. El punto que tenemos que recalcares este: al igual que se utiliza la base para clasificación, también se usará para interpretar el significado de la descripción de tipos que produce. Lo que descubrimos cuando usamos el aniversario lunar como base es más que nada la manera en la que se enfrenta una persona con el reto que representan las relaciones y cómo usa su fuerza vital y su conciencia para poder resolverla finalidad básica de su vida como una personalidad humana concreta dentro de la práctica cotidiana real. A esto le podemos llamar acercamiento "existencial"; ya que toda existencia es una expresión de afinidad y todo lo que conocemos por "realidad", en el sentido simple y no metafísico del término, es la resolución de un número infinito de relaciones. Se refiere a nuestra participación, ya sea deliberada o automática, en la obra del mundo. Pero ¿por qué deberíamos usar una división de 8 unidades del ciclo lunar en vez del tipo de clasificación de 12 unidades generalmente adaptado cuando trabajamos con el zodíaco y sus Signos? Podría responder diciendo que nos hemos acostumbrado tanto al esquema de 12 unidades que nos olvidamos del hecho de que no siempre se ha usado éste en la astrología. Aparentemente ha existido una época en la que solamente fueron usados 10 Signos zodiacales, y la división de 8 unidades no era poco frecuente, gulags como una manera de fraccionar el movimiento diario aparente del Sol. En mi opinión, es esencialmente válida una división de 12 unidades cuando trabajamos con los "ciclos de posiciones", como en los casos del año solar y el día sideral. Sin embargo, cuando trabajamos con la interacción cíclica entre 2 factores móviles, y por lo tanto, con los resultados siempre cambiantes de su relación, una clasificación de 8 unidades de estos resultados me parece la más lógica y práctica. La relación genera energía; sin relación no existe energía disponible para liberar. El ritmo de las liberaciones básicas de la energía, por lo menos en lo que se refiere a la vida (de actividad biopsíquica y orgánica), debería simbolizarse y medirse esencialmente utilizando el número 8. Esto se realizaba así en el simbolismo hindú, chino y en el gnóstico cristiano; el símbolo gnóstico de Cristo era el 888. Además, la división de un campo circular de energía electromagnética en 8 unidades es una división muy básica, incluso dentro de las técnicas científicas modernas. La cruz cuádruple, la base de tanto la división de 12 unidades como la de 8, del círculo (o de un ciclo temporal), establece los puntos de crisis básicos en la relación entre los dos factores polares considerados. Pero 4 puntos más, bisecando los 4 cuartos, son necesarios para marcar las posiciones (o los momentos) de mayor ímpetu y la liberación más crítica. Lo que le añade importancia a esta clasificación de 8 unidades es el hecho de que se refiere, en su simpleza, a cosas que pertenecen a la experiencia humana más fácil y directamente discernible. A menos que uno tenga a mano un calendario o efemérides, no es siempre existencialmente fácil (es decir, un asunto de experiencia concreta) definir el Signo zodiacal en el que se encuentra el Sol en cualquier momento ni tampoco darse cuenta directamente de que el cumpleaños de uno mismo ha llegado. Pero un simple vistazo a la Luna en el cielo nocturno nos puede decir si ha alcanzado la misma fase, de las 8 unidades discernibles, que la que estaba en el cielo en el momento de nuestro nacimiento. Por lo que, nuestro "aniversario lunar" puede ser cuestión de una experiencia concreta, simple y repetida cada mes. Esto nos permite sentir frecuentemente y de forma visible nuestra armonización con respecto al gran ritmo de la vida, resonar conscientemente cada mes con ese aspecto de la relación Sol-Luna que está indeleblemente impreso sobre el campo electromagnético de nuestro ser psicosomático total. Toda persona nacida durante la Luna Llena, o la Luna creciente, deberá ser capaz de sentir cada mes una sensación elemental profunda y directa de "reconocimiento", ya que su aniversario lunar la trae de vuelta a esta fase que representa, en un sentido arquetípico, su capacidad básica para relacionarse con todos los demás seres vivientes. ¿No es la astrología esencialmente un medio para que los individuos se sientan conscientes, en lo más profundo de su ser, de su relación con los "campos" planetarios y solares entre los que viven, se mueven y existen, conscientes, especialmente del lugar y de la función básica que la vida o dios proporcionó para ellos en este planeta, la Tierra, de la que la humanidad como un entero es la única Mente? Al nombrar los 8 tipos lunares de personalidad he utilizado las palabras más simples posibles al referirme a las fases corrientes y conocidas de la relación Sol-Luna. El nombre de la fase caracteriza a todas las personas nacidas dentro del periodo que le sigue a esa fase. Esta es la práctica astrológica corriente, ya que la astrología es "la ciencia de todos los comienzos" (Marc Jones); siempre trata del impulso original de cada ciclo, subciclo o fase, con la pequeña "simiente" que brota de la "vieja semilla" para un nuevo ciclo de existencia. Los ocho tipos descritos son:
 
1) El tipo correspondiente a la Luna Nueva

Son todas las personas nacidas exactamente durante la Luna Nueva, o dentro de los límites de los 3 días y medio siguientes a la Luna nueva, y por tanto, con la Luna a menos de 45 grados por delante del Sol. Este tipo de persona tiende a ser eminentemente subjetiva, impulsiva y emocional en sus respuestas a las relaciones humanas y a los procesos sociales. Esto puede producir un estado de confusión, una tendencia a proyectarse a uno mismo sobre los demás y sobre el mundo en general, a vivir la vida y el amor como si fueran sueños o pantallas sobre las que hay que proyectar la propia imagen, y a menudo la sombra de uno mismo. En la mayoría de los casos, se afrontan a las personas y a las situaciones sin mucha consideración a lo que son realmente en sí mismas; se convierten en símbolos.
 
2) El tipo de la Luna Creciente

Son todas las personas nacidas con la Luna entre los 45 grados y 90 grados más allá del Sol en el zodíaco. Aquí, vemos un nuevo impulso para la acción o cualidad de la actividad, teóricamente liberada durante la Luna Nueva, en el momento en que reta a lo viejo en una lucha más o menos intensa. Esto conduce normalmente a la autoafirmación, a la fe en uno mismo y a un afán de superar los obstáculos al llevar a cabo una orden o impulso vital sentido interiormente. De la misma manera en que todos los tipos tienen sus aspectos negativos, el tipo creciente se puede caracterizar en algunos casos por sentirse profunda e inconscientemente abrumado por el ímpetu del pasado y por el poder de los "fantasmas" o el Karma. Este sentimiento negativo proviene de no saber repolarizar la capacidad propia con respecto a las relaciones personales o sociales.

3) El tipo del Cuarto Creciente

Son todas las personas nacidas con la Luna entre 90 grados y 135 grados por delante del Sol, o lo que es lo mismo, de 7 a 10 días y medio después de la Luna Nueva. Esto representa en el ciclo lunar una época de crisis en la acción, una época para la actividad directiva y vigorosa. El empuje esencial en la persona es la construcción de estructuras (o andamiajes) que puedan servir para la futura objetivación de los nuevos ideales sociales y de un nuevo sentimiento de relaciones interpersonales. Normalmente, está presente una voluntad fuerte, en el ejemplo positivo de este tipo, y quizás un sentimiento de autoexaltación, cuando se ve afrontado con las viejas estructuras que se están derrumbando, y (a veces) el intento implacable de consolidar el nuevo ideal.

4) El tipo de la Luna Gibosa

Son todas las personas nacidas con la Luna entre 135 grados y 180 grados por delante del Sol, y, por tanto, unos días antes de la Luna Llena. Estas personas tienden a darle mucha importancia al desarrollo de su capacidad de crecimiento personal. Desean contribuir con valía y significación a su sociedad, su cultura o a la "vida" en general. Se preguntan incesantemente "¿Por qué?"; trabajan buscando una clarificación de los asuntos personales o socio-culturales, con algún tipo de meta importante (en su opinión) a la vista. Generalmente tienen unas mentes agudas y la facultad de asociar ideas y conceptos, queriendo así hacer posible algún tipo de revelación o iluminación. Pueden dedicarse a una persona o causa importante, y/o pueden querer que otros trabajen para ellos con la misma devoción.

5) El tipo de la Luna Llena

Son todas las personas nacidas en el momento de la Luna Llena y durante los 3 días y medio que siguen. La Luna está, por tanto, entre 180 grados a 135 grados por detrás del Sol en el zodíaco y, podríamos decir, corriendo para encontrarse con el Sol. Este es el primero de los tipos que pertenecen al hemiciclo menguante del ciclo Sol-Luna, y lleva a cabo el significado simbólico de la Luna Llena, la cúspide del ciclo. Los factores básicos en este caso son, teóricamente, la objetividad y la conciencia clara como resultado de las relaciones interpersonales y socio-culturales. El impulso original del ciclo lunar (su "tono" siempre sonante y fundamental) se acaba de convertir en un concepto formado, una imagen más o menos clara. Lo que principalmente se sentía en el pasado se ve ahora. Esto puede significar una revelación o iluminación, y normalmente algún tipo de realización, pero también puede significar, negativamente, una separación o un divorcio, quizás incluso un divorcio de la realidad, o una división interior ("el hombre contra sí mismo"). Una relación lo es todo para la persona del tipo correspondiente a la Luna Llena, o por el contrario, puede repudiar a todas las relaciones exceptuando quizás a aquellas con un carácter o ideal "absoluto".

6) El tipo de la Luna Diseminador

Son todas las personas nacidas con la Luna menguante desde los 135 grados hasta los 90 grados por detrás del Sol en el zodiaco. Esto también es una Luna "Gibosa", astronómicamente hablando, pero señala a una dirección opuesta a aquella de la Luna Gibosa perteneciente al hemiciclo creciente. Utilizo el término "diseminador" porque, en el sentido positivo, este tipo de persona tiende a querer demostrarle a los demás lo que él o ella ha aprendido o experimentado. Por tanto, un individuo de este tipo actúa a menudo como diseminador de ideas, como popularizador de lo que le ha causado más impacto en sus estudios o en sus experiencias, en su tradición. Puede convertirse en un auténtico cruzado; pero el tipo negativo puede perderse fácilmente en una causa y desarrollar fanatismo o ser influido por las emociones de la masa.

7) El tipo del Cuarto Menguante

Son todas las personas nacidas con la Luna menguante desde los 90 grados a los 45 grados por detrás del Sol. Mientras que el tipo correspondiente al cuarto creciente representa básicamente un estado de crisis en la acción, este tipo de cuarto menguante se caracteriza esencialmente por una tendencia a experimentar crisis en la conciencia; lo que les parece principalmente importante, por lo menos, a estas personas es la encarnación de sus creencias ideológicas en sistemas definidos de pensamiento y/o en instituciones concretas. En las relaciones personales y sociales, tienden a forzar los asuntos sobre la base de algún principio más o menos importante que ellos sienten que deben defender, quizás a cualquier precio. Puede carecer de flexibilidad por considerarse a menudo pioneros, cuya obra sólo sabrá apreciar la posteridad. Están encaminados a un futuro del cual sólo ellos pueden ver el perfil estructural o el resplandor prenatal. En algunos casos, son capaces de mostrar una ironía o sentido de humor que ponen al servicio de su causa, o por el contrario no sabrán admitir la crítica.

8) El tipo de la Luna Balsámica

Son todas las personas nacidas con la Luna a menos de 45 grados por detrás del Sol, y por tanto, aproximadamente a 3 días y medio antes de la Luna Nueva. Se simboliza a través de la media Luna invertida que se ve antes del amanecer, anunciando, por así decirlo, de alguna manera, el nuevo día. Los aproximadamente tres días de esta relación Sol-Luna "Balsámica" representan una décima parte del ciclo lunar entero. En la vieja doctrina hindú de ciclos, la última décima parte de un ciclo (y, aunque de una forma menos significativa, la primera décima parte del ciclo siguiente) constituye un estado de transición (Sandhya). En estos 3 últimos días del ciclo lunar de 30 días, el Ciclo, por decirlo así, llena a ser semilla; y esta semilla se convertirá en la planta futura, suponiendo que sean adecuadas las condiciones para la germinación. Este tipo de personalidad es, en sus manifestaciones más elevadas, profético y completamente dedicado al futuro, a pesar de que se siente como resultado del pasado, aunque un pasado que ha dejado atrás aparentemente o conscientemente. A veces, el individuo se siente poseído por un "destino" social, o dirigido por un poder superior. Es más o menos consciente de ser un tipo de santuario (o "campo") dentro del que está teniendo lugar algo más importante que su propia persona; por lo que puede aceptar fácilmente el sacrificio o el martirio por el bien del futuro, ya sea el futuro de un grupo pequeño o de la humanidad. Tiende a sentir un carácter de finalidad en todas las relaciones importantes que experimenta, es decir, las interpreta como fines de algún proceso y como medio para alcanzar alguna meta trascendental.

A la hora de aplicar las características de los 8 tipos lunares descritos anteriormente, uno, evidentemente, debe tener en cuenta, ante todo, las limitaciones impuestas al individuo por su ambiente social, su cultura, etc. Importa poco si estamos tratando con un caso como el de un estadista que muere manir de la causa política que ha abrazado, como si es el de maestro de un pequeño colegio rural (quizás de una región subdesarrollada), cuya vida se consagra totalmente a la elevación del nivel cultural de los niños del pueblo. Lo que cuenta es la calidad de las relaciones emprendidas por la persona que se está estudiando, el modo en el que su vida de relaciones personales, sociales y culturales se polariza, y así, la naturaleza de la contribución que hace el individuo a su comunidad o nación. Esta clasificación de 8 unidades de tipos lunares, sin embargo, no cumple con los requisitos de un análisis exhaustivo de la personalidad, y debe ser completada por otro tipo de acercamiento astrológico al ciclo lunar. Este acercamiento nos lleva al estudio de lo que se llama "Parte de la Fortuna", y en general, a una consideración del significado real de todos los llamados Partes Arábigos.

Dane Rudhyar "El Ciclo de las Lunaciones".

Roberto Assagioli y la Psicosíntesis

La Psicosíntesis es un teoría psicológica y una técnica vivencial utilizada para comprender y desarrollar la psique y la conciencia del ser humano. Fue elaborada por el psiquiatra italiano Roberto Assagioli durante la mayor parte del siglo XX. En este trabajo analizaremos el modelo ovoide de la psique planteado por Assagioli y lo observaremos desde el lente de la astrología, sugiriendo una perspectiva especial para introducirnos en la Carta Astral. La teoría transpersonal estudia las inquietudes, motivaciones y experiencias que trascienden la esfera de la personalidad, del yo o del ego. Lo que diferencia a lo transpersonal de otras miradas es que requiere la inclusión de lo espiritual como parte de la naturaleza humana. Si concebimos lo espiritual como un proceso de pérdida gradual del egocentrismo y del narcisismo, entiendo que uno de los principales aportes de la Psicosíntesis (y de la astrología) es la de favorecer la relación consciente con el universo, pero mucho antes de eso religarnos con nosotros mismos y nuestro cuerpo, mente y emociones; religarnos con el prójimo y con todos los seres sintientes que nos rodean y nos acompañan en esta fase del camino a la que llamamos "existencia". De esta manera nos descubrimos cada vez menos egocéntricos y autoreferenciales. Como explica el filósofo Ken Wilber, en el desarrollo de la conciencia se dan principalmente tres estadlos, el prepersonal, el personal y el transpersonal. El estado prepersonal consiste en una integración con el cosmos que es previa a la estabilización del ego (preegoica). Tal integración es básicamente corporal, y remite al sentimiento de infinitud paradisíaca propia de la vida intrauterina o la del bebé recién nacido. En el estadio personal se da una diferenciación con respecto a la unidad. Esto es una evolución sana de la conciencia, ahora identificada con el reino mental (racional). El ego se estabiliza, y si todo va bien llega a madurar exitosamente. En el estado transpersonal la conciencia trasciende el reino mental para identificarse con el alma y el espíritu. Trasciende la mente, va más allá, no la niega ni la reprime. Si uno ve el desarrollo del pensamiento humano como evolución o crecimiento (pensamiento mágico, mítico, racional, transracional), resulta que pueden apreciarse dos clases de no-racionalidad. Están las formas preracionales de pensamiento, las mágicas y las míticas (donde la razón aún no existe o está abandonada) y están las formas transracionales (donde la razón permanece intacta, pero es transcendida en estados transmentales). Por ejemplo, en la meditación uno es consciente del funcionamiento de la mente, pero se trasciende, no se regresa a un estadio más infantil. Tanto la Psicosíntesis como la astrología transpersonal remiten a una mirada integral de la conciencia y del cosmos. Este tipo de astrología nos conecta con nuestra alma y con el "Anima Mundi", el alma del mundo; con nuestro verdadero Ser o Yo superior. Más adelante veremos que la idea directriz de la Psicosíntesis es la de lograr desidentificarnos del yo personal (o ego) para identificarnos con el Yo Espiritual o Yo Superior, simbolizado por el centro vacío de la Carta Natal. Quienes más trabajaron con Psicosíntesis dentro del ámbito de la astrología fueron Bruno y Louise Huber, astrólogos suizos que estudiaron directamente con Assagioli en su Instituto de Florencia. Ellos desarrollaron un método particular de enseñar e interpretar la Carta Natal, hoy conocido como método Huber. Crearon un modelo de la psique: "el ánfora", que combina conceptos astrológicos y psicosintéticos. Dane Rudhyar (1895-1985) fue uno de los primeros y más importantes astrólogos del Siglo XX en comprender y desarrollar la astrología en su más profundo nivel filosófico, psicológico y espiritual. En su libro "La astrología y la psique moderna" dedica todo un capítulo a Assagioli. Más recientemente, el astrólogo alemán Peter Orban trabajó con las "cartas de las subpersonalidades". Planteó la hipótesis de que cada planeta (de la Carta radical) tiene su propia personalidad, su propio horóscopo; y los calcula a partir del tránsito posterior del Sol con respecto a los planetas del propio rádix. En el momento exacto en que el Sol hace Conjunción con alguno de ellos (por ejemplo con Marte), se levanta una nueva Carta Astral que versará sobre las necesidades, anhelos y limitaciones de esa subpersonalidad llamada "Marte", y de qué manera esta información se relaciona con el rádix. Se hace lo mismo con todos los planetas. Lo que presento a continuación es otra forma de combinar astrología y Psicosíntesis, basada por un lado en mi formación astrológica en Casa 11, y psicosintética en el Instituto Conciencia Sin Barreras, como así también en mi práctica de consultoría. El modelo de la psique según Freud, Jung y Assagioli Sigmund Freud (1856-1939) estudió medicina en la Universidad de Viena especializándose en neurología. Uno de los aportes de Freud radica en la revolucionaria visión que tiene sobre el ser humano. El hombre no es tan racional como lo habían imaginado los filósofos del siglo XVIII. Son impulsos irracionales los que deciden lo que pensamos, hacemos, soñamos. Demostró que las necesidades básicas de los humanos pueden "disfrazarse" dirigiendo nuestros actos sin que nos enteremos de ello. Los que también se disfrazan son los deseos reprimidos, mayormente de índole sexual. Freud llegó a la conclusión que la conciencia del hombre sólo constituye una parte de la mente humana, debajo del umbral de la conciencia se encuentra el subconsciente. Desde entonces la psique humana puede entenderse, a grandes rasgos, como una división en dos partes, una consciente y otra inconsciente. La consciente podría representarse como esa parte superior del iceberg que se encuentra sobre el nivel del agua. Y justamente sólo puede ser visible el área menor, quedando la mayor -la inconsciente- como sumergida y oculta. El inconsciente se convierte realmente en una instancia a la cual la conciencia no tiene acceso, pero que se le revela en los sueños, los lapsus linguae, los chistes, los juegos de palabras, los actos fallidos, etcétera. Los contenidos del inconsciente están conformados por nuestros deseos y emociones profundas, desconocidas para la propia persona. Estos deseos (pulsiones) constituyen la energía del aparato psíquico. El inconsciente constituye la mayor parte de la psique, es mucho más extenso que la conciencia. Freud sostiene que el inconsciente es universal, es decir que existe en todos los sujetos, sanos o enfermos, de cualquier grupo cultural. Sin embargo sus contenidos son estrictamente históricos y personales. Carl Jung (1875-1961) replantea y amplía el carácter personal del inconsciente freudiano, extendiéndolo "ad infinitum" a un inconsciente colectivo cuyo contenido primordial serán los arquetipos. De esta manera, el mismo inconsciente quedará estratificado en dos niveles: el inconsciente personal, donde los contenidos centrales o constelaciones del inconsciente son distinguidos bajo el término de complejos (residiendo un arquetipo en el núcleo de cada uno de ellos) y el propio inconsciente colectivo, sede de y constituido por los arquetipos. El inconsciente colectivo estaría representado por el océano mismo, donde flotan los diversos icebergs o psiques humanas y del que son su misma esencia. Assagioli planteó un esquema donde discrimina entre un inconsciente inferior y un inconsciente superior, cuya visión general es la siguiente:

El Inconsciente Inferior: Como decía Alfred Korzybski, no debemos confundir el mapa con el territorio. Esta visión nos brinda una perspectiva y un encuadre inicial como para poder visualizar los diferentes elementos a considerar. Las fronteras entre las distintas zonas de la psique están indicadas con líneas punteadas, porque el tipo de relación es una ósmosis permeable, dinámica, abierta, totalmente imbricada. Ésta sería según Assagioli la estructura bio-psico-física que somos los humanos, flotando en un mar de otras conciencias individuales. Es el inconsciente freudiano, el lugar donde están los instintos, los impulsos, las pulsiones, lo reprimido, la sombra. Allí están los contenidos que se manifiestan a la conciencia en forma de sueños, síntomas, enfermedades, lapsus y demás. Al inconsciente inferior también se sumaría la inteligencia propia de lo corporal, tanto inconsciente como involuntaria (la que metaboliza los alimentos, cura las heridas, produce anticuerpos, la actividad cardiorespiratoria, etc). Este inconsciente posee también contenidos que se encuentran en interfase con el inconsciente colectivo, por su mera pertenencia a la especie humana (arquetipos).

El Inconsciente Medio: Es lo que Freud denominaba preconsciente. Aquí existen los contenidos inconscientes que no sufren una represión tan fuerte. Es como un pasillo donde pasan todos los contenidos antes de hacerse conscientes. Como cuando uno no encuentra una palabra, pero sabe que la sabe... tiene que esperar y dejarla de pensar un tiempo para que ella aparezca en la mente. También se encuentran aquí aquellos hábitos adquiridos en algún momento y que ya no nos sirven o no estamos utilizando. Todos sus contenidos son accesibles para la conciencia.

El Inconsciente Superior o Supraconsciente: Aquí Assagioli hace unos de sus principales aportes. Este campo es tan inconsciente como el inferior, sin embargo no es del todo reconocido pero apunta a una dimensión tan verdadera y experimentable como las demás. El supraconsciente va mucho más allá de la mente racional, es la fuente y sede de las inspiraciones filosóficas y religiosas, lugar donde moran los valores humanos como la libertad, generosidad, bondad, comprensión, amor y compasión.

El Campo de la Conciencia: Todo aquello de lo que podemos ser conscientes ahora (leyendo estas palabras, en este caso) se encuentra en este campo. Sería la punta del iceberg, esa parte de la psique que sale a la superficie, lo que se tiene en luz, de lo que uno es consciente. Aquí dentro también están los yoes (nuestros diferentes aspectos con sus propias formas de pensar, actuar y sentir). Por ejemplo un "yo profesional" organizado a través de un rol personal, es muy distinto al que usamos cuando jugamos con nuestros hijos, en la intimidad o cuando estamos en un viaje de placer. Es un campo donde conviven nuestras distintas personalidades, que aparecen, se superponen o desaparecen de acuerdo al devenir de nuestro día a día. Tenemos yoes distintos. Al cambiar la vestimenta somos otros, creemos ser de una manera y quizás hasta nos comprometemos exclusivamente con una meta. Decimos "voy a empezar a ir al gimnasio tres veces por semana". Una parte de uno se compromete con algo. Y al rato o después, otro yo se agarra la cabeza por haber hecho eso. Hay una tarea de la Psicosíntesis que es es horizontal, que busca integrar a estos yoes, para comprender la función que cumplen y dándoles permiso de existencia; evitando así la identificación exclusiva con tales o cuales yoes.

El Yo Consciente: Es la unidad dinámica que constituye el individuo consciente de su propia identidad y de su relación con el medio; es, pues, el punto de referencia de todos los fenómenos físicos y psíquicos. Es el punto focal de la conciencia, el portador de nuestra conciencia consciente de existir, así como la sensación continuada de identidad personal. Es el organizador de nuestros pensamientos e intuiciones, de nuestros sentimientos y sensaciones. Es el portador de la personalidad y quien nos brinda el sentido de identidad. Generalmente estamos identificados desde desde este yo empírico con los diferentes roles, y no desarrollamos un sentido de identidad interna más profunda.

El Yo Superior: Assagioli define a este Yo como el centro unificador y la esencia más profunda de nuestro ser, aquella instancia que permanece siempre igual y fija y que está en contacto con la Realidad Suprema, con el Misterio. Este sentido de inmutabilidad se transmite a su reflejo, el yo consciente; por eso si bien puede identificarse con roles, estados de ánimo o conceptos, mantiene siempre su unicidad y esencia. Parecería entonces que existieran dos yoes, un yo ordinario y un yo profundo. Sin embargo el Yo en realidad y en esencia es único. Lo que llamamos yo ordinario es aquella cantidad de yo profundo que la conciencia de vigilia asimila y realiza en un determinado momento. El yo personal es un reflejo del Yo Transpersonal, el yo ordinario es un reflejo del Yo Superior, suficiente como para darnos un sentido de identidad individual. El Yo Superior, aunque mantiene un sentido de individualidad, se encuentra en el nivel de la universalidad, donde los planes y los asuntos personales están eclipsados por una visión más abarcante. El yo personal y el Yo Transpersonal son una misma realidad experimentada en niveles diferentes.

El Inconsciente Colectivo: Jung sostuvo que existe un lenguaje común a los seres humanos de todos los tiempos y lugares del mundo, constituido por símbolos primitivos con los que se expresa un contenido de la psiquis que está más allá de la razón. El inconsciente colectivo contiene toda la herencia espiritual de la evolución de la humanidad, que nace nuevamente en la estructura cerebral de cada individuo. Está constituido por motivos mitológicos e imágenes primordiales, razón por la cual los mitos de todas las naciones son sus verdaderos exponentes. Toda la mitología podría considerarse una especie de proyección del inconsciente colectivo. Es una suerte de pozo común, idéntico a sí mismo en todos los hombres, y del que no habría posibilidad de percepción directa voluntaria. Su contenido sería todo lo sentido, imaginado o temido por la especie, organizado por los diversos arquetipos con que podemos identificarnos inconscientemente. Este campo está en contacto y rodeando por completo a toda la superficie del "huevo", interactuando en forma dinámica con cada uno de los campos psíquicos que lo integran. De esta manera habrá arquetipos del inconsciente colectivo que operarán tanto a través del inconsciente inferior como del superior.

El Huevo Psíquico y el Huevo Cósmico

Anteriormente hicimos referencia a la Escuela Huber, una de las que tienen más en cuenta la teoría de la Psicosíntesis. Desarrolla un modelo de transformación que denomina el Ánfora. Sin entrar en detalles, digamos que se promueve un movimiento desde el fondo del ánfora hacia la parte superior, o según su interpretación, de Saturno hasta Plutón. Bruno Huber indica que la botella da una visión concreta del hombre, incluyendo sus posibilidades espirituales. Si bien pasamos la mayor parte del tiempo en la parte inferior de la botella, de vez en cuando sentimos una atracción hacia arriba. No es éste el lugar para explicar y analizar el ánfora en detalle. Hay suficiente material publicado en forma impresa y online para todos aquellos interesados en conocer este modelo. Si bien la idea del ánfora puede ser una buena manera articular la Psicosíntesis con el simbolismo planetario, nos pareció mucho más natural y significativo trabajar directamente con el modelo del huevo propuesto por Assagioli; además, el huevo tiene una gran importancia desde el punto de vista simbólico y mitológico, y por qué no, como concepto cosmológico en astronomía y física. En efecto, a partir de los años 30 los astrofísicos vienen desarrollando el concepto del Huevo Cósmico como un intento de reconciliar las observaciones de Edwin Hubble de un universo en expansión con la noción de que el universo debe ser eternamente viejo. La teoría se popularizó como la del "Big Bang", y afirma que hace muchos miles de millones de años toda la masa del universo estaba comprimida en un volumen unas treinta veces el tamaño de nuestro Sol, y desde ese estado se expandió hasta su estado actual. Pero la gravedad está lentificando gradualmente la expansión cósmica, y en algún momento del futuro el universo volverá a contraerse (el Big Crunch) hasta formar otro huevo cósmico. Entonces el universo "rebotará" a otra fase de expansión, y el proceso se repetirá indefinidamente. En un sentido similar, el físico cuántico A. S. Eddington escribía en 1928: "El espacio no tiene límites porque su forma se cierra sobre sí misma, no por su gran extensión. Aquello que es, es un cascarón que flota en la infinitud de aquello que no es. Desde el punto de vista mitológico, el Huevo Cósmico o Huevo del Mundo es un tema usado en las cosmogonías de antiquísimas culturas y civilizaciones. Típicamente el Huevo Cósmico es un comienzo de algún tipo, y el universo o algún ser primordial surge a partir del huevo". Joseph Campbell dice que el primer efecto de las emanaciones cosmogónicas es el de limitar el escenario del mundo en el espacio; el segundo es la producción de vida dentro de ese marco. En uno de los Upanishads hindúes puede leerse que "al principio de este mundo era puro no ser, luego existió, se desarrolló, se convirtió en un huevo. Y lo que nació de allí es el Sol". Y en otra parte "en el comienzo, este universo era sólo el Yo en forma humana. Miró a su alrededor y no vio a nadie fuera de sí mismo. Entonces, al principio gritó; Yo soy él…". Para la tradición órfica de la antigua Grecia, Fanes (de Φανης Phanês, 'luz') era un dios nacido del Huevo Cósmico que dividieron Chronos (dios primigenio muy anterior a Saturno) y Ananké. Fanes era la deidad de la procreación y la generación de nueva vida. Como gobernante de los dioses, cedió el cetro de su reinado a Nix, su única hija quien a su vez lo dio a su hijo Urano. El cetro le fue arrebatado por la fuerza por su hijo Saturno, quien a su vez lo perdió a favor de Júpiter, el gobernante final del universo. Se dice que Júpiter devoró a Fanes para apoderarse de su poder primigenio sobre toda la creación y repartirlo entre una nueva generación de dioses: los Olímpicos. Fanes aparecía como una hermosa deidad de alas doradas pero era incorpórea por naturaleza e invisible incluso entre los dioses. Se lo representa como hermafrodita surgiendo de un Huevo Cósmico. Una serpiente se enrosca espiraladamente alrededor de su cuerpo y tres cabezas de animales cruzan su pecho: cabra, león y toro. El huevo está contenido por el mismísimo zodíaco. Se ha equiparado a Fanes con el nacimiento de la luz cósmica, y a veces con la propia conciencia primordial surgiendo del amanecer de los tiempos. La serpiente y el espiral son símbolos del crecimiento psicológico; Fanes, el producto del Huevo Cósmico, sería la síntesis y esencia del proceso evolutivo que la serpiente lleva desde lo bajo a lo alto, de lo más primario a lo más elevado. En la imaginería del cristianismo medieval, podemos ver la figura del Huevo Cósmico visualizado por la mística Hildegard de Bingen. Desde muy niña tuvo visiones, que más tarde la propia Iglesia confirmaría como inspiradas por dios. Estos episodios los vivía en forma totalmente consciente, es decir, sin perder los sentidos ni sufrir éxtasis. Ella los describía como una gran luz en la que se presentaban imágenes, formas y colores que además iban acompañados de una voz que le explicaba lo que veía y, en algunos casos, de música. En su obra "Scivias", Hildegard pinta al mundo como un Huevo Cósmico, subrayando la idea de una totalidad como algo orgánico, vivo, en crecimiento, con un dinamismo opuesto al universo estático de Platón. "Dios concibió al mundo como un único ser viviente", dice "una totalidad en la que el todo penetra cada una de sus partes". Para los alquimistas, el Huevo Filosófico era la materia primigenia, esencial para acometer la Gran Obra, y hasta aparece en el laboratorio de Melquíades en las primeras páginas de Cien años de soledad, uno de los libros más famosos de García Márquez. El Huevo Psíquico en clave astrológica. El Huevo simboliza el tipo de estructura donde un mundo se origina y se desarrolla, el universo contenido en sí mismo, de cuyo centro surge la luz (Fanes). Descubriremos que también representa la estructura de la psique con su centro individual de conciencia. Volvemos a tener los siete campos (Inconsciente Inferior, Medio y Superior, Conciencia, Yo consciente, Yo superior e Inconsciente Colectivo) pero vistos ahora desde la perspectiva del simbolismo planetario.

Saturno: Aquí el planeta Saturno indica la estructura propia del Huevo Psíquico, como si fuera la cáscara de calcio del huevo de un pájaro. Es lo que diferencia, limita y hace de borde entre lo interior y lo exterior. Son las líneas puntuadas que separan del entorno a una psique individual, y por eso mismo se objetiviza. Este borde no es inexpugnable (como tampoco lo es una psique) y tanto en su relación con el exterior como en los compartimentos internos se establece una dinámica debido a la permeabilidad de la membrana. La función saturnina entonces brinda la estructura que permite lo que en otra instancia hace que el yo personal se desarrolle y complejice. Hasta el descubrimiento de Quirón, Urano, Neptuno y Plutón, Saturno era el último límite conocido antes de la inmensidad infinita de las estrellas fijas y las galaxias; por eso tradiciones muy antiguas denominaban a Saturno "El Señor del Umbral", el guardián de las llaves a través del cual (y sólo a través de él) podemos obtener la libertad mediante la comprensión de nosotros mismos. En este sentido, sólo comprendiendo cabalmente lo que se encuentra de Saturno hacia acá, podemos traspasar la membrana para contactarnos con lo trans-saturnino, de Saturno hacia el infinito. Si queremos pasar de una dimensión a otra deberemos, como algunos místicos, implementar una disciplina con perseverancia, esfuerzo y a veces con ascetismo. Veremos luego que este salto también puede darse a través de la irrupción de factores que están más allá de Saturno, es decir, gracias a los planetas transpersonales.

La Luna: Indica el plano del inconsciente inferior. Aquellos elementos instintivos que por un lado nos condicionan, pero que también representan las raíces gracias a las cuales podemos nutrirnos. Son los mecanismos automáticos con los que la naturaleza nos dotó para protegernos, es el cerebro de mamífero que aporta la inteligencia amorosa del contacto y la necesaria contención emocional que a su debido tiempo permitirá el alumbramiento de un yo individual. Creo necesario insistir en que cada elemento tiene su función dentro del sistema global de la psique, por eso decir "superior" o "inferior" no debería tener ninguna carga valorativa en tanto que mejor o peor. Nutrir y proteger es el talento especial de la Luna, y es tan o más importante que cualquier otro. La Luna representa el mundo primario e inconsciente estudiado por Freud y sus seguidores. Es el mundo lunar con sus traumas infantiles, recuerdos históricos (inconscientes), emociones y necesidades biológicas reprimidas.

Mercurio, Venus y Marte: Son los tres planetas entendidos como representantes principales del inconsciente medio. Simbolizan aquellas funciones psíquicas fácilmente disponibles a la conciencia solar. En psicología evolutiva (la psicología del desarrollo humano) se estudia como una persona va accediendo a estados más complejos y progresivos, que son el florecimiento natural del potencial psíquico. Existen tres líneas de desarrollo evolutivo que se dan simultáneamente, el psicomotriz, el afectivo y el cognitivo. El psicomotriz tiene que ver con Marte, un desarrollo fundamental en las primeras etapas del niño, cuando a través de las acciones corporales (jugar, saltar, correr, manipular objetos, etc.) consiguen situarse en el mundo y adquieren intuitivamente los aprendizajes necesarios para desarrollarse en la vida. El afectivo tiene que ver con Venus (también con la Luna), cuando a partir de la relación con un otro (primeramente con la madre) podrá desarrollarse a su debido momento la inteligencia vincular con el mundo exterior. Si los niños no han experimentado caricias, abrazos, arrullos y otras demostraciones sensibles de afecto, al llegar a la edad adulta pueden tener dificultad para relacionarse afectivamente con otras personas. El desarrollo cognitivo tiene que ver con Mercurio, es decir, con la construcción paulatina de las estructuras mentales ligadas al pensamiento y la inteligencia. Este desarrollo despertará la capacidad de representar, de simbolizar y de manipular imágenes mentales, propia del ser humano. Como formando parte del inconsciente medio, estas potencialidades se encuentran a disposición inmediata de la conciencia.

Júpiter: El gran benéfico, como lo llamaban los antiguos, es quien mejor representa el campo del inconsciente superior. Júpiter expande la esfera de actividad del individuo y es quien eleva la conciencia egoica hacia una dimensión que, aún sin llegar a ser "técnicamente" transpersonal, apunta a una dimensión trascendente, social, cultural y verdaderamente ecuménica. En su sentido más amplio, esta unidad o cooperación puede referirse a una unidad mundial de valores morales y espirituales. Júpiter es el agente capaz de expandir la conciencia, de adquirir sabiduría y, como regente de Sagitario, aquel que promueve la síntesis e integración de cuerpo, mente y alma (caballo, hombre y flecha). Ken Wilber denomina estadio del Centauro a una etapa del desarrollo humano que es integradora, unificadora y creadora de redes de relaciones. Es lo que Aurobindo llama "la mente superior", una estructura tan integradora como para unificar la mente y el cuerpo en una unidad de orden superior, simbolizando el centauro la fusión entre la mente y el cuerpo. Desde esta perspectiva, Júpiter es el puente capaz de unir nuestro yo habitual con el Yo Superior o Transpersonal. El "gran benéfico" nos acerca a ese Yo Superior, siempre que nos permitamos ampliar suficientemente nuestro estado de conciencia. Los astrónomos calcularon que la masa de Júpiter es sólo ocho veces menor de la necesaria para elevar su temperatura interna hasta el punto en que podría iniciarse una reacción de fusión y así convertirse en una estrella, como el Sol. O sea que Júpiter no se transformó en una estrella por muy poco.

El Sol: Representa el núcleo de autoconciencia, el centro operativo y organizador de la psique global. Es quien da la sensación de mantener una identidad constante, el yo. Simboliza lo que está en "Luz", lo que es consciente. Los demás planetas no tienen luz propia, pero reflejan la luz del Sol. Ellos transforman y modulan -cada uno a su manera- el potencial solar. El Sol alude a un proceso mediante el cual se apuntala al yo o ego personal, único e individualizado. Es el Rey arquetípico que mora en el interior de cada uno, y todo gira alrededor de ese centro de gravedad y desde allí referenciamos cada experiencia. Este yo es la figura central en torno a la cual se desarrolla nuestra vida. Algunas imágenes de los filósofos y místicos del Renacimiento sugieren la posición central del Sol como punto medio entre el cuerpo y el espíritu, por ejemplo en las de Robert Fludd de su "Utriusque Cosmi maioris salicet et minoris metaphysica", de 1617-1619. El Sol es el centro del sistema planetario en el que se encuentra la Tierra. La energía radiada por el Sol es aprovechada por el reino vegetal, que constituye la base de la cadena trófica, siendo así la principal fuente de energía para la vida. Sin Sol no puede haber vida, sin yo no puede haber conciencia de centro o autorreferencialidad. Es interesante observar la figura de Fanes y la solar cabeza de León en el centro de su pecho, simbolizando el lugar central desde donde se organiza toda la estructura. En nuestro modelo el Sol ocuparía el centro, siendo la unidad dinámica capaz de identificarse con los diversos elementos que habitan en el campo de la conciencia. En este sentido sería la conciencia en estado puro, que toma la forma de aquello con lo que se identifica, con la alegría si la persona está alegre, con el rol de maestro si está enseñando, con la ira si está enojada, etc. Para la Psicosíntesis, el yo puede desidentificarse conscientemente de las múltiples identidades que va jugando en el diario vivir. El yo consciente sería el reflejo de un Yo Superior que es individual y a la vez universal. Nos trasciende como personas distintas (es una experiencia de expansión) sin perder la individualidad.

Quirón, Urano, Neptuno y Plutón: Son los planetas que están más allá del límite impuesto por la órbita de Saturno, planetas llamados generacionales o transpersonales. Rudhyar los llama "embajadores de la galaxia", tanto por su situación espacial fronteriza como por su función simbólica. Por lo tanto estos planetas en principio no formarían parte del Huevo Psíquico basado en el Yo (la estructura formada por los 7 planetas tradicionales). Justamente, ellos vienen a trascender el yo, y lo harán de tres formas distintas pero con la misma intención: ir más allá de las barreras en que el yo se siente ser sí mismo. No es difícil imaginar como el ego personal puede sentir la irrupción de estos planetas, en los tres casos tendrá que ver con la sensación de ser llevado a la no-existencia. Es oler la muerte. Plutón se sentirá como la destrucción de la estructura de la personalidad, en un proceso de muerte y putrefacción que puede implosionar en forma intempestiva, aunque casi siempre se trata de un proceso largo que culmina necesariamente con tal implosión. Neptuno se sentirá como una paulatina difuminación de los límites del ego, un desdibujamiento y una total vulnerabilidad que nos lleva a la confusión, producida por la pérdida de bordes definidos o conocidos. Urano se sentirá como un impacto instantáneo que nos deja como fulminados. Una mutación imposible de descodificar, algo inexplicable que nos sume en la inseguridad y en la extrañeza de nosotros mismos. Quirón actuará como un desestabilizador que nos obligará a crear un orden propio sumergiéndonos en experiencias dolorosas y que nos provoca un despertar de conciencia. Al enfrentarnos con las pruebas que Quirón, despertamos el héroe que yace en nosotros. Sin embargo son justamente estos mismos planetas los únicos capaces de llevar al yo a una nueva instancia, una instancia en que se va mucho más allá de uno mismo como para contactarse con el Espíritu o, en otros términos, con el Yo Superior. Plutón lo hará desde la voluntad buena y el poder transformador, tiene la potencia capaz de regenerar la vida, curar y vitalizar aquello que sea necesario. Neptuno sensibilizará cualquier sistema, dotándolo de la suficiente porosidad como para unir lo que aparece fragmentado. Es el vehículo de la compasión por todos los seres y del amor universal. Urano facilitará el desapego necesario como para ir más allá del ego, pero sin reprimirlo ni negarlo. Renovará constantemente las identificaciones parciales del yo a partir de la sabiduría de una inteligencia que actúa desde otro plano, y Quirón subraya la necesidad de aceptar que estamos heridos como condición previa para que se produzca la sanación y demuestra también cómo la sabiduría de nuestra propia psique puede aportarnos la curación de maneras que nos resultan difíciles de aceptar.

El Mandala o la Carta Astral

La Carta Astral tomada en conjunto, es decir, la totalidad pulsando a cada momento, simbolizada por la Carta Natal de cada entidad terrestre, es el símbolo astrológico del Yo Superior. Es el orden implícito (el orden implicado de David Bohm) donde se encuentra el potencial total de los 12 Signos, los planetas y sus aspectos, las Casas, los Nodos de la Luna y todo lo que pueda representarse en un Mapa astrológico. Pero en verdad, la esencia del Mandala Astral se encuentra en su centro vacío, una centralidad que genera las infinitas variaciones (orden explicado) que es la propia dinámica de la astrología. Este Yo Superior es el paradojal espacio donde lo vacío y lo lleno se unen, donde lo universal y lo personal se interpenetran, y que a partir de allí las palabras terminan, sólo queda la vivencia intransferible de haber tocado el Misterio. Como sabemos, la astrología occidental es principalmente una astrología solar, cosa que también puede relacionarse con la idea esotérica de Sol Espiritual o metafísico y Sol físico. Sería otra manera de indicar la relación entre Yo Superior y yo consciente, iguales en esencia pero diferentes en grado. Para el esoterismo occidental y para cierta línea del Budismo, hay una Luz divina manifestada como Sol Espiritual, el Sol de soles. Esta Luz es la que nos eleva al mundo divino. Este Sol Espiritual se considera la meta del sendero iniciático y se corresponde con lo que muchas religiones llaman "dios". Sin embargo el Sol Espiritual no es ningún dios externo, o inventado por el hombre, sino que es su propio estado original y puro, su propia naturaleza divina y eterna, que se hará presente en la Iluminación. Adrian Snodgrass indica que al nacimiento del Buda se lo compara con la triunfal salida del Sol que ilumina al mundo entero. El Buda es, en los textos Palis, "el pariente del Sol" y también el "Ojo del Mundo", lo cual evoca la recurrente identificación brahmánica del Sol y del Ojo Cósmico, que lo contempla todo: toda la circunferencia de la rueda cósmica es visible desde su centro solar; el Buda, como el Sol, ve simultáneamente todas las cosas. No hay que confundir al Gran Sol (Yo Superior), que es el Sol metafísico, con el Sol físico (yo consciente) de nuestra experiencia cotidiana. "Mientras la luz del Sol físico se divide, brillando de día pero no de noche, la luz del Sol de la Sabiduría brilla esplendorosamente en todo lugar y tiempo, y por doquier en el Mundo del Dharma. El Sol perceptible es la mera semejanza del Sol Celestial; se mueve, y mediante su movimiento marca los ritmos del tiempo; pero el Sol imperceptible está estacionario y fijo en un Presente Eterno, en el instante puntual y Prístino, a partir del cual el tiempo evoluciona. El Sol metafísico está más allá del tiempo y permanece eternamente inmóvil". Hemos visto que a partir del modelo del huevo propuesto por Assagioli se pueden hacer fructíferas articulaciones con el vocabulario propio de la astrología. Me propuse no forzar ningún concepto como para hacer encajar obligatoriamente un sistema en otro, fundamentalmente porque estamos tratando con lenguajes simbólicos diferentes. Algunas relaciones pueden ser más coherentes que otras, pero recordemos que intentamos hacer una relectura fluida para promover nuevas ideas y asociaciones. Estamos mapeando una realidad psicológica que puede ser muy esquiva, y tanta abstracción puede hacernos olvidar el territorio concreto que estamos mapeando. Por otra parte, este modelo proviene de un paradigma individualista (leonino), y se hace necesario contrastarlo con otro modelo más ecológico y en red (acuariano). Que es individualista queda patentizado al definir campos como yo, Yo Superior, Yo Testigo. Sin embargo, el modelo ovoide no deja de estar imbricado en una red infinita, donde funciona como nodo interactivo. Es decir, cada huevo, cada yo, se formaría a partir de la condensación de un campo vincular determinado por muchos factores. Es un tema delicado cuya profundización dejaremos para otro momento, baste decir que somos conscientes de las limitaciones de este modelo y de la necesidad de integrarlo en un todo mayor, cosa que haremos más adelante. Ahora bien, el siguiente paso sería el de llevar a la práctica concreta, y observar si realmente permite hacer un aporte al trabajo con la Carta Natal. Definamos primero como han quedado estos puentes entre el modelo de la Psicosíntesis y el astrológico:

1) Inconsciente Inferior: La Luna.
2) Inconsciente Medio: Mercurio, Venus y Marte.
3) Inconsciente Superior: Júpiter.
4) Campo de la Conciencia: Sol.
5) Yo Consciente: Sol.
6) Yo Superior o Sí Mismo: Vacío central de la Carta Natal.
7) Inconsciente Colectivo: Todos los planetas (de la Luna a Plutón) en su forma arquetípica.

No nos cansaremos de repetir que cada planeta tiene una función dentro del sistema mayor, y en ese sentido todos tienen el mismo valor. Notamos una especie de eje central en la figura, compuesta por la Luna como representante del inconsciente inferior, el Sol como representante de la conciencia, y Júpiter como representante del inconsciente superior o superconsciente. Cuando hablamos de representante, nos referimos a la analogía más directa que encontramos entre el simbolismo planetario y el campo psíquico en cuestión. No quiere decir que el planeta absorba todo el significado. Por ejemplo, cualquier planeta puede llegar a manifestarse en términos de inconsciente inferior, así como la Luna (o cualquier planeta) también puede expresarse en términos de inconsciente superior. A decir verdad, todos los planetas pueden manifestarse en todos los campos, holográficamente digamos; dependerá del nivel de conciencia de la persona si eso ocurre en forma prepersonal, personal o transpersonal. Analizar la posición por Signo, Casa y aspecto de la Luna, Sol y Júpiter, puede darnos una idea general acerca de las motivaciones y potenciales básicos con que la persona se orientará tanto en los campos inconscientes (inferior y superior) como en el consciente. Es interesante observar que el Quincuncio existente entre Cáncer y Sagitario ejemplifica el tipo de trabajo que es necesario hacer entre la Luna y Júpiter (los respectivos planetas regentes de esos Signos). Implica una tensión entre dos cualidades que todo el tiempo se están reacomodando, reordenando. Es esa "piedrita en el zapato" que está presente constantemente como recordatorio de que nunca nada está terminado. Su mutua metabolización permite el salto de la conciencia. No olvidemos que Júpiter está exaltado en Cáncer, y a su vez la Luna está exaltada en Piscis, siendo Júpiter su antiguo regente. Vemos que en el fondo hay algo que unifica a ambos planetas. Entre Leo y Sagitario hay un Trígono. Una vez que se llega a la conciencia solar, el viaje hacia el superconsciente se hace mucho más directo y fluido, sumado a todo el entusiasmo que pueden generar dos Signos de Fuego cuando cooperan. El peligro es que pueden olvidar o ignorar su ancla a tierra (mundo corporal y emocional), estallando en las alturas con fuegos multicolores... tan solo un espectáculo visual sin contenido nutritivo (la verdadera sabiduría) para compartir con los demás. Con una dosis plutoniana puede llevar a un ideal dogmático peligrosísimo, donde el estallido puede dejar tristes secuelas, como literalmente vemos por ejemplo en el accionar de diversos fundamentalismos religiosos. El Semisextil entre Cáncer y Leo (Luna y Sol) relaciona las dos luminarias del sistema solar. Es tan conocida y valorada su importancia en la astrología que no hace falta repetir conceptos tan profundamente aceptados y compartidos por todos. Valga decir que representa un paso fundamental en el crecimiento inicial de la autoconciencia. Para Bil Tierney "el Semisextil nos obliga a fertilizar aquellos intereses y atracciones nacientes que pueden terminar en expresión creativa. Nos provee de materiales básicos operables que debemos nutrir y cultivar más si queremos que den fruto". Desde un punto de vista negativo, la energía Luna-Sol puede dar una constante autorrefererencialidad ligada al narcisismo, y éste puede llegar a niveles insoportables... sobre todo para los demás. Observar el propio ombligo deja afuera a Júpiter, aquel que nos permite tener una visión más general (y generosa) de la realidad. La manera en que planteamos las funciones de la Luna y el Sol tiene un antecedente directo en el trabajo realizado por González, Steinbrun y Lodi en su obra "La Carta Natal como guía en el desarrollo de la conciencia". En la segunda parte del libro los autores hacen hincapié en lo lunar, lo solar y lo transpersonal como fases típicas del desarrollo de la conciencia. La Luna como representante del inconsciente inferior nos indicará dos cosas. Primero, el talento natural con que la persona viene de nacimiento (sin que hubiera hecho nada al respecto) para nutrirse corporal y emotivamente. Es la base que nos permite desplegar todo el proceso de crecimiento y evolución. Nos mostrará qué es lo que indefectiblemente necesitamos integrar y concientizar si queremos llegar al mundo de los valores humanos y espirituales. Es la toma a tierra, las raíces nutrientes del gran árbol de la vida. Por otro lado la Luna también nos muestra donde somos más inconscientes, necesitados e inmaduros, en el sentido de expresar regresiva e infantilmente las cualidades energéticas que la constituyen. Para desplegarnos hacia el Sol, primero debemos tener respuestas lunares no mecánicas. Para eso debemos "observar" sin juzgar nuestras emociones y respuestas corporales. El Sol como representante del campo consciente nos indica la principal fuente de identidad, su esencia particular y su cualidad. Es la estación de paso obligada en el trayecto que va desde las raíces instintivas inconscientes a los frutos de una conciencia superior. En este caso hablamos de la función representada por el Sol físico, centro del sistema solar y no del Sol metafísico o espiritual, símbolo del sí mismo. Hablamos de la adecuada y sana funcionalidad del ego. Muchas veces asistimos a un ataque al ego como si fuera el culpable de todos nuestros males, cuando la realidad es que es una instancia necesaria para poder pasar a un campo de conciencia más abarcante y maduro. Para ir más allá del ego hay que tener un ego. Hay que responder al Sol, pues eso nos permitirá descubrir y desarrollar la peculiar singularidad que encarnamos. Para desplegarnos hacia Júpiter, primero debemos equilibrar nuestro ego mediante los vínculos con los demás. Para eso debemos "observar" sin juzgar nuestros propios pensamientos y deseos. Júpiter como representante del campo del inconsciente superior Assagioli definió este campo como la fuente de las inspiraciones religiosas y filosóficas, Júpiter representa el agente capaz de sustraernos del egocentrismo para proyectarnos a cuestiones que van más allá de uno mismo, como la búsqueda de sentido, el altruismo, la ética y la generosidad desinteresada hacia los demás. La función jupiteriana es la que permite asimilar e integrar todas las experiencias hechas por la Luna y el Sol. Como ha señalado Rudhyar, expande la conciencia del ego a una conciencia del alma. Generalmente no se le da demasiada importancia a Júpiter cuando analizamos una Carta Natal. Enseguida nos vamos a Saturno y los contactos entre planetas personales y transpersonales. Pero por algo los antiguos le daban a Júpiter un lugar y una importancia tan sobresaliente. Él es quien nos da confianza y fe, fundamentalmente para aceptar las crisis personales que indefectiblemente nos producirá la apertura al reino de lo transpersonal. La posición de Júpiter indicará hacia donde dirige la persona la confianza en un poder superior, cómo se abre a la gracia divina y a los dones del espíritu y que tipo de significado mayor puede darle a su vida individual. Negativamente, expresará sentimientos de superioridad, arrogancia y despilfarro. Un crecimiento desequilibrado que produce un exceso que termina siendo maligno y autodestructivo. Para desplegarnos hacia lo que está más allá de Júpiter (Saturno y planetas transpersonales), debemos ampliar nuestra conciencia egocéntrica a una mundicéntrica. Para eso debemos "observar" sin juzgar nuestros ideales y los roles que jugamos en la familia y la sociedad.